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De Política y Cosas Peores

CATÓN

Doña Facilisa visitó con el club de señoras la central de bomberos. Vio un tubo que iba del suelo a un agujero en el techo, y le preguntó al jefe de la central que era aquello. Le explicó el hombre: "Es un dispositivo para que mis hombres puedan deslizarse y salir rápidamente en caso de emergencia''. "¡Ah! -exclamó entusiasmada doña Pirujina-. ¡Voy a mandar poner uno igual en mi clóset!''...

El juez reprendió con severidad al acusado. Le dijo: "Se casó usted por segunda vez sin haberse divorciado la primera. ¿Sabe cuál es el castigo para el que comete el delito de bigamia?''. Arriesgó cautelosamente el individuo: "¿Tener dos suegras?''... "Estoy segura de que te conocí hace unos 10 años -le dijo doña Viperia a la señora que le presentaron en una fiesta-. No puedo recordar tu nombre, pero jamás se me olvida un vestido''... Un día aquel muchacho sintió fuertes impulsos de pasión carnal.

Decidió ir a una mancebía, lupanar, casa de trato, lenocinio, manfla o ramería, a fin de satisfacer sus rijos. Cuando entró en el establecimiento ¿qué fue lo primero que vio? A su padre, bailando briosamente, y después en íntima conversación con una de las daifas que en el sitio hacían mercadería de su cuerpo. El joven encaró a su genitor y le preguntó con tono de reproche: "¿Qué hace usted aquí, papá?''.

El señor respondió humildemente: "Hijo: Pa' lo que cobran estas pobres muchachas ¿qué caso tiene andar molestando a tu mamá?''... Ronnie y Donnie, los famosos hermanos siameses norteamericanos, estaban en la sala de su casa cuando sonó el teléfono. "¿Bueno?'' -contestó Ronnie. Dijo una voz de mujer: "Habla Daisy, Ronnie. Por favor, pásame a Donnie''. Donnie, que había oído la voz, le hizo desesperadas señas a su hermano y le pidió en voz baja: "¡Dile que no estoy! ¡Dile que no estoy!''...

El político peroraba ante los muchachos de una escuela secundaria. "¡Ustedes son la esperanza de la Patria! -les dijo, rimbombante-. ¡Ustedes acabarán con la pobreza! ¡Ustedes acabarán con la ignorancia! ¡Ustedes acabarán con la injusticia!''. Uno de los adolescentes levantó la mano. "Perdone la pregunta, señor -pregunta tímidamente-. ¿Y no sabe cómo podemos acabar con las espinillas?''...

Babalucas andaba muy excedido en kilos. Fue con un médico especializado en métodos para bajar de peso y éste le recomendó un ejercicio muy extraño, pero -le dijo- absolutamente efectivo: Debería conseguirse un aro de ésos con los que antes jugaban los niños y rodarlo todos los días de su casa al trabajo y viceversa. Con eso, le aseguró, volvería a su peso normal en un par de meses. Babalucas siguió al pie de la letra las indicaciones. Logró hallar uno de aquellos aros, y todos los días se lo llevaba rodando desde su casa hasta el edificio en donde estaba su oficina. Ahí lo dejaba encargado con el guardia del estacionamiento; al salir lo recogía y se iba a su casa rodando el aro otra vez.

Cierto día al terminar la jornada fue al estacionamiento por su aro. Sorpresa: El aro había desaparecido. Junto con el encargado del estacionamiento lo buscó inútilmente. "No sé cómo pudo perderse su aro, señor Babalucas -le dijo muy apenado el muchacho-. Me siento responsable. Dígame cuánto le costó y se lo pagaré". "¡Se lo pagaré, se lo pagaré! -replicó molesto Babalucas-. ¡Eso es lo de menos! ¡Dime cómo chingaos me voy a ir ahora a mi casa!"... Dos muchachos y una chica se conocieron en una fiesta. Dijo uno: "Me llamo Pedro, pero no soy apóstol". Dijo el otro: "Me llamo Juan, pero no soy evangelista". Y dijo la muchacha: "Me llamo María, pero no soy. Ustedes saben".

Un hombre joven llegó con el doctor Duerf, célebre psiquiatra. Le dijo con acento lamentoso: "Ayúdeme, doctor. No tengo suerte con las damas". Después de un breve interrogatorio dictaminó el analista: "Tiene usted muy baja su autoestima. Para remediar eso póngase todas las mañanas frente al espejo y diga una y otra vez: 'Soy un hombre guapo.

Las mujeres se me rendirán'". Pasó un mes, y el individuo regresó con el mismo gesto sombrío. Le preguntó el doctor Duerf: "¿No dio resultado el tratamiento?". "Dio excelentes resultados -respondió el tipo-. Ahora todas las mujeres se me rinden. Las tengo rubias, morenas, pelirrojas.". Preguntó el analista: "Y entonces ¿cuál es el problema?". Dice el individuo, preocupado: "Mi esposa está muy molesta". FIN.

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