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De Política y Cosas Peores

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ARMANDO CAMORRA

México ha tenido presidentes buenos, regulares, malos y pésimos. Todos, sin embargo, se han apegado a la ley, o al menos han fingido sujetarse a ella, y han respetado en mayor o menor medida las instituciones. Eso permite llamarlos presidentes. Quien ahora es titular del Poder Ejecutivo no puede ser llamado presidente. Pisotea las leyes, atenta contra las instituciones; impone su caprichosa voluntad por encima de ambas. Con pena digo: no tenemos presidente; tenemos dictador. Para expresar esa realidad no caben las medias palabras ni los circunloquios. Andrés Manuel López Obrador vulnera constantemente el orden jurídico, pasa sobre los derechos de los particulares, viola los acuerdos internacionales que México ha suscrito y hace su capricho con el apoyo de un gabinete formado por obsecuentes y las más de las veces ineptos cortesanos que no se atreven a decirle al amo que se está excediendo en sus atribuciones y cometiendo mayúsculos errores que costarán mucho al país. Temo la llegada del 16 de septiembre por lo que ese día podrá decir el Caudillo de la 4T, y más por lo que podrá hacer. Ya hemos pasado de lo malo a lo peor. Ahora estamos en peligro de pasar de lo peor a lo pésimo. Quizá veremos que AMLO esgrimirá un nacionalismo chabacano y un elemental concepto de soberanía, obsoleto ya, para llevar a México a un radicalismo extremo que su paupérrima clientela y sus enriquecidos aduladores aplaudirán, pero que llevará al abismo a nuestro país. No quiero ser fatalista. Sin embargo cada día crece en mí la convicción de que debemos prepararnos para lo peor. Procuraré ahora disipar el efecto de esos sombríos pensamientos con el relato de algunas inanes historietas. Jack Peacock, vaquero del Oeste, llegó a su casa cuando no se le esperaba y encontró a su mujer en el lecho conyugal en compañía de un hombre de edad maduro, calvo y gordo. Desenfundó Jack su revólver y se dispuso a dar al amante de su esposa un destino peor que la muerte, pues le apuntó a las partes que se llaman nobles. Le dijo su señora: "Jack: antes de que hagas algo de lo que luego te arrepentirás quiero que sepas que el señor es el dueño del ferrocarril, del banco y del Double K Ranch. Me ha prometido regalarme una casa de dos piso; me dará lo necesario para poner un saloon, y a ti te obsequiará un hato de 300 vacas Hereford y un pastizal de 100 mil acres". "Ya veo -dijo Jack mientras volvía a la funda su pistola-. Entonces esto no es adulterio: es inversión". Doña Macalota y don Chinguetas fueron a la feria del pueblo y pasaron junto al Pozo de los Deseos. Quien arrojara una moneda en él vería cumplido el deseo en que pensara. Doña Macalota arrojó la moneda, y en ese mismo instante don Chinguetas cayó de cabeza al pozo. Exclamó doña Macalota al mismo tiempo con asombro y alegría: "¡Funciona!". Don Poseidón, granjero acomodado, tenía una vaca lechera campeona de nombre la Chavira. Compró semen de un toro de registro llamado el Mariscal de Campo y le pidió a un veterinario que con él inseminara a la vaca. Le dijo que él no podría estar presente en la inseminación, pues debía ir a la ciudad a atender un negocio urgente. El médico le preguntó cómo reconocería a la Chavira entre las demás vacas del establo. Le indicó don Poseidón: "Pondré un clavo en la puerta de su pesebre; así podrá saber usted cuál es". Doña Holofernes no sabía nada de esto. Cuando llegó el veterinario lo llevó al establo. Vio el médico el pesebre y dijo: "Aquí está el clavo". "Sí -confirmó doña Holofernes-. Supongo que lo puso mi marido para que ahí cuelgue usted su pantalón y lo demás cuando insemine a la vaca". FIN.

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