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Bandoleros históricos de Durango

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ENRIQUE ARRIETA SILVA

Sobre los bandoleros de Durango o que operaron en Durango, se ha escrito poco o no se ha escrito nada, por eso me permito adelantar este esbozo, porque ellos forman parte de la historia, por muy cruento que sea el relato.

Tengo para mí, que el más célebre, fue Heraclio Bernal, cuya cuna se disputan Durango y Sinaloa, pues unos dicen que era de Santiago Papasquiaro, otros que de San Ignacio, Sinaloa. Sea como fuere, lo cierto es que operó tanto en la sierra de Durango, como en la de Sinaloa y que tenía ideología política y social, pues lanzaba fuertes y viriles críticas al gobierno de Porfirio Díaz, lo que lo hace un bandolero de tipo social y sentido político.

En una nada, Heraclio Bernal, es el bandolero mexicano más famoso, pues aunque Manuel Payno, inmortalizó a los bandidos de río frío, con su novela que lleva por nombre precisamente Los bandidos de río frío, que según dicen los conocedores es la mejor novela costumbrista mexicana, considero que es más popular, pero mucho más popular Heraclio Bernal, que los bandidos de río frío. A Heraclio Bernal, se le acabaron sus pasos, el 5 de enero de 1888: "Que es aquello que relumbra/ por todo el camino real,/ son los rifles del dieciocho/ que trai Heraclio Bernal/Mal haya el vestido negro/ y el sastre que lo cortó,/mal haya Crispín García/ que a su compadre entregó".

En el año de 1862, existió en Durango, el famoso bandido llamado "El Alacrán," aprehendido en San Lucas de Ocampo, fue pasado por las armas, como justo castigo por sus muchos crímenes.

El 13 de junio de 1898, como a las once de la mañana, en el camino de la hacienda de Santa Lucía, un grupo de bandidos, asaltó a don Felipe López, quien iba acompañado de Luis Reyes, Rafael Ortega y Flavio Barrientos, trabándose un reñido combate que duró aproximadamente quince minutos, combatiéndose a una distancia como de ochenta o cien metros y consumiéndose por ambas partes 150 tiros. Del lado de los asaltados, Luis Reyes resultó herido en la articulación media del lado derecho y muerto Rafael Ortega. Por parte de los asaltantes, murieron los bandidos Federico Arreola y Refugio Alvarado, en medio de espantosas convulsiones. La prensa calificaba a Refugio Alvarado, mil veces más temible y sanguinario que Ignacio Parra.

