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El ser humano y su desarrollo (adultez y ancianidad)

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Muchas veces, el paso de los veinte a los treinta, cuarenta o cincuenta años no suele concebirse en el ciclo vital de cada persona como una época de transición con transformaciones importantes.

Tras largas etapas de crecimiento y desarrollo de la niñez y la adolescencia, el ser humano inicia la adultez con brío y pujanza.

Es la época de la maduración y la realización personales, pero es también cuando el cuerpo comienza su lenta declinación.

Sin embargo, en esos decenios de la vida adulta, el organismo va sufriendo diversos cambios relacionados con el envejecimiento, la influencia del ambiente, la profesión y las costumbres, conjunto de factores que participan de manera poderosa en la salud.

Cuando se pasa de los cuarenta, la conservación de la salud impone más cuidados que en los años precedentes y más esfuerzos para respetar algunos hábitos de vida, entre ellos el control de peso, el estímulo de las actividades físicas, la sexualidad y sus manifestaciones y la supresión o disminución del alcohol y del tabaco y un aumento en las visitas al médico.

Esta etapa de la vida es la idónea para prevenir los riesgos que pueden venir con los años, como la osteoporosis, la artrosis y problemas coronarios y vasculares, sin hacer poco caso de los problemas psicológicos, que hoy en día aquejan a la sociedad en general.

Pero aún es tiempo de retardar la involución que, a partir de los cincuenta años puede acelerar la apariencia de un envejecimiento prematuro.

Para ello es necesario que el ser humano realice los ejercicios apropiados para su edad, con lo que alcanzará un estado físico que le ayudará a vivir una vejez plena, sin dependencias, saludable.

El estado actual de nuestros conocimientos nos hace comprender que el envejecimiento es un hecho natural y, sin embargo, a pesar del enorme desarrollo de la investigación en este sentido, sigue sin conocerse el íntimo mecanismo de esta irremediable transformación del hombre.

Diversas hipótesis han tratado de fundamentar el envejecimiento, pero parece que los estudios actuales coinciden en buscar datos más convincentes en otros terrenos con el fin de encontrar qué podría detener esta función normal de los organismos vivientes.

No todos envejecemos igualmente, pero es indudable que hay una serie de hechos que, con todas las variaciones individuales, se suceden de forma inexorable.

Durante la niñez y la adolescencia, la vida del ser humano es tumultuosa, con una energía pletórica, nada se escapa al poder que se siente para lograr absolutamente todo lo que se propone, aunque en estos periodos de la vida en que todo se realiza por medio de impulsos, no quiere decir que con los años no decrezca, puede disminuir la energía, la actividad física, entre otras.

Por otra parte aumenta la madurez emocional, sexual, pues se acepta la responsabilidad que se tiene para cuidar en todos los aspectos el crecimiento y desarrollo del hombre, aprovechando las fortalezas que se tienen en la edad adulta, lo que constituye la mayor riqueza que va a permitir la conservación de la salud y con ella prolongar la vida con calidad.

Escrito en: vida, humano, desarrollo, estado

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