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La Ojuela

Joya de la minería mexicana

La Ojuela

La Ojuela

Alexander Czaja y José Luis Estrada

No está comprobado si el gran naturalista y explorador Alejandro von Humboldt, visitó en su viaje por el norte de México también Ojuela, pero en la gigantesca sala mineralógica del Museo de Ciencias Naturales de Berlín, que hoy lleva su nombre, podemos admirar una considerable colección de piezas de esta mina. También en otras partes del mundo, los hermosos cristales de Ojuela hechizan tanto a coleccionistas de minerales como a los geólogos.

Son 137 los minerales que fueron descritos hasta la fecha pertenecientes a Ojuela, número que superan solamente algunas minas en el mundo. Algunos de estos minerales como la ojuelita o Mapimíta, fueron encontrados exclusivamente en esta mina al pie del Cerro de la India.

Pero no solamente son los minerales, sino también la belleza singular del paisaje y, sobre todo, la larga historia de más de 400 años, los que hacen de Ojuela uno de los sitios más interesantes en el norte de México.

LOS INICIOS

Un siglo después de la Conquista de México, el transporte marino de metales preciosos de las extensas colonias del imperio español, apenas se acercaba a su auge. El Siglo de Oro español, período donde florecieron el comercio y las artes, convirtió la península en una potencia militar y, al mismo tiempo, cultural. Lo anterior fue resultado de su actividad minera en Las Indias.

Semanalmente llegaban barcos a los puertos de Sevilla cargados con la quinta parte de oro y plata, contribución a la Corona, con un sólo destino: la hambrienta corte real en Madrid, la nueva capital del imperio. La mayor parte de este tesoro procedía de la Nueva España, el futuro México, donde la Corona de Castilla tenía las minas más antiguas del continente (Taxco, Guerrero, 1534). Una de ellas conservaba desde hace mucho tiempo, la contribución mayor de metales preciosos de todas las minas de la Nueva España. Su nombre, Ojuela.

Desde su descubrimiento en 1598, Ojuela fue muy importante económicamente tanto para los españoles como para los mexicanos, sobre todo, después de la Independencia. Sin embargo, pasaron casi 350 años antes de que la mina obtuviera su fama mundial entre los coleccionistas de minerales.

Aunque la minería en México tiene diversos e importantes antecedentes precolombinos, fueron realmente los conquistadores los que iniciaron una verdadera explosión de esta actividad en el país. La «fiebre de oro» se convirtió muy pronto en una «fiebre de plata» con grandes hallazgos de este metal en minas de Guerrero, Guanajuato y Zacatecas, y los conquistadores avanzaron al norte con una velocidad impresionante. A finales del siglo XVI, ya estaban en la región que hoy ocupa el estado de Durango, y en 1598, descubrieron los yacimientos de plata cerca de Mapimí, ciudad que, de acuerdo con la leyenda, fundaron ese mismo año.

La región alrededor de Mapimí y Ojuela ya estaba habitada por la tribu indígena de los tobosos, los incómodos vecinos de los irritila que vivían en los alrededores de la Laguna de Mayrán.

Mientras que el nombre de la ciudad de Mapimí es sin duda de origen indígena, existe mucha polémica entre los historiadores sobre la etimología de Ojuela. Thomas Moore y Peter Megau, ambos expertos en minería del norte de México y autores de importantes investigaciones sobre Ojuela, ofrecen por lo menos tres explicaciones: la primera supone que el poblado recibió su nombre del misionario-explorador don Francisco de Ojuela, quien descubrió una de las mina de este complejo; la segunda, habla de la posibilidad de que el nombre se derive de una entrada natural a la parte norte del cañón, la cual realmente parece como un «ojo pequeño». De acuerdo con Moore y Megau, no es difícil imaginar cómo los descubridores españoles gritaron “hojuela, hojuela”, viendo las grises menas con plata en la entrada a la mina.

La tercera versión es la menos espectacular, pero posiblemente la más cerca a la realidad histórica. La palabra «ojuela» es un viejo término minero español que describe delgadas placas del mineral galena que contienen plata. Y es que realmente la galena es uno de los minerales más abundantes en las minas de Ojuela.

Existe una cuarta explicación que remite a la más reciente investigación sobre esta mina, desarrollada en un fascinante libro sobre el puente colgante de Ojuela, de W. Panczner, escrito en 2013. En él, se menciona que estas minas fueron descubiertas por un padre jesuita llamado Servando de Ojuelos, un año después de la fundación de Mapimí en 1598.

Se conoce poco sobre las primeras décadas de exploración de los españoles en este distrito. Lo que se puede asegurar es que, como sucedió en otras minas de las colonias, las condiciones de trabajo en Ojuela fueron tan duras e inhumanas que pronto redujeron la población nativa. La resistencia contra los españoles por parte de otros pueblos indígenas de la región y del norte del país fue tan grande, que obligó a la Corona y, luego de la Independencia, al gobierno mexicano, a instalar guarniciones militares para proteger Mapimí y las minas de su alrededor.

