
Santa Claus, la Coca-Cola, el complot navideño más exitoso del planeta y un símbolo de la energía divina
El Día de Santa Claus se celebra el 6 de diciembre. Este personaje nació de la mezcla de varias tradiciones. Su origen está en San Nicolás de Myra, un obispo del siglo IV conocido por su generosidad con los niños y los pobres. En Europa, especialmente en Holanda, se le llamaba Sinterklaas, y los inmigrantes llevaron esa costumbre a Estados Unidos.
Hubo un tiempo en que Santa Claus no tomaba Coca-Cola, nada de renos, ni trineos, era un santo, no un embajador de marketing. No tenía panza, no vivía en el Polo Norte, y usaba un traje marrón que parecía sacado de una obra de teatro escolar con bajo presupuesto.
Hasta en los años 30 en una campaña publicitaria de invierno, llegó el genio del marketing Haddon Sundblom. Coca-Cola tenía un gran problema: nadie tomaba refresco en invierno. La bebida era vista como algo para el calor, y las ventas caían con los primeros copos de nieve. Así que los publicistas pensaron: ¿Y si hacemos que el frío también dé sed... de Coca-Cola?
Entonces llegó Santa Claus gordito, sonriente y vestido de rojo (coincidencia cromática con la marca, claro) con una Coca en la mano, cara amable, barba perfecta y espíritu navideño nivel máximo, fue así como se volvió la imagen oficial en todo el mundo. Así nació el Santa embajador de la dulzura, la publicidad y el capitalismo con espíritu festivo. De la noche a la mañana, Santa pasó de ser un santo a ser un embajador de la diabetes. Así fue como el refresco más famoso del mundo se adueñó del espíritu navideño.
El resultado fue mágico. Santa vendía felicidad y refrescos por igual. De pronto, las familias querían tener Coca-Cola en la mesa junto al pavo, y los niños pedían una botella fría para dejarle a Santa en lugar de leche. Lo que buscaba Coca-Cola no era solo vender una bebida, sino vender una emoción, la idea de que la Navidad sabía a familia, a alegría... y a burbujas con cafeína.
Desde entonces, cada diciembre los niños escriben cartas, los adultos hacen fila en tiendas como si la felicidad estuviera con descuento, cantamos villancicos mientras pagamos en 12 meses sin intereses y los árboles falsos invaden las casas como si fueran antenas receptoras de "espíritu navideño".
Y ahí está Santa... cada año más gordo, más simpático y con más cláusulas que un contrato bancario: Si te portaste bien, te traigo amor. Si te portaste mal, te traigo lecciones. Porque, seamos sinceros, la verdadera magia de la Navidad no está en el trineo ni en los renos. Está en creer en algo que nos haga sentir que la vida aunque sea por unos días brilla con lucecitas de colores y eso nada tendría que ver con gastar y gastar.
Y aunque algunos digan que Coca-Cola no inventó a Santa, hay que reconocerle el mérito: lo volvió famoso, adorable y comercialmente irresistible.
Pero más allá del marketing te invito a mirar a Santa desde lo espiritual y la mirada profunda de la metafísica... él no es solo un "señor que reparte regalos", sino una forma simbólica del principio de dar y recibir, un símbolo de la energía divina que da sin medida, es una representación arquetípica de la Energía de la Abundancia y la Bondad Universal, es una frecuencia de alegría, servicio y generosidad sin juicio. El saco lleno representa la infinita provisión del Universo, que siempre está dispuesto a dar, pero solo cuando pedimos desde la alegría, no desde la carencia.
Por eso, cuando los niños creen en Santa, están haciendo lo que todo maestro espiritual enseña: creer sin dudar, con la inocencia del corazón.
En pocas palabras, Santa es el símbolo alegre del Cristo Interno que da, sonríe, comparte y confía. Cuando vibras en esa frecuencia, tú mismo te conviertes en Santa Claus, creador de milagros, portador de luz y mensajero de abundancia.
Cada año, cuando lo evocamos, despertamos a nuestro propio Santa interior, esa parte nuestra que disfruta dar, abrazar, sorprender y sonreír sin esperar nada a cambio.
Esta navidad deseo que cada regalo que entregues lleve tu luz. Cuando eliges regalar amor, cuando sonríes sin motivo, cuando compartes lo poco o mucho que tienes... ahí estás vibrando como Santa. Tú también puedes ser un canal de abundancia. No esperes la magia... ¡sé la magia!
Porque en realidad, Santa no vive en el Polo Norte, vive en el corazón de quien elige dar desde el amor. Regalar amor también es un acto de magia divina. No busques la Navidad afuera... está dentro de ti.
