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Frustración antidemocrática

FEDERICO REYES HEROLES

 E Staba desconsolado. Ese día se habían dado a conocer las encuestas. Imagínate, me dice, si gana el PRI sería como regresar cincuenta años. Traté de sacarlo de su desconsuelo, es el inicio de la carrera, todavía falta el mejor tramo. Las campañas son decisivas. Eso habla bien de nuestra democracia. Hace seis y doce años los punteros perdieron. Los indecisos son hoy una porción muy importante. Un porcentaje muy alto de la población decide en función de los candidatos y su desempeño. El voto ideológico ha disminuido y eso también es sano. El votante mexicano es moderno en su toma de decisiones. Ni la cuna política, ni el dogma dominan su pensamiento.

Sin embargo, no logré convencerlo de que no hay marcha para atrás, de que la democracia mexicana se está consolidando. Insistí. Cada tres años hay alrededor de 3 millones de nuevos votantes. El voto de los jóvenes es apasionante, son de una frescura inmensa. No están casados con un partido ni les interesa militar. Su voto va de un partido al otro de elección en elección y, para complicar más el escenario, votan por diferentes partidos en la misma elección. Ese voto hace que los partidos tengan que poner mayor atención en sus postulaciones, en las campañas. En ese sentido la democracia mexicana es hoy más profesional. Por supuesto que hay una trivialización de las propuestas. La imagen, los spots, desplazan a las ideas. Pero aún así, la democracia mexicana ha avanzado. Hace veinticinco años la simple postulación de un candidato a una alcaldía o gubernatura, incluso a la presidencia por parte del PRI era el anuncio de quien gobernaría. Eso se acabó.

Le expliqué que la república estaba ya dividida en tres: un tercio de las entidades no han tenido alternancia (gobernaba y gobierna el PRI); otro tercio está en alternancia de primera generación (gobernaba el PRI y hoy gobierna otra fuerza) y otro tercio, 12 entidades, están en una alternancia de segunda generación (gobernaba el PRI, salió el PRI y entró otra fuerza que también salió). En la mayoría de los casos -es cierto- ha regresado el PRI. El grupo que tiende a disminuir es el de las entidades sin alternancia y crece el de las entidades con alternancia en segunda generación. Fue allí cuando explotó. Ese es el problema, me dijo, el PRI no se está acabando. Entonces comprendí su frustración. Sus expectativas eran otras.

Como muchos otros mexicanos mi amigo -opositor sistemático del PRI- no apostó por la democracia sino por la aniquilación de ese partido. No le interesa la competencia entre los partidos sino la desaparición de uno en particular y en ese sentido no es un demócrata. Su nivel de tolerancia a ese partido es cercano a cero. Para él la verdadera democracia mexicana pasa por la exclusión del PRI. Pero las democracias no están diseñadas para ese fin, en ellas se debe dar cabida a todas las fuerzas serias y ofrecerles la posibilidad de representar a una porción del electorado, porciones que oscilan, en ocasiones son minoría y en otras mayoría. Una tendencia favorable de más del 40% merece explicación. El elector oscila en sus preferencias y si en 2012 los electores decidieran que el PRI regrese, pues los adversarios deberán analizar qué hicieron mal y qué hizo bien ese partido.

No hubo modo de sacarlo de su falso dilema: si gana el PRI todo el esfuerzo democrático se irá al tacho de la basura. No miraba al elector, lo dominaba su odio al PRI. No podía comprender que detrás de las múltiples victorias del PRI en los últimos años tenía que haber algo más que la confusión popular. Cómo explicar entonces que esos mismos electores votaron por Fox y por Calderón, que apostaron y apuestan por la alternancia. Insistí en el hecho de que el regreso del PRI no sólo ocurría en entidades pobres y con bajos niveles educativos. Nuevo León, Chihuahua, Querétaro o Aguascalientes entre otras, eran ejemplo de lo contrario. Eso nos lleva a la necesidad de comprender a ese electorado que no está encontrando siempre la mejor opción en los otros partidos. Lo que no se vale es decir que "el pueblo" está manipulado cuando gana el PRI y es libre cuando ganan otros partidos. Fue entonces que el apesadumbrado fui yo.

Un demócrata debe admitir la existencia de los otros. Ese es el principio básico de la democracia. Las diferencias pueden ser todas y sin embargo -siguiendo a Voltaire- deberemos defender a muerte el derecho de los otros a expresarse y a existir como tales. Para consolidar la democracia mexicana hay mucho trabajo por enfrente: revisar la forma de designación de los consejeros electorales; garantizar la verdadera independencia de los institutos electorales estatales; combatir la compra o condicionamiento del voto y por supuesto modificar la absurda ley electoral que nos rige y que limita las libertades básicas. Pero algo me queda claro, eliminar al otro, aniquilarlo, no es convicción democrática.

Por el pronto restablecimiento de Alonso Lujambio

Escrito en: democracia, mexicana, voto, alternancia

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