Recuerdas, Terry, aquella vez que nos perdimos en el bosque? Más bien: aquella vez que me perdí. Tú apenas habías dejado de ser un cachorrito, pero tomaste el aire en tu nariz y luego echaste a caminar como quien conoce de seguro el rumbo. Yo te seguí. A poco hallamos -hallaste- la vereda que nos llevaba a casa.
Siempre tuviste noción cierta del rumbo. Yo nunca la he tenido, perro mío. A cada rato el camino se me pierde y no lo puedo hallar. A cada rato me pierdo y no me puedo hallar.
¡Cómo te necesito, Terry, para que me encuentres! ¡Cómo te necesito para encontrarme! Para eso son los amigos, Terry: Para ir a tu encuentro y ayudarte a que te encuentres.
¡Hasta mañana!...