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PADRES E HIJOS

Valoremos a la madre que aún tenemos

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IGNACIO ESPINOZA

Luego de que hace seis días se celebró, se conmemoró, se recordó y se festejó el Día de la Madre en México, de ahí podría derivarse una serie de reflexiones que nos hacen remontarnos a los primeros días de los que tenemos memoria en que nuestra mamá nos cuidaba, nos alimentaba y procuraba darnos todo lo mejor que tenía a su alcance, para lo cual incluso ella se sacrificaba con tal de ofrecernos el mejor nivel de bienestar en todos los aspectos, por lo que ahora nos corresponde regresarle un poco o mucho de todo lo que nos ofreció cuando vivíamos bajo su techo.

Nos viene a la mente cuando nos tomaba de la mano y nos sostenía para ayudarnos a dar los primeros pasos, para lo cual, por supuesto, no faltaron algunas caídas, pero no nada grave qué lamentar ya que siempre nos enseñó a levantarnos para continuar con ese proceso que duró algunas semanas o meses pero que finalmente culminó con esa lección que nos ha servido para todas las etapas de nuestra existencia: aprender de los tropiezos y de los golpes que nos hemos dado en diversos aspectos de todo lo que hasta la fecha hemos atravesado.

Innumerables lecciones se desprenden, sin duda, de todo lo que nos tocó vivir a su lado, en ese hogar lleno de calidez, amor, donde se respiraba ese ambiente de protección y seguridad, pero a la vez donde en más de una ocasión se nos reprendió con varias o muchas nalgadas o chanclazos que no dañaron -hay que decirlo- nuestra autoestima ni nos dejaron huellas de rencor o enojo, pues en aquel tiempo así se estilaba corregir o llamarles la atención a los hijos y nadie se quejaba si a la madre se le pasaba un poco la mano con algún castigo físico.

Eran otros tiempos, desde luego, en los que nadie se quejaba ante las autoridades, pues ni siquiera existía la Comisión de Derechos Humanos, aunque esto no quiere decir que la violencia era vista como algo normal, pues a pesar de que en el seno familiar cada madre y padre de familia aplicaba castigos a los hijos, los regaños y los golpes que los progenitores daban a los vástagos eran aceptados por la sociedad y la autoridad como una especie de norma no escrita y permitida, siempre y cuando no se rebasaran los límites de lo que se puede tolerar, es decir, sin incurrir en excesos, que aún se pueden observar en esta época en varios hogares.

La madre era quien se encargaba, generalmente, de todo lo relacionado con el hogar, desde la limpieza, la preparación de los alimentos y el cuidado de los hijos, lo que incluía la ayuda en las tareas escolares y estar al pendiente de su desarrollo en todos los aspectos, ya que el padre tenía la misión principal de ser el proveedor material de todo lo que la familia requería en rubros como la alimentación, el vestido, el calzado y el pago de todos los servicios básicos como la energía eléctrica, el agua potable y el teléfono, aunque en muchos hogares este último servicio era un lujo al que no todos teníamos acceso.

Hoy, desde luego, los tiempos han cambiado radicalmente, pues en muchos casos ambos cónyuges se ven en la necesidad de trabajar para contribuir, más o menos de manera equitativa, en la atención de los diversos requerimientos de la familia en general, ya que los ingresos económicos de uno solo de ellos no siempre son suficientes para solventar todos los gastos que implica la manutención del hogar.

Y es precisamente en este último aspecto donde la madre ocupa un rol fundamental para que a los hijos y a la familia no les falte nada en el plano material y hasta se hace pedazos para tratar de mantener unida a la familia, ya que la mujer sigue siendo el soporte, el pilar principal del hogar que sostiene a los hijos y siempre busca la manera de que, junto a su pareja, la armonía esté por encima de muchos factores, a pesar de que puedan faltar algunos satisfactores materiales o de que no haya algunos lujos por la estrechez de los ingresos económicos de ambos cónyuges.

La madre, en este y muchos sentidos, siempre se ha distinguido por ser el integrante de la familia que se sacrifica no sólo por darles lo mejor a los hijos, sino también a su pareja, de ahí que, en este reciente 10 de mayo, y en todos los días del año, la progenitora se merece más que un simple homenaje y un regalo material, pues si nos dieron todo lo que tenían, y hasta más de lo que en su momento poseyeron, es momento de ofrecerles todo lo que podamos darles, todos los días que les resten de vida.

El reconocimiento debe ser constante, permanente, y el agradecimiento debe ser perenne, pues un simple 10 de mayo nunca será suficiente para demostrarles nuestra gratitud por todo lo que nos dieron, así que, mientras las tengamos a nuestro lado, ofrezcámosles lo que necesiten tanto en el aspecto material como en el afectivo, emocional y en todo lo que les podamos ayudar a seguir adelante en el trayecto de su existencia, pues nadie más merece todo lo que la vida les pueda dar a cambio de todo el amor y sacrificio que prodigaron a sus hijos.

Escrito en: Padres e hijos pues, todos, madre, familia

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