En nuestros treinta años de periodista no habíamos visto una sucesión presidencial tan adelantada como la de 2012.
¿Se deberá a la urgencia de un relevo presidencial, a la nueva "democracia" mexicana, a la calentura de los partidos políticos o simplemente a que ya no existen límites para que cualquier político muestre libremente sus aspiraciones?
No lo sabemos con certeza, pero lo cierto es que este nuevo esquema de "libertad política" -entre comillas porque está reservado para los partidos y sus militantes-cuesta mucho al país tanto en recursos humanos y económicos como en el trastorno de las acciones de los gobiernos.
Basta acercarse a los medios de comunicación para darnos cuenta de los enormes espacios que se dedican a especular y comentar sobre los candidatos y las elecciones de julio de 2012.
Si a ello sumamos el tiempo que dedica a la sucesión el presidente Felipe Calderón, así como el ahora exgobernador Enrique Peña Nieto y sin olvidar al exsecretario de Hacienda, Ernesto Cordero, entre otros aspirantes, pues ya tendrá usted idea del derroche que representa a México esta acelerada sucesión.
Por ello recordamos aquella sabia frase del líder cetemista Fidel Velázquez cuando sostuvo que "quien se mueve no sale en la foto", en referencia a que los precandidatos o "tapados" del PRI debían estar quietos y dedicados a su trabajo.
Hoy las cosas cambiaron drásticamente. Desde que un político asume un cargo sea diputado, alcalde, senador o gobernador, ya está pensando en su siguiente posición política, pareciera que sufren urticaria y una incontrolable ansiedad al pensar que estarán fuera del presupuesto y alejados de las mieles del poder.
En comicios anteriores se registraron casos de políticos madrugadores como ocurrió con Vicente Fox en 2000 y con Andrés Manuel López Obrador en las elecciones de 2006. Fox sí llegó y López Obrador se quedó en el camino, pero fueron casos aislados y hasta cierto punto inofensivos.
Pero hoy en día la cargada está por todos lados, en todos los partidos y en prácticamente todos los cargos de elección popular que habrán de votarse el primer domingo de 2012.
Estamos a diez meses de los comicios y vemos en campaña abierta a prácticamente todos los aspirantes de cada partido a la presidencia de la República.
En los tiempos del partido único la designación por la vía del dedo presidencial se definía a finales del año previo a la elección. En octubre de 1981 se dio el "destape" adelantado de Miguel de la Madrid porque el sector privado pedía una señal de confianza ante los disparates de José López Portillo. Pero lo común era esperarse hasta noviembre o diciembre.
Ahora llevamos meses aguantando la pasarela de precandidatos presidenciales tal como si viviéramos una feria política en donde todos se creen con el derecho y los méritos para llegar a Los Pinos. Hay muy poca seriedad por parte de estos políticos y sus partidos.
En el PAN son por lo menos cuatro: Josefina Vázquez Mota, Ernesto Cordero, Santiago Creel y un gobernador de poca monta. Por el PRI van dos por ahora: Enrique Peña Nieto y Manlio Fabio Beltrones. En el PRD la lista la encabezan Marcelo Ebrard y Andrés López Obrador, pero podrán surgir más en el camino.
Los panistas tomaron la sana decisión de renunciar a sus cargos para dedicar tiempo completo a sus aspiraciones, pero ya no sabemos si será peor porque vemos a Josefina, Creel y Cordero hasta en la sopa.
La democracia mexicana trajo apertura y mayor competencia, pero a la vez los políticos y sus partidos están asfixiando al país con sus discursos, promesas y sandeces de campaña.
¿No será mejor regresar a la época del "tapado" cuando un político obtenía la candidatura gracias a su trabajo y discreción? Ahorraríamos mucho dinero, horas de trabajo y estaríamos a salvo de tantos dislates y locuacidades.
Envíanos tus comentarios a [email protected]