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'Tu eres Pedro, la piedra. San Pablo, apóstol de los gentiles'

Mons. Antonio López Aviña

Después de la Solemne Celebración de la Fiesta del Cuerpo y la Sangre de Cristo que está vivo en la eucaristía y también del Sagrado Corazón de Jesús la Iglesia cierra su ciclo litúrgico con broche de oro, con la Solemnidad de la Fiesta de los bienaventurados Apóstoles, San Pedro y San Pablo. El primero fue escogido por el Maestro para que fuera su Sucesor en la Iglesia que Jesús fundó. Pablo de Tarso, de raza judía, por descender de Abraham y no obstante con ciudadanía romana y celoso de la observancia de la Ley de Moisés, acérrimo enemigo de aquellos que se habían convertido a Cristo, fue elegido como vaso de elección para convertirse en Apóstol de aquellos que no pertenecían a la clase judía y que se les llamaba "gentiles".

En el Libro de los "Hechos de los Apóstoles", cuyo autor es San Lucas, está claramente narrada la conversión de aquel hombre que respiraba odio, rencor, contra los cristianos y que se proveyó de cartas comendaticias, autorizándolo para perseguir a todos aquellos que creían en Cristo y con ardientes deseos que permanecieran para siempre, prisioneros.

Es tanta la importancia de Pedro y de Pablo, no sólo en la Iglesia primitiva, sino en todo tiempo que la Iglesia consagró el día 29 de junio, no sólo para recordarlos, sino ante todo, para reflexionar en sus sabias enseñanzas y cómo por la fidelidad a Cristo, fueron martirizados: Pedro, crucificado como su Maestro, y Pablo decapitado en la ciudad de Roma donde existen tres fuentes que brotaron en los tres tumbos de su cabeza.

Nunca podrá valorarse suficientemente la importancia decisiva que, a través de los siglos, los Apóstoles

Pedro y Pablo han desempeñado en la Iglesia de Dios, de tal manera, que con toda razón, se consideran corno dos columnas graníticas e inconmovibles en la vida y en todos los aspectos de la misma, no sólo en la Iglesia Católica, sino en todo el mundo. De una manera especial por lo que se refiere a las verdades fundamentales e insustituibles de nuestra fe y que debernos luchar siempre para conocerla más a profundidad, más ampliamente y convencernos que nuestra fe es de tal naturaleza, que nos pide estar dispuestos a todo, incluso de sacrificar el don precioso de la vida que el Señor, sin mérito de nuestra parte, nos concedió. La Iglesia compuesta de hombres, a los que, si bien es cierto, que el pecado debilitó, también es cierto que no quedaron corrompidos y condenados, solamente para pecar.

El Sucesor de Pedro, sigue viviendo, enseñando y conduciéndonos a la Salvación, apacentándonos con las Enseñanzas que recibió de Cristo y de las que siempre ha sido fiel custodio, para que sus Mandatos permanezcan incólumes y al mismo tiempo exija la observancia de los mismos. Pero de una manera especial se puede afirmar que la Iglesia ha sido y es acérrima defensora de la vida humana redimida por la Sangre de Jesucristo, Hijo de Dios Vivo.

Hace unos cuantos días, el Sucesor de Pedro dirigiéndose a una Delegación del Movimiento Italiano por la Vida, al cumplir 25 años de haber sido fundado, nos recuerda a una gran mujer, a saber, a la V. Sierva de Dios, Madre Teresa de Calcuta. Juan Pablo II con esa lucidez que tiene del Espíritu Santo, manifestó, sus ardientes deseos "que el Movimiento por la Vida se mantenga muy unido y siga siendo una fuerza de renovación y de esperanza en nuestra Sociedad". Es tan importante el discurso del Papa a un Movimiento Apostólico que cumplió sus Bodas de Plata de haber nacido, que nuevamente habló claro, enseñó como Maestro y con una exigencia verdaderamente Pastoral y dirigiéndose a los integrantes del mencionado Movimiento, los exhortó: "El Señor os ayude a trabajar incesantemente para que todos, creyentes o no, comprendan que la defensa de la vida humana desde la concepción es condición necesaria para construir un futuro digno del hombre". Recordó en esa ocasión a la V. Madre Teresa de Calcuta, a la que el Movimiento Italiano por la Vida, con toda razón consideró como Presidenta Espiritual de todos los Movimientos por la Vida, en el mundo.

