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El autor virtual

JUAN VILLORO

Antes de que viviéramos inmersos en las pantallas, Enrique Vila-Matas ya anunciaba la virtualidad del mundo. Su extensa obra narrativa, distinguida hace unos días con el Premio FIL de Literatura, explora las infinitas posibilidades de lo real. El combustible que lo anima es la lectura. Si Borges descubrió el universo en la biblioteca de su padre, Vila-Matas lo ha descubierto en las movedizas y ligeras ediciones que lleva en los bolsillos de su abrigo.

Para zanjar de una vez por todas su pertenencia a la cultura catalana, comentó que no escribe en su lengua materna porque en ella debe decir la verdad. Esto no significa que su prosa castellana pertenezca a la mentira. Bien sabemos que los personajes literarios pueden adquirir una presencia más real que nuestros parientes. El tema es más complejo. El autor de Hijos sin hijos prosigue la gran aventura del Quijote, que no es otra que la de la verosimilitud. Alonso Quijano se intoxica de novelas de caballería y confunde molinos con gigantes. La comicidad del libro deriva del desencuentro entre la realidad y la interpretación del Caballero de la Triste Figura. Borges continuó este empeño con "Pierre Menard, autor del Quijote", donde la lectura modifica el sentido de lo real. Vila-Matas es heredero de esta egregia tradición.

Desde La asesina ilustrada, novela breve publicada en 1977, entendió la lectura como algo tan activo y peligroso que puede colindar con el delito. Sin la menor pedantería, se ocupó de los caprichosos seres que conspiran en nombre del arte. En 1985, Historia abreviada de la literatura portátil lo situó como un detective de las vanguardias, capaz de unir cabos sueltos dejados por Gombrowicz y Duchamp.

Ricardo Piglia ha señalado que la paranoia es una operación literaria, pues anticipa sucesos no ocurridos. Vila-Matas no se siente perseguido por hechos imaginarios; provoca situaciones que desencadenan nuevos hechos. Al entrar a una farmacia en París, le dice a la dependiente que la ha investigado por Internet. La frase sería lógica en un policía o un delirante. También lo es en un escritor capaz de generar realidades con una frase. La reacción de la farmacéutica se convierte, simultáneamente, en un acto real y una invención de Vila-Matas.

Desde los años ochenta el autor actuaba como los "motores de búsqueda" actuales, estableciendo impensadas conexiones entre artistas de las más diversas latitudes.

En un principio, su originalidad fue vista como una de las excentricidades que Barcelona produce de tanto en tanto: otro raro en la ciudad de Gaudí.

Los autores de eminencia no sólo crean una obra sino una manera de leer el mundo. Poco a poco la realidad se pareció a Vila-Matas. El novelista al que le bastaba abrir un libro para que se desdoblara en un posible hipertexto prefiguró el planeta de Wikipedia y las redes sociales. Sin recurrir a artilugios tecnológicos, entendió la virtualidad del entorno. A contrapelo del realismo, asumió los datos desnudos como un pretexto para los simulacros, los espectros, las historias.

En Bartleby y compañía reunió a escritores a los que se les acaba la gasolina y optan por el silencio. Mezcla de ensayo y novela, esta indagación revela las variadísimas razones por las que algunos elocuentes prefieren callar. El complemento de esta obra es El mal de Montano, episodio cervantino acerca de un enfermo de literatura convencido de que los libros son más reales que la cotidianidad donde hierven las legumbres.

"Originalidad: cuestión de estómago", escribió Valéry. En su larga travesía, Vila-Matas ha procesado a Kafka, Calvino, Nabokov, Roussel y muchos otros, convirtiéndolos en cómplices de su imaginación.

En novelas más recientes, como Dublinesca o Aire de Dylan, el maestro de las asociaciones literarias ha cedido territorio a la emoción. En su lúcida madurez se concentra, no tanto en lo que alguien piensa al leer, sino en una región más inasible: lo que se siente al leer.

Antes de ser reconocido en España, Vila-Matas contaba con numerosos adeptos en México. Sergio Pitol, Augusto Monterroso, Vicente Rojo, Álvaro Mutis, Christopher Domínguez Michael, Álvaro Enrigue lo señalaron como una voz fundamental de la literatura.

El autor de Extraña forma de vida se interesa menos en lo que sucede que en lo que puede suceder; al leer inventa, y al inventar, deletrea el infinito.

Su atrevimiento ha tenido recompensa en la época que contribuyó a definir y que cada día se le parece más. Con el Premio FIL, un excéntrico llega a casa.

Escrito en: Juan Villoro Vila-Matas, autor, obra, leer

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