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Caminando… a ritmo de polka

JUAN FRANCISCO ARROYO HERRERA

Algún día de esta semana llegué a la acostumbrada caminata. El aire alegre, bullicioso, puro y fresco de las apacibles mañanas abrileñas sació mis pulmones… Misteriosamente no encontré a Pedro Rodríguez, ni a Rodrigo Hernández Marines, y tampoco a Beto Flores García, habituales acompañantes. Desconozco si fueron razones laborales, si no amanecieron de talante, si las sábanas estaban más pesadas que de costumbre o fue un “compló” en mi contra. El hecho es que hube de iniciar y concluir mi diaria rutina completamente solitario. Quizá por esto tuve una mayor concentración para escuchar, proveniente de alguna de las colonias cercanas a la Escuela Normal del Estado, las estimulantes, contagiosas, revitalizantes y alegres notas de los Montañeses del Álamo, que con seguridad indicaban a los pequeñuelos la hora de entrar a las aulas; así como en otros planteles lo hacen con “la Marcha de Zacatecas” el “Veintitrés de Infantería”, u otra pieza alusiva.

De inmediato me remonté a los días aquellos de la infancia, cuando en los patios y pasillos de la bienamada escuela “J. Santos Degollado”, de mi natal Felipe Carrillo Puerto, también escuchábamos “Tamaulipas”, “San Diego”, “La Segunda de Rosales”, “La Revolcada” o “Las Virginias”, magistralmente interpretadas por el referido grupo que se ha constituido en un símbolo musical y el de más tradición en el norte de México. Evoqué asimismo los días previos al diez de mayo y al fin de cursos en que preparábamos los bailables que habríamos de ejecutar a las madres o a los compañeros; como un efusivo adiós al dejar las aulas. Aprendíamos momento a momento los pasos de valses, redovas y chotises, tales como los bueyes´n, (sic), Los Abuelitos, Salud y Pesetas, Salvador y de ninguna manera podía faltar “La Mosca”.

Pero usted, que no es de mi “rodada”, ni tiene mi kilometraje, dirá: ¿Quiénes son esos Montañeses? Verá: siéntese, tome aliento, acomódese y escuche por favor. El conjunto nace en la comunidad Las Abras, localizado en el municipio de Cadereyta, Nuevo León, bajo la dirección de don Pedro Mier Mier. Su antecedente se remonta a 1926 cuando él e Isidro Leija formaron el dueto “Isidro y Pedro” que cantaba en cantinas, fiestas familiares y en plena calle. Posteriormente incorporó a sus hijos Nicandro Mier Pérez en el violín y Jaime Mier Pérez en el bajosexto, surgiendo así la orquesta de Las Abras. Con ese nombre se desplazó por Nuevo León y Tamaulipas, hasta que se asentó en el salón Alameda en San Javier Santiago, Nuevo León, en un restaurante propiedad de Praxedis Torres, cuyo menú era atole, tacos, enchiladas, comida corrida y fritadas.

Su denominación no convencía muy bien, así que don Alfonso M. Salazar Tamez, quien a su vez era propietario de un restaurante en El Álamo, Nuevo León, preguntó qué era eso de las Abras, informándole don Pedro con inocultable orgullo que era su lugar de origen en las montañas de la Sierra Madre. De inmediato fueron bautizados con el nuevo nombre de Los Montañeses del Álamo, que les daría fama nacional y más allá de las fronteras. Muy pronto su estilo caló hondo y fueron llamados a presentaciones radiofónicas en las que imprimieron sus primeras grabaciones que están registradas entre 1940 y 1950. Hay una compilación que (como siempre) se hizo en Estados Unidos de América, cuando participaban el propio don Pedro, en la flauta; Nicandro Mier Pérez, en el violin; Jaime Mier Pérez, en el bajosexto; Guadalupe Cabazos, en el “tololoche”, y Fidencio Almaguer Esparza en el saxofón. Fueron sus primeras interpretaciones: Bailando en el Álamo, El Huérfano, Humilde Corazón, El Nopalito, La Burrita, Arnulfo González, Morenita Encantadora, Vamos al Fandango, Valente Quintero, entre otras.

En 1949, entran de lleno al plano profesional y de este año a 1966 firman con la CBS y nacen sus más conocidas melodías; aparte de las ya mencionadas, la preciosa polka Carmen de Amor; los boleros-danzones, Hace un Año y Morenita Mía; el bolero Cachito de Luna, que junto con Paloma Errante representan sus distintivos; la polka Francisco Sarabia; La Varsoviana, Por Tu Culpa, La Sanantoniana y Tú, Sólo Tú. Son de sobra conocidos sus valses: Sobre las Olas, Río Colorado, Honor y Gloria, Recuerdo, Cuando Escuches este Vals, etc. En una tercera etapa trabajaron para la ya desaparecida disquera D.L.V., y entre sus éxitos aquí destacan las polkas Atotonilco y La Periodista, al igual que el corrido Sucedió en la Barranca y La Rondalla. En una cuarta parte, que fue la más duradera y abundante en producción discográfica, estuvieron en discos Del Bravo, donde revivieron Paloma Errante, La Margarita, Cachito de Luna, y los boleros Mi Tormento, Mis Ojos me Denuncian y Distancia.

Cronológicamente, el director desde su fundación hasta 1953 fue don Pedro Mier Mier, reemplazado por su hijo Jaime Mier Pérez, que lo encabezó hasta el 12 de febrero de 1964, que falleció Jaime -a sus escasos 42 años- en Querétaro, al ir de viaje a una presentación a México. A partir de entonces tomó el mando don Nicandro Mier Pérez, que lo reestructuró completamente e invitó a don Jesús Rodríguez en la flauta; Gudelio Cavazos en el bajo; Esteban Aguirre en el saxofón y Valerio Marroquín en el bajosexto. En sus recorridos por el estado de Durango; fue en Guadalupe Victoria (tenía que ser) y más específicamente en la pintoresca población de Calixto Contreras, donde conoció a la bella jovencita Marcelina García Castañeda, con quien contrajo matrimonio y convivió los últimos años de su vida, pues falleció el 3 de diciembre de 1973 a los 55 años de edad. Sus restos se encuentran en el panteón del lugar, ahora acompañado de su amada, quien murió el 6 de enero del 2007. A su partida, sus hermanos Pompeyo y Sigifredo tomaron las riendas del grupo, y siguen vigentes deleitando a los seguidores de este contagioso género musical, a casi setenta años de su fundación.

Escrito en: Mier, Jaime, Álamo,, Pérez,

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