Esta V Mujer en un momento solemne de su vida, cuando recibía el honor de ser galardonada con el Premio Nobel de la Paz- quien lo creyera -aquella humilde mujer, de cuerpo débil, pero de un gran corazón tuvo la valentía de afirmar también con seriedad, ante quienes son los "responsables de la Comunidad o Comunidades Políticas, diciendo lo siguiente: Si aceptamos que una Madre suprima el fruto de su seno ¿qué nos queda? El aborto es el primero que pone en peligro la paz en el mundo". Y efectivamente el Mensaje que dio aquella gran Mujer es una verdad que nadie cuerdamente puede negar, ya que como afirma el Santo Padre: "No puede haber auténtica paz sin respeto de la vida, especialmente del inocente e indefenso, como la de los niños por nacer". Una coherencia elemental exige que quien busca la paz defiende a la vida. Ninguna acción a favor de la paz puede ser eficaz si no se opone con la misma fuerza a los ataques contra la vida, en todas sus fases, desde su nacimiento hasta su ocaso natural.

Estoy seguro que quienes reflexionen seriamente acerca del contenido de la Enseñanza del Pontífice, no es otra cosa que un esfuerzo noble, digno y humano por defender siempre la vida. Es algo preocupante y amenazador por la existencia misma de la Humanidad que sólo los incrédulos y los incapacitados mentales pueden negar que: En el mundo entero día a día aumentan las insidias, amenazan la vida naciente. El laudable deseo de tener un hijo impulsa a veces a superar fronteras que no se deberían traspasar, embriones engendrados en números excesivos y seleccionados y congelados son sometidos a experimentación -destructiva y destinados a la muerte, con decisión premeditada.

Después de lo expuesto se siente "cómo es necesario exista una ley que defienda los derechos de los hijos concebidos y no sólo en la letra, sino de una manera formal y concreta, se defiendan los derechos que tiene todo niño al nacer, aunque sea concebido, con métodos artificiales, de suyo, moralmente inaceptables.

Pienso que ante estas verdades, tiene que caer por tierra todo aquello que, de una manera u otra, atenten contra la vida de un inocente que no tiene culpa alguna de haber sido concebido, pero que una vez que ha nacido, tiene todos los derechos naturales e inalienables de toda persona. Los Pastores de la Iglesia Católica en estrecha unión con el Papa, hacemos totalmente nuestras las Enseñanzas del Vicario de Cristo, con el cual les decimos: "Amadísimos Hermanos y Hermanas: No os desaniméis, no os canséis de perdonar y testimoniar el Evangelio de la Vida; ayuden a las Familias de aquellas Madres que, por circunstancia de toda naturaleza están pasando por una situación plagada de dificultades. Especialmente a vosotras, mujeres, os renuevo la invitación a defender la Alianza entre las Mujeres y la Vida y de haceros Promotoras de un nuevo feminismo que, sin caer en la tentación de seguir modelos "machistas" sepa reconocer y expresar el verdadero espíritu femenino en todas las manifestaciones de la convivencia civil, trabajando por la superación de toda forma de discriminación, de violencia y de explotación". (Evangelio Vitae, 99).

Como ya en otras ocasiones he escrito que, en nuestro país nadie podrá dudar o negar que, muchos niños concebidos jamás verán la luz de este mundo y que el haber sido asesinados ya por sus propios padres o por aquellos que practican esa acción criminal, dejarán en ellos un estigma que los acompañará durante toda su existencia.

Esta es la Enseñanza de nuestros Pastores, que tenemos la obligación de enseñar la verdad y de responder a quienes quieren que guardemos silencio, las palabras de los Apóstoles Pedro y Pablo, ante los poderosos de su tiempo: No podemos no hablar.

Veis Hermanos míos, el papel decisivo que Pedro y Pablo, columnas de la Iglesia, han desempeñado y desempeñarán hasta el final de los siglos. Toca a todos vosotros reflexionar el rico contenido de estas verdades de cuya observancia depende la misma raza humana.

Escrito en: Iglesia, que,, toda, vida

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