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La honestidad: una anomalía que se castiga

Atando Cabos

DENISE MAERKER

A Benjamín Rojas nadie le agradeció. Al contrario, acabaron corriéndolo. Su delito: denunciar que Liconsa, la empresa pública que tiene "el noble propósito de mejorar los niveles de nutrición de millones de mexicanos" estaba desviando recursos públicos mediante compras ficticias de leche.

Nombrado en marzo del 2014 como gerente de Liconsa en Guanajuato, a Benjamín le bastaron unos cuantos días para descubrir que algo andaba mal. Los productores aprovechaban las diferencias entre el precio fijo al que Liconsa compra la leche y las fluctuaciones del mercado para comprar en ciertas épocas leche muy barata en la sierra de Jalisco y revenderla luego en los centros de acopio de Guanajuato. Un negocio millonario. Y esto a pesar de que Liconsa sólo puede comprarle directamente a los productores y no a intermediarios. Pero no fue todo. Benjamín hizo un cruce sencillo entre lo que se compraba de leche y lo que se enviaba a las plantas procesadoras y descubrió un faltante. Más de 2 millones de litros en cuatro años. Dicho de otro modo, 15 millones de pesos de nuestros recursos desviados del noble propósito de comprar leche para garantizar la nutrición de los niños mexicanos para otros menos nobles propósitos. Benjamín le aviso al director, Héctor Pablo Ramírez Puga, pero no pasó nada. Preocupado porque el fraude continuaba y él era el responsable decidió presentar la denuncia ante la PGR. Lo corrieron.

Los iniciados, los que saben cómo funcionan las cosas dirán que Benjamín no entendió. Qué es un ingenuo. Ingenuo como el diputado Priego de Tabasco a quien hace años se le ocurrió devolver parte del dinero que le dieron en la Cámara por concepto de viajes. Le sobró y lo devolvió. Nunca se lo perdonaron sus colegas. ¡Porque basta con que alguien regrese dinero para dejar en evidencia a los otros 499 diputados que nunca han devuelto un peso por ningún concepto!

Benjamín descubrió un desvío y se fue por la libre a presentar una denuncia a la PGR sin antes preguntar o preguntarse si se estaba haciendo con la venía del director o si el dinero se estaba destinando a nobles y electorales fines. O peor aún ni siquiera le importó. Error. La lealtad es el cemento del sistema y la honestidad sólo una anomalía. Lo saben todos. Sólo unos cuantos, moralistas, puritanos, locos quizá, se atreven a ignorarlo. El costo es alto. El que denuncia pierde el trabajo, amigos, relaciones, posibilidades futuras. Lo señalan y lo evitan.

Benjamín se oye bien. Es asesor jurídico y con orgullo me precisa que sólo 12 de sus 33 años de actividad laboral los hizo en el sector público. Tiene experiencia. Cuando fue parte del Comité Directivo Estatal del PRI en Oaxaca siendo gobernador Ulises Ruiz, denunció que se estaban desviando recursos del partido. (Parece que alguien no revisó sus antecedentes antes de ponerlo como gerente de Liconsa).

Menos bien se oyen los productores de leche que aceptaron denunciar los malos manejos y a quienes inmediatamente Liconsa les dejó de comprar. Y es que Liconsa tiene el poder de decidir a quienes les compra y a quienes no y de cambiar de parecer sin mayor explicación. Así todos calladitos y controlados.

Benjamín no se arrepiente. -Me felicitaron mis hijos- me dice orgulloso. No basta. Para invertir la escala de valores que predomina en la política, se necesitan ingenuos y locos que denuncien pero sobretodo otros muchos, muchísimos más que encuentren loable su proceder, lo reconozcan y los feliciten.

Escrito en: Benjamín, leche, Liconsa, millones

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