
Mirador
Terry, amado perro mío: si vivieras aún en este mundo te sorprenderías al ver a muchos humanos a los que dan trato de perros, y a muchos perros que son tratados como humanos.
Mira, por ejemplo, a los migrantes, y escucha palabras de nuevo cuño como "perrijos", "gatijos" y otras de similar jaez contra las cuales nada tengo -allá cada uno con sus quereres-, pero que creo que a los mismos animales hacen daño, pues atentan contra su naturaleza de animales.
Mi darás la razón, Terry -siempre me la diste, aunque no la tuviera-, si aunque suene a perogrullada digo que los perros son perros, los gatos son gatos y los hijos son hijos. Está muy bien tratar bien a los animales domésticos -tratarlos mal es una de las peores formas que asume la maldad-, pero no es bueno usarlos como objetos para remediar carencias humanas. Eso equivale a desnaturalizarlos, a privarlos de su ser original para intentar dotarlos de la deleznable categoría humana.
¿Me entiendes, Terry?
Ojalá, porque yo no me entiendo.