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La voluntad III

eL HOMBRE ES LA MEDIDA

ALEJANDRO SERRATO LUÉVANOS

La semana pasada cerramos diciendo que la modernidad, en su afán por halagar la soberbia del hombre, ha igualado “en calidad de esenciales” todas las manifestaciones que se dan en el contexto humano. Así, los apetitos nacidos de la animalidad, las pasiones hijas de la irracionalidad y los afectos producto de la sensibilidad han sido igualados con la razón; al mismo tiempo, los simples gustos han sido igualados en dignidad con el deber. Esto ocasiona injusticia, violencia y muerte. Porque cuando los apetitos animales no son gobernados por la propia razón reclaman ser reprimidos por la fuerza. El largo tiempo en que se ha dado carta de legitimidad a las pasiones se convirtió ya en cepa de actos delictivos. Quienes detentan el poder pero desconocen la naturaleza humana tratan honesta, pero ingenuamente, de corregir el doloroso estado que vivimos filtrando más violencia. Ni el crimen ni la injusticia económica cesarán mientras no se reeduque al hombre. Y se le reeduca volviendo a sentar las premisas reales de la naturaleza humana. El hombre es un proyecto determinado y “terminado” por el amor. El hombre no tiene que hacerse a sí mismo; tiene que responder al amor o perderse. Tiene en su contra la inseguridad de los juicios que emite; y de esta posibilidad de errar en el juicio le viene la elección equivocada que lo hace caer en el mal. Porque el mal no es otra cosa que la selección de una naturaleza inadecuada en un momento preciso. Observe usted: ganar un dinero en el marco de la legalidad santifica al hombre y eleva su dignidad social; ganar dinero de manera ilegal, hasta reducir la posibilidad de la justa satisfacción que merece el otro, envilece socialmente y penaliza moralmente al hombre; el ejercicio de la genitalidad mantiene el encanto y armonía en el seno familiar de modo que santifica a la familia y propicia la maduración humana de los hijos; el ejercicio de la genitalidad fuera del marco de la responsabilidad destroza los lazos de unión y deforma peligrosamente a los integrantes de la familia. ¿Observó usted? Ni el dinero ni la genitalidad son malos. Realmente todo es bueno, pues salió del amor que genera al universo. Lo que hace al bien convertirse en mal es la relación en una dirección y momento ilícitos. Pues bien... detectar la dirección y el momento correctos es trabajo que compete a la inteligencia. La voluntad no aparece por ningún lado. Ya habíamos dicho que la libertad del hombre existe en relación con el bien; cuando el hombre hace mal no elige “el mal” sino que elige mal; le está fallando el juicio y no alcanza a entender el terrible daño que se oculta tras un aparente bien. Sus afectos le ciegan. Por eso cuando usted se sienta a disgusto con una forma de pensar o de expresar nunca diga: “‘No se le entiende” porque usted solo se acusa de ignorancia. Y menos vaya a sugerir que le suplan un pensamiento difícil por un discurso grato pues estará confesando que rebaja usted su dignidad humana al goce de los sentidos. La armonía y felicidad del género humano presupone el ascenso cultural, no la degradación cultural hasta que todos estemos igualados en un simplismo estúpido. Quien no pueda entender algo debe esforzarse hasta poder rebatirlo. Entonces su propuesta cambiará de “no te entiendo” a “lo que dices no es verdad por...”. Pero bueno... yo estoy persiguiendo el fantasma de la voluntad y debo continuar. Veamos cómo está estructurado el hombre; quizá entre sus componentes nos aparezca la tal voluntad: a simple vista encontramos un complejo aparato (le llamamos cuerpo) que conduce la información desde el mundo hasta la conciencia y desde la conciencia hasta el mundo. Si no somos muy incultos sabemos que el ojo no ve, el gusto no saborea, el olfato no huele ni el oído oye ni el tacto distingue. Los sentidos transportan una excitación que es decodificada y definida en el cerebro. Pero como estas corrientes informativas terminan convirtiéndose en vida (eso es el conocimiento) entonces es evidente que el cerebro tampoco es quien produce este resultado. Ciertamente, el cerebro es el órgano donde se realiza el proceso pero no es el gestor del proceso mismo. ¿Le parece que estoy fantaseando? Entonces no sabe usted nada de computadoras!: en una red virtual de núcleos magnéticos se alojan los datos; pero la interacción no la hace el hardware, y en el hombre, el cerebro es hardware. Quien realiza el proceso mismo es la carga psíquica del software. Y dije carga psíquica porque el software es puro pensamiento. En el hombre es igual: el hombre no produce pensamiento. El pensamiento opera a través del hombre como opera a través de cualquier depósito de conciencia; sean los tronos, potestades, dominaciones, querubines, serafines, arcángeles, ángeles, hombres o una simple computadora (que son nuestros pinitos) el pensamiento no es producido por la entidad en la que se manifiesta; al contrario... él toma posesión de ella. Esta entidad que soporta al pensamiento acaba por imponerle alguna limitación. Este hardware, en el hombre, está construido en química del carbono y se llama cuerpo. La limitación que impone al pensamiento son los gustos y las necesidades fisiológicas. ¿Quién, si está en su sano juicio, le podrá llamar a esto “voluntad”? Estas manifestaciones son las pasiones que el hombre evolucionado aprende a controlar. En la siguiente entraré de lleno al software humano. Quizá ahí aparezca la dichosa voluntad.

necao [email protected]

Escrito en: hombre, pensamiento, usted, dinero

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