Por más de ocho años, Ignacio Parra, fue el terror del estado, por sus continuas correrías, ya fuera un robo de más o menos cuantía cometido en alguna hacienda, ya un asalto en camino real de algunos viajeros, otras veces el asesinato, el rapto, el incendio. La prensa lo calificaba como una fiera sedienta de sangre y de extermino. Cometía hoy un crimen y al día siguiente se encontraba a treinta leguas del lugar de los hechos. A la cuadrilla de bandidos de Ignacio Parra, perteneció Pancho Villa, quien sin duda aprehendió de Ignacio Parra, la rápida movilización en cabalgadura. Un telegrama, marcó el fin de Ignacio Parra: "Lic. Ignacio Borrego, Director del periódico La Evolución: Ayer cinco de la tarde, fue alcanzado cerca de Santa Isabel, por el Sr. Octaviano Meraz, bandido Ignacio Parra, quien resultó muerto en la refriega. El Corresponsal, Canatlán, 24 de noviembre de 1898." Después se supo, que Ignacio Parra, iba acompañado por su hermano Ignacio y su primo Matías Parra, los que lograron escapar por lo escabroso del terreno y que Meraz, iba acompañado por cuatro hombres, pues había dejado de vigías a otros cuatro en el cerro de La Calavera, inmediato al rancho de Palos Colorados. El cadáver de Ignacio Parra, presentaba cuatro tiros, todos hechos por Octaviano Meraz, como a una distancia de trescientos metros: uno que le atravesó las dos piernas por los muslos, otro que le penetró la espalda y le salió cerca de la tetilla izquierda, otro en un costado y otro más en una de las posaderas. Sobre el cadáver de Ignacio Parra, quedaron un magnífico rifle Winchester y una pistola sistema Hulbert mango de concha calibre 44 y dos cartucheras con poco menos de cien tiros. Como recompensa por esta acción, Octaviano Meraz, el primero de enero de 1899, fue nombrado Comandante de la Gendarmería Montada del Estado, quien por cierto, reconoció la valentía de Ignacio Parra y compañeros, pues dijo que todos se habían batido con denuedo. El cadáver de Ignacio Parra, en cuyos bolsillos del pantalón sólo se encontró un pañuelo blanco bordado, fue conducido a Canatlán el 24 de noviembre de 1898, por algunos vecinos de la hacienda de Santa Isabel y exhibido al público, recibiendo sepultura por la tarde en el panteón de Canatlán. Para los vecinos de Canatlán, fue un cuadro más que desgarrador ver a la pobre madre de Ignacio Parra, abrazada al cadáver de su hijo expuesto al público. He aquí el corrido, anónimo como todos los corridos auténticos, compuesto por la musa popular a Ignacio Parra: "Año de mil novecientos/noventa y ocho al contado;/mataron a Ignacio Parra,/que era hombre muy afamado./Ignacio traiba una yegua/de una andadura especial; se le cayó sin remedio, de poderla levantar./Ignacio ya con huarachis,/y con un rifle en la mano:¡hay que sacar a Refugio, siquiera de aquí del llano./ Luego se encontró con Pedro,/que dicen que es Villarreal; amigo preste el caballo,/que orita voy a peliar./Luego que Ignacio se vio,/en un caballo montado;/le dice a Matías su hermano, ya déjame sin cuidado./Ignacio se retiró, dando los últimos pasos;/se encontró con la acordada, se agarraron a balazos./ Ignacio se tiró a pie,/para peliar más a gusto; no hay duda yo moriré,/pero han de llevar buen susto!/Don Octaviano Meraz,/esto le dice a su gente,/¡quien sabe cómo nos vaya/me dicen que es muy valiente!/Don Octaviano Meraz,/él le dice a su guerrilla, ustedes me lo entretienen,/y yo le busco la orilla./Don Octaviano Meraz/como quien caza un venado,/no dejó de echarle tiros, hasta que lo vio tirado./Luego que lo mató/dijo lo hemos de colgar;/avisamos a los Berros,/lo vengan a levantar./Y llegaron a los Berros/esto se les ha ordenado,/en el Puerto del Alacrán,/a Ignacio dejé colgado./De pronto me lo traerán,/sin ninguna dilación, lo llevan a Canatlán,/ bajo mi jurisdicción./Hombre de mucha viveza,/según yo lo comprendo,/le mocharé la cabeza,/para entregarla al Gobierno./Dice Francisco Morales,/ puede ser no sea así;/ si usted le sigue más males,/ primero me mata a mí./Ese día que fue la acción,/Como tres veces se vieron,/pero no se hicieron nada,/porque no se conocieron."

Con fecha 23 de mayo de 1932, se notificó la sentencia de pena de muerte, dictada por el licenciado Jesús Álvarez, Magistrado de la Tercera Sala Unitaria del Supremo Tribunal de Justicia del Estado de Durango, en contra de Gregorio Acosta y Margarito Sánchez, por los delitos de robo con violencia y homicidio, cometidos en el asalto al tren de Bermejillo a Mapimí el 5 de septiembre de 1929, asesinando a varios empleados de la Compañía Peñoles y llevándose 26 mil pesos, que eran la paga de los trabajadores. Ellos dos eran los jefes de la banda integrada por Anselmo Galván, Vicente Valenzuela, Anastacio García, Feliciano Algara y otros, en contra de quienes se dejó abierto el proceso para cuando se lograra su captura. Se dijo que los sentenciados a la pena de muerte, demostraron su entereza cuando escucharon la notificación de la última pena, aunque no podían ocultar en el rostro el esfuerzo por permanecer serenos. ¿No daría lugar este asalto al tren de Bermejillo, al corrido de los dos amigos, que por no venir tan de "oquis" robaron Guanaceví? pues según dice el corrido, uno de ellos invitaba al otro a robar el tren que venía de Bermejillo.

Escrito en: Ignacio, Parra,, Octaviano, pues

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