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Isabel la Católica en la villa de Durango

Gilberto Jiménez Carrillo

GILBERTO JIMÉNEZ CARRILLO

La excelsa Reina de Castilla y Señora de Vizcaya juró los privilegios de la villa de Durango en medio del puente de Santa María, donde se hallaba una de las cinco puertas de entrada a la población. La comitiva la encabezaba la hija primogénita de la reina , la infanta Juana que venía de Bilbao y entró a la villa un día viernes antes que su madre, que había de venir de Guernica para jurar los privilegios, franquicias, usos y costumbres de Vizcaya. Eran alcaldes de esta villa don Martín Ibáñez de Láriz y Sancho Ibáñez de Arteaga; regidores Sancho Pérez de Rutiaga, Pedro López de Alzola, Juan Nicolás de Ibarreña y Diego Pérez de Echevárria; fieles Lope Martínez de Amantegui y Pedro Íñiguez de Ochandiano y jurados Pedro de Elorriaga, Pedro de Arbaiza y Juan de Maguna.

Se pregonó por toda la villa la llegada de doña Juana y se invitó al vecindario para que saliera a recibirla al término de Padureta. Los alcaldes y regidores la esperaron en la entrada del Olmedal y tomando las riendas de la mula, “un alcalde por cada lado”, después de besarla en las manos estando arrodillados, la llevaron a la posada de la reina que era la casa del alcalde don Martín Ibáñez de Láriz. Con la infanta venían su hermana la infanta Chacona, la Marquesa de Moya y un grupo de caballeros y doncellas que iban en unas cien cabalgaduras. Para el día siguiente, sábado, se había acordado que todos los duranguenses salieran al término del Orobio, pero la Reina que había suspendido el viaje a Guernica por alguna circunstancia, llegó antes de lo previsto. Los alcaldes, regidores y jurados salieron a la villa de Padureta junto con todo el vecindario a esperar a la Reina que tan precipitadamente llegaba a la villa.

Con la Reina venían el Duque de Villa hermosa, Ayo del Rey; el Conde Salinas y Cárdenas, Comendador Mayor; el Conde Aguilar, don Pedro Iturriaga, Pedro de Avendaño el joven; Juan Alfonso de Mújica, Fortín García de Arteaga, el hijo del Almirante y un clérigo, que se hacían acompañar de un gran número de caballeros y doncellas de grandes estados con maravillosos arreos de grandes valores. Al llegar al hospital, frente a la iglesia de Santa María Magdalena, Ferrando de Zaldívar, señor del solar de Zaldívar, Juan Alfonso de Mújica y Juan de Otalora suplicaron a doña Isabel que jurara, como lo hicieron sus antepasados, que habían señoreado la villa, guardar los privilegios, usos y costumbres y le mostraron un misal abierto donde estaban escritas las palabras de las santos evangelistas y una cruz. Doña Isabel respondió que le placía hacerlo y una vez que le besaron la mano, hizo juramento de guardar a la villa de Durango en todas sus libertades y franquicias.

Seguidamente los señores alcaldes tomaron las riendas y juntamente con la comitiva y con la multitud de gente que había venido de los pueblos aledaños, se dirigieron a Durango entre el constante clamoreo, el sonido de las trompetas y el estruendo de las campanas. Al llegar a la villa de Durango el alcalde le dio a la Reina las cinco llaves de las puertas y doña Isabel las devolvió y dijo que las tenía por recibidas. Asimismo se le dio el privilegio de la villa con sello de plomo y escrito pergamino de cuero, por si lo quería confirmar, contestado la soberana que sí lo confirmaba devolviéndoselo al señor alcalde, el cual junto con la comitiva le besaron la mano a la Reina haciéndole humilde reverencia como Reina y señora natural, hija del alto Rey don Juan de gloriosa memoria y esposa del Rey don Fernando.

Acto seguido salieron los sacerdotes de la iglesia de Santa María encabezados por el arcipreste Juan Abad de Ocáriz y los clérigos y beneficiados de las iglesias de Santa María y Santa Ana. Su alteza bajo de su caballo, entró en la iglesia y se arrodilló sobre los paños de lino muy preciosos en las gradas del altar mayor. Los sacerdotes cantaron sus oficios ante la imagen de Nuestra Señora de Santa María y ante el crucifijo. Hechas las oraciones, doña Isabel se levantó y dio a besar sus manos a muchas mujeres. Salió seguidamente por las puertas de la iglesia que están en la puerta del Olmedal y allí volvió a cabalgar, tomando nuevamente los alcaldes las riendas y con muchas antorchas de cera encendidas, porque ya había entrado la noche. Por la calle de en medio o principal, se dirigió la comitiva hasta la posada donde la Reina descansaría.

Subió por la escalera de piedra del alcalde don Martín Ibáñez de Láriz, donde la esperaba su hija la infanta doña Juana, que después de hacerle una gran reverencia y de rodillas la besó. Este hecho ocurrió el19 de septiembre de 1483

en la villa de Durango, provincia de Vizcaya, España., lugar de donde nuestro estado y ciudad capital tomaron su nombre. Los datos fueron recopilados del libro titulado “Notas Históricas de la Villa de Durango” de la autoría de José María

Larracoechea Bengoa.

En nuestro Durango también se dan sucesos extraordinarios todos los días, pero en lo particular me llama la atención uno de ellos. Como es costumbre en la gran mayoría de los gobiernos y sin tomar en cuenta la opinión de los vecinos, arbitrariamente se decidió cambiar a un solo sentido la circulación de la calle cinco de Febrero de Libertad a la glorieta de los hermanos Arrieta. Los habitantes de ese sector de la ciudad se inconformaron de manera airada y sucedió algo inesperado. El alcalde Jorge Herrera Caldera los escuchó y convino en dar marcha atrás mientras se hacía un estudio de factibilidad que dejara conforme a todos. La decisión del Presidente Municipal fue la adecuada, ya que refleja una vez más su sensibilidad y deseo por que vivamos en armonía, aplicando acciones de gobierno que beneficien a todos sin afectar la buena convivencia.

A Durango le ha ido bien en más de cuatro años de gobierno y como nunca nuestro estado ha crecido enormidades. La administración de Ismael Hernández Deras ha sido de resultados que se traducen en inversiones, empleos y sobre todo tranquilidad social. Por primera vez tenemos rumbo y los resultados saltan a la vista. Desde el anterior gobierno municipal del ingeniero Jorge Herrera Delgado, los duranguenses tenemos gobernantes jóvenes, frescos y bien intencionados que

le han dado un nuevo estilo a la política. Ahora con Jorge Herrera Caldera se sigue la misma tónica de acercamiento con la sociedad de frente y sin demagogias. Con el ejemplo que ha puesto Ismael Hernández Deras, considero que si el próximo gobernador fuera cualquiera de los dos Jorges, Durango seguirá creciendo como hasta ahora. Aprovecho el espacio para desear a los lectores de El Siglo de Durango un buen año 2009.

Escrito en: villa, Durango, Reina, Juan

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