Editoriales

Pasos a la reconciliación

FRANCISCO AMPARÁN

Amigos, buen día: Los contrastes entre el papa Benedicto XVI y su antecesor, Juan Pablo II, no pueden ser más evidentes. Mientras que al polaco le encantaban los viajes y las multitudes, Benedicto es mucho más circunspecto y, por su edad, más renuente a soportar los ajetreos de los periplos internacionales. En tanto que Wojtila tenía un carisma indudable, el germano no concita grandes simpatías. Y mientras Juan Pablo II trató de congraciarse con todos los pueblos y religiones que fuera posible (sólo Rusia lo desairó una y otra vez), Benedicto XVI ha metido algunas patas bastante notorias. Especialmente en lo que se refiere a las otras religiones monoteístas, el Islam y el Judaísmo.

Algunas de esos errores son francamente inexplicables. A muchos musulmanes los hizo enojar por andar citando a un ignoto autor bizantino de hace medio milenio, que ni venía al caso ni quién se acordara de él. El escritor de marras hizo comentarios nada elegantes sobre el profeta Mahoma

Los judíos, por su parte, lo traen en jabón porque Benedicto es un entusiasta defensor de la canonización de Pío XII, el romano pontífice que presidió el Vaticano durante el Holocausto; y también, porque le restauró la dignidad de obispo a un renegado que, días antes, había minimizado el alcance y dimensiones de la matanza de judíos durante la Segunda Guerra Mundial.

Por ello mucha gente esperaba la visita de Benedicto XVI a Tierra Santa con una mezcla de aprehensión y morbo. ¿Qué barbaridades se le escaparían al ir a lugares sagrados para las tres religiones? ¿Visitaría a fin de cuentas el Museo del Holocausto, en donde hay una placa denunciando a Pío XII por no haber sido más vocal en su condena a los nazis? ¿Cómo sería recibido en una región del mundo en donde las mechas suelen ser muy cortas?

Lo sucedido hasta ahora ha sido, por decir lo menos, satisfactorio. Benedicto no ha cometido ningún desliz, y en cambio ha tendido puentes a las otras religiones. En su visita al Domo de la Roca, lugar sagrado para musulmanes y judíos, hizo hincapié de cómo todas las religiones monoteístas tienen al mismo padre, Abraham. Condenó enérgica y directamente el antisemitismo. Abogó por el establecimiento de un Estado palestino. Total, ha seguido un libreto perfecto, políticamente correcto para todas las partes, y ha demostrado que de vez en cuando puede alcanzar niveles de estadista.

Cuando regrese a Roma, seguramente se oirán muchos suspiros de alivio en la Ciudad Eterna

Éste, amigos, éste es nuestro mundo. Que tengan un buen día.

Escrito en: Benedicto, religiones, musulmanes, judíos,

Noticias relacionadas

EL SIGLO RECIENTES

+ Más leídas de Editoriales

TE PUEDE INTERESAR

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas