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SORBOS DE CAFÉ

Inspiración ausente

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Inspiración ausente

Inspiración ausente

MARCO LUKE

Tardo unos momentos en comenzar a escribir, lo que me indica que la inspiración no siempre llega cuando uno lo desea.

Escuché alguna vez a alguien decir que la inspiración era la disciplina ejercitada, o amaestrada, aunque este último término suena más animal.

Pero eso somos, instinto, vísceras, emociones y esa es la inspiración.

Estamos dentro del circo de la vida y todos somos animales. Los domadores son los sentimientos, pero nosotros elegimos si nos dejamos dominar por la tristeza o por la felicidad; por la ira o por el perdón; por los recuerdos o por los proyectos.

Nunca faltan las interrupciones, cuando menos lo esperas y de quien menos lo esperas. No es que haya intención de robártela, simplemente no están acostumbrados a inspirarse a ellos mismos, por lo tanto, nunca entenderán lo bello que es estar frente a una hoja en blanco y crear.

Es como aquellos que se encuentran perdidos en un vicio y desean con todo el corazón ser acompañados en su perdición.

Ambos están enfermos; los primeros adolecen de la monotonía de la vida, mientras que los segundos están perdidos en el vicio equivocado.

Cada letra siguiendo a otra es el legado de la inspiración. Nunca morirá y sin darnos cuenta somos nosotros instrumentos de su inmortalidad.

A nosotros nadie nos recordará, mientras que ellas quedarán inmortalizadas en papel, en canciones, en grafitis, en epitafios, pero siempre burlándose de la muerte.

A quien sostiene el lápiz no le queda otra opción que disfrutar el momento, disfrutar de la tinta que lentamente va acabándose en el diminuto cilindro del bolígrafo o del grafito cubierto por la madera.

A final de cuentas, esa tinta es la metáfora de cómo se va consumiendo nuestra vida y la vamos dejando por las letras.

Muriendo de amor por las letras.

Las palabras se rompen contra la ventana.

No hay nada que les ayude a traspasar el cristal para llegar a tus odios, pero estoy seguro de que cuando quieras volver podrás leer mis labios.

Estoy seguro de que cuando veas hacia atrás y el camino se haya quedado sin puente, habrás entendido en todos los idiomas lo que te advertía.

Hubiera querido que te quedaras, sobre todo cuando el frio en el exterior traspasaba la piel e iba deshaciendo tus huesos.

El viento congelando tu sonrisa fue la única manera en la que pudiste mantenerla, aunque por dentro llorabas.

Después de todo, los días me han enseñado a tomar lo que me pertenece y desechar lo que es tuyo.

Después de todo, todos los días ya son míos.

Después de todos los días en lo que te pensaba, ahora sólo te recuerdo cuando te aferras a recordarte.

Las decisiones le pertenecen a los días, y conforme pasan los años, voy construyendo lo que deseo, ya no hay cimientos hechos con tus palabras.

Dejaste que se desquebrajaran las últimas palabras que mi voz te dedicaba.

Hoy las utilizo de tapete para aquellas mujeres que desean entrar y quedarse en mi cama.

Todo es mío porque me pertenezco.

Todo me pertenece porque nada te puedes llevar, aunque quisieras volver por ello, te aseguro que ya se encuentra bien resguardado.

Sigue en el mismo buró en lado dónde dormías. Ahora ya nadie duerme en esa cama.

Ahora hay ojos bien abiertos vigilándolo.

Las noches pasan sosteniendo miradas y yo parpadeando sólo por eternidades.

Me quedo en silencio para escuchar los sonidos de la luna, las palabras del vació, el sonido que se ahoga y se esfuma en cuanto toca la cama.

Alunizo cerca de su ombligo y alucino en su vientre.

Cuelgan de las paredes el diseño de unas sombras intermitentes.

Prometen mantener la luz de la noche encendida mientras su cuerpo jadeando lo siga solicitando.

Los restos de un cortinero roto se han llevado con ellos a la cortina, y en su sacrificio un pincel plateado entra por la ventana para pintarla completa sobre el colchón.

No hay mal que por bien no venga.

Unos mueren para que otros nazcan.

Hay quienes sólo pueden irse rompiéndote el corazón para marcar con la sangre el camino por donde deben huir.

Pero lo dejan abierto para permitirle la entrada a quien lo zurcirá por dentro con argento deshilachado sobrante de la luna.

Las palabras seguirán chocando contra la ventana, pero sólo serán piedras intentando romper el cristal.

Después de todo, el lugar ya es mío y puedo decidir a quién dejar entrar.

La cama también me perteneces y yo decido quién flotará en sus sábanas.

Ya los días son míos... y yo decido el pasado en el que vivirán.

Escrito en: Sorbos de café todos, palabras, todo,, nosotros

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