La guerra en Medio Oriente y las Naciones Unidas
Se cuestiona, cada día más, sobre todo desde el llamado Sur Global, el continuo y notable resquebrajamiento del llamado "orden internacional basado en reglas". Se critica con particular dureza su inoperancia. Se denuncia su sentido de imposición, destacándose su proclividad a atender y favorecer los intereses de las naciones occidentales. Estos cuestionamientos y críticas interpelan de manera ineludible a todos los Estados miembros de las Naciones Unidas. Porque muchas personas y gobiernos en el mundo parecen haber perdido la confianza en las capacidades de la Organización de las Naciones Unidas para cumplir con sus múltiples obligaciones y responsabilidades.
Se han extendido y cobrado mayor fuerza las críticas sobre un orden mundial basado en reglas, por ser particularmente inefectivo, desigual e inconsistente, que más bien pareciera perpetuar un statu quo jerárquico, impuesto por las potencias y los países pertenecientes al llamado Norte Global, cuya conducta se caracteriza por la aplicación de dobles raseros y el cumplimiento selectivo y opcional del derecho internacional, en los diferentes conflictos y situaciones de crisis que amenazan la paz y la seguridad internacionales.
Resuenan cada vez más, y tienen mayor eco, aquellas voces que subrayan que la indignación ante la barbarie y el reclamo por su supuesta inutilidad en numerosas naciones, continúa extendiéndose y profundizándose porque prevalece una noción liberal y accesoria de la humanidad, y, que por ende, se valora y protege la vida de los civiles en forma diferenciada en las guerras en Ucrania, en Palestina, en Líbano o en Sudán.
Resulta una cruel y terrible paradoja que el actual gobierno de Israel esté enfrascado en una confrontación abierta y sin cuartel con las agencias y programas de la ONU, como con el propio Secretario General, e incluso con las fuerzas de paz de las Naciones Unidas, en la guerra iniciada en la Franja de Gaza, que habiendo transcurrido un año se ha extendido peligrosamente a toda la región. Sobre todo, que esté librando una guerra contra la organización mundial que tuvo precisamente un papel determinante y fundamental para la creación del Estado de Israel.
Posiblemente ningún otro conflicto Internacional ha recibido a lo largo de las décadas más atención y esfuerzos en los foros multilaterales que el conflicto palestino israelí. Ahí están las incontables resoluciones en varios órganos, ignoradas o desdeñadas por algunos estados miembros prominentes, empezando por los miembros permanentes del Consejo de Seguridad. Campean, desde hace demasiado tiempo, impunes, las numerosas violaciones flagrantes al derecho internacional y en particular al derecho internacional humanitario.
Resulta un peligroso contrasentido que cuando más se necesita la participación y se requiere de la ayuda de los organismos y las agencias del sistema de las Naciones Unidas, éstas estén enfrentando un cúmulo de ataques, obstáculos y desafíos en Gaza, Cisjordania, Siria, Irak, Irán o en el Líbano, sea para asegurar las operaciones del Programa Mundial de Alimentos, para mantener y reforzar las labores del Alto Comisionado para los Refugiados -recientemente proscrito por Israel- y la continua vulneración de la Agencia de las Naciones Unidas para la Población Refugiada de Palestina en el Medio Oriente, empeñadas en asegurar la entrega suficiente y oportuna de la ayuda humanitaria que significa la diferencia entre la vida o la muerte para millones de personas, habiendo resultado muertos más de 220 trabajadores humanitarios internacionales tan sólo en Gaza.
En los últimos días, a estos peligrosos acontecimientos, hay que agregar a la Fuerza Interina de Naciones Unidas para el Líbano, donde los más de 10 mil cascos azules que la integran, provenientes de 50 naciones, hayan decidido mantener sus posiciones en la disputada frontera internacional entre Israel y Líbano, conforme a la resolución 1701 del CSONU, luego de rechazar una solicitud de Israel para replegarse. Sobre todo, cuando algunos de sus efectivos han sido atacados por comandos israelíes al incursionar en el territorio del sur del Líbano como parte de una nueva ofensiva militar terrestre y aérea "limitada y contra objetivos específicos" en una guerra abierta y encarnizada contra Hezbollah, confrontación que desde hace muchos meses ha alcanzado también varios objetivos civiles en Beirut y en otras poblaciones libanesas.
Cabe recordar que la Organización de las Naciones Unidas ha tenido un extenso, complicado y amplio involucramiento en el Medio Oriente desde 1945, al participar en múltiples esfuerzos de mediación política, resolución de conflictos, operaciones de mantenimiento de la paz y monitoreo de violaciones a derechos humanos, además de una gran variedad de actividades de ayuda y asistencia humanitaria. En estos esfuerzos ha conseguido tanto éxitos como fracasos, debido a numerosos factores que se derivan de su enorme y fascinante complejidad, su creciente importancia geoestratégica y su altísimo nivel de volatilidad e inestabilidad política.
Lo que está en juego ahora es la propia supervivencia del derecho internacional y lo que queda de los compromisos morales basados en un sentido de decencia humana básica. Nosotros, todos quienes integramos los pueblos de las Naciones Unidas, debemos realizar una introspección honesta y profunda sobre el tipo de mundo multipolar en el que queremos vivir. ¿Para qué? Para pensar y actuar, para conseguir que Naciones Unidas deje de ser una organización mundial cifrada y anclada en la guerra fría y se trasforme en una institución funcional del siglo XXI, capaz de dejar atrás los predominios que nos han conducido a la presente encrucijada para la humanidad.
Si no existieran las Naciones Unidas, tendríamos que volver a crearlas.
@JAlvarezFuentes