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Enrique Mijares, profeta en su tierra

Enrique Mijares, profeta en su tierra

Enrique Mijares, profeta en su tierra

Ya se ha vuelto una buena costumbre el hecho de homenajear a un escritor durangueño dentro de estos encuentros anuales. En el 450 aniversario de la fundación de la ciudad queremos celebrar la vida y la obra de Enrique Mijares, tan admirado por todos nosotros. Agradezco la invitación de la Sociedad de Escritores de Durango para referir algo a propósito de esta sobresaliente trayectoria literaria. Se trata de la imposible encomienda de resumir en una cuartilla y media las casi cuarenta páginas que reseñan su currículum profesional.

Para mi generación, Enrique Mijares siempre fue y ha sido el hombre de teatro por excelencia. Un poco más atrás, se le recuerda como un magnífico participante en los certámenes de oratoria que organizaba la Universidad Juárez, su Alma Mater. Entró, como muchos futuros grandes literatos, por la puerta de la poesía. Y no creo equivocarme si señalo que, junto a las tareas del dramaturgo y a las numerosas puestas en escenas que le debemos (más de un centenar), la historia ha sido otra rama fundamental de su vocación intelectual. Así, por ejemplo, en 1984, publicó Una ciudad lejana, joya bibliográfica ahora inencontrable, que daba cuenta del devenir durangueño en fotografías anotadas por el autor.

Sería entonces muy interesante abordar aquí toda su obra editorial (treinta y tantos títulos de poesía, novela, cuento y ensayo). Sin embargo, a favor del tiempo, permítanme al menos apuntarla, subrayando de paso el proverbial talento que tiene Enrique en principio para nombrar sus libros: Durango a cordel y regla (1991); El convidado de piedra (1997), en donde hace hablar al emblemático Cerro de Mercado: "Mi existencia es una larga sucesión de accidentes metereológicos; vientos y tormentas; sol y cielo despejado; heladas y nieve, relámpagos y truenos, lluvias de estrellas y remolinos de tierra colorada"; ¿Herraduras al centauro? (1997), "Una visión de Villa animada por un espíritu de comprensión", según Aurelio de los Reyes; Enfermos de esperanza (1997), que le valió el Premio Internacional Tirso de Molina. Esta obra de teatro recrea la rebelión zapatista de Chiapas en el año 2004; Adictos a la vida (2005); Un aire de familia (2006), recreación en torno a la célebre familia Revueltas; Los años con Carlos Fuentes (2008). Por fortuna ya se han publicado incluso sus Obras completas, si bien es necesaria una mejor difusión de las mismas.

Vale la pena también decir que, además de haber recibido galardones de carácter nacional, se le ha distinguido también con otros premios internacionales: el Emilio Carballido (1995) y el Manuel Acuña (1996). Y sobre su producción han escrito, entre otros, Víctor Hugo Rascón Banda, Evodio Escalante Betancourt, Fernando de Ita y el propio Emilio Carballido. Su tarea ha sido representada en no pocas ciudades del país y del extranjero. Ha participado en Congresos en Argentina, Colombia y Estados Unidos. Pertenece al Sistema Nacional de Creadores de Arte, y asimismo es Doctor en letras españolas por la Universidad de Valladolid.

Conferencista, tallerista (es fundador, como sabemos, del Taller de Teatro Espacio Vacío), Enrique Mijares ha hecho de la libertad de creación una práctica cotidiana. Una labor nada fácil en un medio tan conservador como el durangueño de no hace tantos ayeres. Nadie como él representa entre nosotros la vanguardia en todos los sentidos: su posición crítica ante los poderes políticos y religiosos locales (expresada a través de la lectura bien hecha y de la buenas letras), porque es fácil criticar aquí en Durango a un Presidente de la República...pero a un gobernador o a un arzobispo...ni pensarlo: sería condenarse a las llamas eternas del infierno. Por ello, nada más lejos de sus obras que la demagogia y la falsedad del discurso oficial. En sus páginas siempre resuena "la otra voz", la rebelde, incómoda, irreductible y sin concesiones de ninguna índole que descubre la parte oculta de la realidad (hay que leer su ensayo sobre el Movimiento del Cerro de Mercado de 1966 para saber lo que significó tal hecho histórico). Recuerdo que (¿fue en los noventas?) asistí al Auditorio Universitario. Las acciones estaban basadas en "Las Aves" de Aristófanes, pero algunos personajes podían ser muy reconocidos por todos: eran los protagonistas políticos de aquel Durango. No faltaría el despistado que dijera: si son fulanito y sutanito, ¿por qué tienen nombres griegos?

Confluencia de géneros, adopción de formas artísticas universales, en la obra de Enrique Mijares nos reconocemos. Profeta en su tierra (con toda justicia lo es), muchas de nuestras ilusiones y frustraciones como duranguenses están descritas en sus escrituras con gracia e incisivas interrogantes. ¿Cómo se las ha arreglado Mijares para lograrlo? ¿Cómo le ha hecho para no caer en el servilismo? ¿Cómo ha podido alcanzar tanto en medio, la mayoría de las veces, de la indiferencia, la negligencia y la ignorancia? Porque nada se le ha regalado: todo ha sido fruto de su imaginación y talento literario. Y para ello se ha valido de dos claves netamente cervantinas: el humor y la crítica. Su labor ha dejado escuela.

Son muchas, pues, las lecciones debidas a Enrique Mijares. Así ha llegado a ser, desde mi punto de vista, el mejor escritor contemporáneo de la localidad dentro y fuera de la entidad. Y seguramente la más la más loable de dichas lecciones es que con valentía, con entrega y fidelidad a las posibilidades transformadoras de la cultura, y con una honestidad a toda prueba, se puede ser un verdadero intelectual en Durango...claro: sin morir en el intento. (OJL, palabras de presentación a Enrique Mijares, en el homenaje que se le rindió al dramaturgo duranguense el pasado 13 de julio en el Museo de la Ciudad, dentro del Encuentro Internacional de Escritores "José Revueltas" 2013).

Escrito en: Enrique, obra, sido, hecho

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