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Hombre de luces

Francisco Torres M.

Es la mitad del siglo XVIII, el Siglo de las Luces y de la Ilustración.

La época es extraordinaria: en 1750 muere Bach, pero en 1759 Haydn escribe su primera sinfonía. Ese mismo año muere Handel pero nace Schiller. En 1769 Watt patenta la máquina de vapor y Napoleón nace en Córcega. En el ámbito de la filosofía y del pensamiento domina el racionalismo... En este ambiente nace Johann Wolfgang von Goethe en Frankfort, Alemania, el 28 de agosto de 1749.

A su padre le debió mucho de su formación intelectual, la cual estuvo acompañada de su pasión, escepticismo y ambición. Y si esta influencia le dio alas al genio creador, también le dejó la depresión contra la cual combatió toda su vida y que venció gracias a los alegres y viriles elementos de su naturaleza, cercanos al encanto y espontaneidad de su madre.

Si el pensamiento de Goethe se plasma magistralmente en el “Fausto” –su máxima obra-, a su vez el personaje, el doctor Fausto, tiene su modelo en Goethe: “mi vida, una aventura única. No aventura por el esfuerzo hecho para perfeccionar los elementos depositados por la naturaleza en mi alma, sino por el realizado para adquirir lo que no había puesto. Equilibrio de buenas y malas tendencias. Por lo tanto, constante tortura sin verdadero goce”.

“... renuévase el dolor y el lamento vuelve a seguir el laberíntico y extraviado curso de la vida, nombrando los bienes queridos que, engañados por la dicha, en horas risueñas, desaparecieron antes que yo”, quizá así soñaba con las sombras vacilantes de su vida en el propio borde de la muerte, medio dormido, cuando con el dedo corazón de la mano derecha trazaba signos en el aire...

“Después se arrellanó cómodamente en su butaca y desapareció a la misma hora en que había nacido: cerca del mediodía”. Así, en Weimar, el 22 de marzo de 1832 moría Goethe.

He aquí fragmentos de “Fausto”.

El Señor: ¿Conoces a Fausto?

Mefistófeles: ¿El doctor?

El Señor: Mi siervo.

Mefistófeles: ¡Singular manera de serviros, a fe!... El frenesí le impulsa a lo lejos, y sólo a medias tiene conciencia de su locura...

El Señor: Aunque ahora me sirve sólo en medio de su turbación, presto le guiaré a la claridad...

Mefistófeles: ¿Que apostáis? Aun le perderéis si me dais licencia para conducirle poco a poco a mi camino.

El Señor: En tanto que viva sobre la tierra, no te sea ello vedado. El hombre yerra mientras tiene aspiraciones.

Mefistófeles: Así, os lo agradezco, porque con los muertos nunca me ha gustado meterme. Prefiero las mejillas carnosas y frescas...

El Señor: Pues bien, séate ello concedido. Desvía de su origen este espíritu y si en él puedes hacer presa, llévatelo contigo por tu senda abajo; pero caiga sobre ti la confusión si te ves obligado a confesar que, en medio de su vago impulso, el hombre bueno sabe discernir bien el recto camino...

Escrito en: Señor:, medio, tiene, nace

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