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ARMANDO FUENTES AGUIRRE

Un hombre tenía un erial lleno de ortigas y cardos espinosos, y tenía también un jardín colmado de flores y de árboles llenos de preciosos frutos.

El erial lo dio en propiedad a uno de sus hijos.

El jardín lo entregó a otro diciéndole que podía cultivarlo y quedarse con sus frutos, pero que sólo eso podría hacer con él, porque no era su dueño.

Al cabo de algún tiempo el propietario había convertido el erial en un jardín, porque sabía que estaba trabajando para él.

Y al cabo de ese mismo tiempo el otro había convertido el jardín en un erial, porque no sabía para quién estaba trabajando.

Pensó el hombre:

-Hay quienes dicen todavía que el derecho de propiedad es malo. Si así es ¡cuántos bienes salen de ese mal!

¡Hasta mañana!

Escrito en: erial, jardín, cabo, tiempo

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