Quizá un mal retrato
Estos son un par de hogares vecinos: uno tiene mucho dinero; el otro batalla pero le alcanza para sacar los gastos de su casa, mas no es miserable ni mucho menos.
Los del hijos del primero van a escuelas de paga, pasan sus materias sin notas brillantes pero siguen a pie puntillas las reglas de su hogar y con eso se hacen merecedores a los bienes de consumo de lujo que sus padres pueden pagar. Eso sí, en términos generales son muy disciplinados y con eso es suficiente para pasarla bien. Tienen personal de servicio doméstico a su disposición y nunca tienen problemas para cubrir sus cuentas, puesto que generan el flujo suficiente para pagar sus créditos de cualquier tipo. Cada vez deben más, pero cubren las ministraciones correspondientes. Consumen.
Los vecinos menos favorecidos pero empeñosos allí están; unos luchan más que otros entre sí mismos, y como los hijos ya están mayores, pues empiezan a notarse las diferencias entre ellos. Uno fue la escuela pública y estudió con ahínco; vivir en el barrio de gente con posibilidades le permitió encontrar la puerta adecuada para obtener un buen trabajo, porque aparte de preparación que la tenía, se necesita conocer a quien pueda ofrecer las buenas oportunidades: hoy anda en un carro de mediana gama pero modelo reciente que paga con esfuerzo las mensualidades, viste bien y es reconocido como una persona productiva.
El segundo de los menos favorecidos tuvo la suerte que a él le pagaron una escuela privada, pero no se ha esforzado como el primero, aprovechando el enorme trabajo de los padres y su encanto para relacionarse, va viviendo en aparente comodidad, aunque su posición financiera y pronóstico de desarrollo está por debajo del primero.
Al tercer hijo no le pudieron pagar las mejores escuelas, y él no se esforzó como el primero en realmente estudiar. Encontró en la universidad pública ese mundo de agrupaciones políticas que, bajo supuestas banderas redentoras, no son otras cosa que grupos políticos que intentan hacerse del poder por poder, y por el dinero. En algunos lances consiguió botín fácil y eso lo ha hecho apartarse de la ruta del trabajo arduo; si en una buena revuelta política pudo acceder a recursos que le tomarían meses trabajando, para qué desgastarse. Así piensa. Además sabe que sus padres pondrán comida en el refrigerador; con cualquier cosa llena el estómago.
Hay un cuarto, que mal estudia y ni intento de trabajar, vive a lo que el resto de su familia le acerca, y como se sabe miembro de una familia que no lo va a sancionar, rompe reglas, abusa del trabajo de sus progenitores y sus hermanos, viola la ley y cuando tiene algún problema sabe que algún consanguíneo dará la cara por él. Está a gusto y conforme.
Así viven las dos familias, tienen que coexistir puesto que solo una barda los separa. Y entonces sobreviene el roce.
Un par de hijos de la familia acaudalada son consumidores recreativos de estupefacientes, y tienen el dinero para gastarlo, mas no los contactos para conseguir las sustancias. De alguna manera se enteran que algunos de los vecinos están dispuestos a conseguírselas, previa utilidad económica de por medio. Encuentran en los hijos tercero y cuarto a los individuos adecuados para que les consigan la droga. Como los primeros tienen dinero y pagan, los segundos comienzan a tener recursos sustanciosos sin esfuerzo. Hasta que el padre del hogar de los ricos descubre el entramado y envía a la policía a detener al par de vecinos traficantes, que le venden a sus adictos hijos.
La policía irrumpe en la casa de los traficantes sin orden de cateo, violando la ley, pero aprehende a los dos muchachos, que tendrán que pasar por ello una larga estancia en prisión. ¡Es ilegal lo que han hecho!, clama el padre de los muchachos detenidos. Y tiene toda la razón.
En tanto en la casa de los ricachones, el patriarca hace un escándalo al saber que tiene un par de hijos drogadictos, a quienes reprende con severidad pero nada más. Como ya apresaron a sus proveedores piensa que el problema está arreglado y que sus vástagos no volverán a comprar drogas. Poco le importa que el hogar de sus vecinos ahora esté destruido.
Esta historia ficticia trata de reflejar una situación actual entre Estados Unidos y México, y el problema del narcotráfico, ahora con la aprehensión de "El Mayo". Cada quien saque puede hacer sus conclusiones. Quizá esta es solo un mal intento de retratarlo.