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El miedo a gobernar

PLAZA PÚBLICA

MIGUEL ÁNGEL GRANADOS CHAPA

Muy atractivos son el tema y el elenco de presentación del libro de Carlos Arriola El miedo a gobernar. La verdadera historia del PAN, que ocurrirá a las 19 horas de hoy miércoles en el auditorio del Museo Franz Mayer, en la avenida Hidalgo, en el costado norte de la Alameda Central (a medio kilómetro de la Feria Internacional del Libro de Minería). Además del autor, participan en la mesa la gobernadora de Zacatecas, la perredista Amalia García Medina; la presidenta del Comité Ejecutivo Nacional del PRI, la ex gobernadora Beatriz Paredes, y Diego Fernández de Cevallos, ex candidato presidencial panista y, a su paso por el Congreso, coordinador de las bancadas de su partido en San Lázaro y en Xicoténcatl.

La tesis del libro, que Arriola propone al cabo de una profunda y documentada exploración sobre la historia de Acción Nacional, que va desde su fundación en 1939 hasta el comienzo de la administración del segundo presidente panista, Felipe Calderón, es que está en la índole del PAN, en su gestación misma, la desconfianza y aun el temor al poder, surgidos de su ignorancia sobre su naturaleza verdadera. Por ello sus gobernantes lo ejercen o con frivolidad o con incapacidad para tomar decisiones. “Cuando Fox y el PAN ‘sacaron’ al PRI de Los Pinos, se aprestaron a tomar los controles del poder y a ocupar el cuarto de mando, pero sólo encontraron el vacío. Los ‘mitos geniales’ acerca del tlatoani, el presidente todopoderoso que había establecido la ‘dictadura perfecta, se desvanecieron ya que fueron fruto más de la imaginación literaria que del conocimiento político. Los hechos pusieron de manifiesto que el poder no se transmitía con la banda presidencial, que el poder se conquista y se lucha todos los días por conservarlo. Sólo así es posible gobernar, dirimir los conflictos sociales, contener los intereses particulares y llevar a cabo un programa de gobierno”.

Arriola parece dar respuesta a la pregunta formulada por don Daniel Cosío Villegas hace ya sesenta años: si Acción Nacional, “al hacerse gobierno, tendría algo más que la denuncia para vivir por sí mismo y guiar al país”, o se “desplomaría” al alcanzarlo, por falta de hombres y de programas. Salvo Gómez Morín, Christlieb Ibarrola y El jefe Diego, el autor de este libro no reconoce a ninguna otra personalidad panista digna de ser mencionada. No lo son Fox ni Calderón: El triunfo de aquel “no fue una hazaña democrática, que le otorgaba facultades para cambiar al país, pero por creerlo buscó socavar los fundamentos del sistema político. Pero si no pudo, fue por la solidez de las instituciones, amén de sus limitaciones intelectuales, su inconstancia y su cobardía”. Y en cuanto a su sucesor, para calificarlo Arriola se remite a la declaratoria de presidente electo emitida por el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación:

“La sentencia de éste constituyó un desafío a la lógica, ya que reconoció la ilegalidad de las intromisiones del presidente Fox y de los empresarios, pero no las tomó en cuenta debido a que no podía medirse su impacto. A pesar de la larga lista de violaciones ‘inconmensurables’, validó el triunfo de Calderón, cuando lo que procedía ex oficio era la anulación de la elección, debido al reducido margen del triunfo. La razón de estado prevaleció sobre la justicia, lo que explica sobradamente la indignación de los perredistas”.

El autor no se cuenta en las filas de estos últimos (como tampoco José Antonio Crespo, que en Hablan las urnas, aparecido el año pasado, llega a la conclusión de que los comicios presidenciales debieron anularse). De joven militó en el partido cuya historia ha trabajado a conciencia. Era el líder juvenil en Guadalajara cuando en el ámbito nacional lo era Manuel Rodríguez Lapuente (a quien el autor dedica su libro), durante la campaña presidencial de Luis H. Álvarez. Dedicado largo tiempo a la academia en el Colegio de México donde se formó, y del que fue profesor y secretario general (bajo la presidencia de don Víctor L. Urquidi), pasó después a la administración pública y al asesoramiento a políticos y funcionarios priistas. Formó parte igualmente de la fundación parlamentaria de esa filiación, que lleva el nombre de José Luis Lamadrid Sauza. Publicó en 1994 sus Ensayos sobre el PAN y cuatro años después Cómo gobierna el PAN, que en 1998 ya había triunfado en elecciones estatales en Baja California, Chihuahua, Guanajuato y Jalisco. Pero para comprobar su tesis sobre el PAN ante el poder era necesario que arribara a la Presidencia de la República y contara si no con la mayoría relativa en las cámaras sí con los grupos parlamentarios más numerosos (como sucede a partir de 2006).

“Los síntomas de que algo no funcionaba en dicha relación aparecieron desde la fundación del partido, pero eran débiles y parecían un problema de juventud que se resolverían con la experiencia que sólo la edad proporciona. Sin embargo, no fue así. El problema era genético y se planteó con claridad en el triunfo, una vez que no fue posible atribuir las debilidades del partido a factores externos”.

Arriola enumera las causas que en el PAN generaron una cultura antipolítico, cuando que para ejercer el poder es imprescindible “la política, aunque ésta únicamente proporcione soluciones temporales a problemas que casi nunca tienen soluciones definitivas”. Debe haberlas, sin embargo, contra las desigualdades como las pluraliza el autor de esta historia a fondo del PAN, era el subtítulo original.

Escrito en: poder, autor, presidente, historia

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