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¿Les damos tiempo de calidad a los hijos?

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PADRES E HIJOS

Cuando éramos pequeños, los hijos solíamos preguntarnos a nosotros mismos por qué los papás no nos dedicaban más tiempo (difícilmente les planteamos la interrogante en forma directa, por respeto, supongo), porque quizá la respuesta ya la conocíamos de antemano: las múltiples ocupaciones laborales les impedían atendernos como ellos hubieran querido para compartir mil cosas que hubiéramos deseado para que nos conocieran mejor, o tal vez, simplemente, para pasar juntos un rato de diversión en cualquier juego de nuestro agrado. A final de cuentas, lo importante era su presencia, que se interesaran un poco más en nosotros.

No obstante, conforme pasa el tiempo y los hijos nos convertimos en padres, nos damos cuenta de que no es tan sencillo disponer del tiempo que quisiéramos para destinárselo a los hijos, pues sólo entonces constatamos que, efectivamente, esas "ocupaciones" laborales nos absorben a tal grado que nos distraen y nos roban esos momentos que desearíamos invertir para convivir más con nuestros vástagos, porque estamos conscientes de que el trabajo es una actividad ineludible en la que debemos cumplir, pues a partir de ello podemos acceder a un ingreso económico que nos permite solventar las principales necesidades económicas de la familia.

Sin embargo, también en la medida de lo posible, buscamos cumplir con nuestras obligaciones laborales para convivir el mayor tiempo que podamos con la esposa y los hijos, sobre todo si estos son todavía pequeños y nos exigen que los atendamos para compartir sus juegos, sus fantasías, sus inquietudes, sus expectativas, en donde los padres desempeñamos un rol fundamental, ya que nos involucran como protagonistas de sus vidas, además de que el hecho de participar en sus juegos nos sirve para conocerlos a profundidad y, de paso, nos ayuda a deshacernos del estrés que en ocasiones nos provoca la responsabilidad en el trabajo.

Por ello, amable lector, para muchos padres, estar con los hijos y compartir con ellos parte del día es algo mágico, reconfortante, pues su energía inagotable y su desbordante entusiasmo por la vida nos contagian de optimismo y confianza que hacen que, al menos por un rato, olvidemos los problemas laborales y personales. Después les encontraremos la solución más adecuada; lo importante es disfrutar esos momentos con la familia que nos impulsan a seguir adelante, pese a las adversidades y a las pequeñas piedras que nos encontramos en el camino y que a veces nos impiden avanzar al ritmo que llevábamos.

Luego de una jornada laboral, en verdad, no hay nada que se compare a ser recibido en casa por un beso y un abrazo de las criaturas con que hemos sido bendecidos. El comité de recepción con un grito al unísono de "¡Papito!" es algo único, ya que nos permite recargarnos de una energía especial que sólo transmiten los hijos cuando te estrechan y sientes ese calor de hogar del que está impregnado este lugar sagrado donde nos refugiamos con la pareja para compartir las tareas escolares y los juegos que ellos imaginan para involucrarnos como parte esencial de sus fantasías.

Todos estos detalles de la diaria convivencia son una clara muestra de que vale la pena vivir, de ahí que, sobre todo cuando los hijos son bebés y se encuentran en tal estado de vulnerabilidad, buscamos pasar el mayor tiempo a su lado para verlos crecer, pues esos momentos son irrepetibles y nada nos complace más que ayudarlos en el aprendizaje de sus primeros pasos, cuando empiezan a explorar su entorno por sí mismos hasta que se vuelven autosuficientes en ese aspecto y luego nos causan uno que otro susto o dolor de cabeza por alguna travesura o por algún golpe que se dan o por el valor de los objetos que rompen por su curiosidad.

Es cierto que no siempre es posible pasar mucho tiempo con ellos, aunque sí podríamos procurar que ese tiempo que les dediquemos sea de calidad, es decir, que realmente lo aprovechemos para conocerlos, para expresarles cuánto nos importan, cuánto los amamos. En cuanto sea posible, tratemos de olvidarnos de los pendientes que dejamos en el trabajo para disfrutar plenamente esos momentos con los hijos y la pareja, siempre y cuando esto sea factible por las jornadas laborales de ambos padres.

Por supuesto que no es fácil destinarles mucho tiempo a los hijos, sobre todo si el trabajo nos absorbe todo el día. Sin embargo, intentemos encontrar esos espacios, que deben ser sagrados para compartir con los pequeños sus anhelos, sus sueños, pues finalmente por ellos nos esforzamos en todo lo que hacemos, para darles lo mejor, aunque esto no necesariamente significa proporcionarles todo lo que nos pidan, ni tratar de compensar con los regalos los ratos de juegos que no pudimos compartir juntos.

Sólo démosles tiempo de calidad, impregnado de interés genuino por sus actividades, sus inquietudes y, sobre todo, no temamos ser nuevamente niños cuando nos inviten a sus juegos. Vale la pena. Se lo garantizo.

Escrito en: tiempo, compartir, hijos, pues

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