Durante más de dos siglos, los españoles exploraron Ojuela exitosamente; asimismo, Mapimí, situado dentro del Camino Real, ganó importancia como el primer distrito minero del estado de Durango.

Alrededor de 1775, se encuentran las primeras menciones escritas sobre Ojuela en los archivos eclesiásticos de Durango Capital. Después del retiro de los españoles (1821), las minas de la región cayeron y perdieron su importancia, pues el joven Estado mexicano estaba en fase de consolidación después de la lucha por la independencia. Lo que siguió fueron las repetidas invasiones de los pueblos nativos del norte, hecho conocido como la guerra entre los comanches y México, que devastó considerablemente la región. W. Panczner menciona en su libro sobre Ojuela que a pesar de esta difícil situación, la minería no cayó totalmente, y Mapimí fue el poblado más próspera en el estado de Durango, después de la capital.

EL TIEMPO DE ORO

Con el fin de revivir la minería en el país, a mediados del siglo XIX, el gobierno de México autorizó la entrada de capital extranjero, excepto el español; sin embargo, las medidas fueron tan restrictivas, que la mayoría de las minas del territorio fueron abandonadas casi por completo.

La situación empezó a mejorar luego de las modernizaciones en la industria que inició el presidente Porfirio Díaz a finales del siglo XIX, donde grandes inversiones en infraestructura generaron efectos positivos también en la minería. Poco después, empezó el «tiempo de oro» para Ojuela, con la entrada de una nueva empresa: la compañía minera de Peñoles.

Para Peñoles, firma apenas fundada por seis hombres de negocios de la ciudad de Durango y equipada con capital mexicano, británico y alemán, la adquisición de Ojuela fue más que suerte, fue la «joya de la corona», como lo ha descrito M.F. Campos en su libro Primer siglo de Peñoles, del año 1988.

Con Peñoles, empezó el apogeo de Ojuela, pues la empresa modernizó la tecnología, construyó el famoso puente colgante e introdujo minería en gran escala a Mapimí. Ojuela creció y se transformó rápidamente en un pueblo de más de cinco mil habitantes, en su mayoría, mineros y sus familias, quienes vivieron en sus propias casas, hoy ruinas.

Las condiciones de vida de estas personas en el poblado de Ojuela, no solamente fueron las mejores de todo el país, sino de todo el continente americano, como lo subrayó W. Panczner en su libro Minerals of Mexico, editado en 1987.

Alrededor de 1900, cuando la ciudad de Torreón apenas había sido fundada, ya existían en el poblado de Ojuela baños públicos con agua caliente, una escuela, diversas tiendas, sala de billar, e incluso, un teatro moderno. Para jugar tenis, los directivos de la empresa minera no necesitaban bajar del cerro, pues tenían una cancha dedicada a la práctica de este deporte entonces nuevo, arriba en Ojuela. Incluso contaban con un hospital de la empresa, ubicado en Mapimí. Los cronistas mencionan por unanimidad que los sueldos de los mineros fueron, por mucho, los más altos de todo México.

En los años anteriores a la Revolución Mexicana, trabajaban en el distrito de Ojuela alrededor de mil 200 mineros explotando 500 toneladas de óxidos y sulfuros por día. Peñoles construyó una moderna planta de fundición cerca de la Hacienda de Agua, y una línea de ferrocarril conectaba las minas y la fundición con la estación Bermejillo. Pero la obra maestra fue un puente colgante de 326 metros de longitud, llamada Puente de Roebling, por el nombre de la empresa constructora John A. Roebling, de Nueva York.

En su tiempo, el puente de Ojuela fue uno de los más largos del mundo, una maravilla tecnológica y un símbolo del México moderno.

A pesar del bienestar de los mineros y trabajadores, la gran parte de las ganancias de la explotación minera en Ojuela y otras minas de México, se quedaba en manos de los inversionistas extranjeros, lo que provocó un creciente descontento social. De acuerdo con Thomas Moore, antes de la Primera Guerra Mundial, Peñoles fue un conglomerado multinacional y la mayoría del capital provenía de Europa (Alemania y Gran Britania) y Estados Unidos. Hoy la empresa es cien por cierto mexicana.

En pocos años, Peñoles se convirtió en un importante productor de plomo y cinc a nivel mundial, una seria competencia para los gigantes de la minería estadounidense como los Guggenheim. Todo indicaba que Ojuela estaba al inicio de un largo período de prosperidad. Sin embargo, pocos años después, con la agitación de la Revolución Mexicana, la Primera Guerra Mundial y, posteriormente, la fuerte caída de los precios de metales, empezó el declive de la exploración en Ojuela.

A finales de los años treinta, después de más de 340 años de explotación, se cancelaron los trabajos en la región minera de Mapimí. No obstante, al cierre de la mina, la historia de Ojuela inició un segundo «tiempo de oro», el cual persiste hasta hoy y, en cierto sentido, es más glorioso que el primero. Esta «segunda vida» empezó al finalizar la Segunda Guerra Mundial, con el descubrimiento de los famosos minerales de Ojuela.

Escrito en: Ojuela, minas, Ojuela,, después

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