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El abandono de una voz

JESÚS SILVA

La fascinación que provoca es peligrosa. Ha dominado la conversación desde hace meses: anécdota irrelevante, personaje ridículo pero divertido, un tipo temible, preocupante, aterrador. Hay que aceptar que todo en él es hipnótico: su desvergüenza (usé el sistema para mi beneficio personal, así que sólo yo puedo cambiarlo), su vocabulario ("sé palabras, conozco las mejores palabras", ha dicho mientras repite los tres o cuatro adjetivos que machaca en cada frase), sus argumentos (cuando sea Presidente ganaremos tanto que se van a aburrir de ganar tanto), su impudor (proponer el asesinato de niños, por ejemplo).

Hay buenas razones para el interés y para la alarma. El puntero en la carrera republicana representa un peligro inédito para la democracia norteamericana y para la seguridad del mundo. Para México, la amenaza de Trump es descomunal. Habrá sido una bravuconada, pero el hombre dijo hace unos días que el fortalecimiento militar de Estados Unidos persuadirá a México para que se allane a su voluntad. Ha hablado de guerras comerciales pero insinuó la otra. Bob Woodward le pregunta: ¿estaría dispuesto a declararle la guerra a México? Trump no lo niega. Simplemente dice: ellos no van a querer jugar a la guerra, cuando vean nuestro nuevo ejército. No necesita ser creíble la amenaza para corroer el fundamento de una relación esencial para los dos países. La amenaza, sin embargo, no se reduce al demagogo. No entenderemos el fenómeno de Trump si no nos percatamos de la apasionada polarización política y cultural de Estados Unidos en los últimos años que explota el demagogo. Si reducimos el problema a Trump, nos quedaremos cortos.

El millonario llama nuestra atención por estridente pero tres candidatos republicanos coinciden con él que debe construirse una muralla para defender a Estados Unidos de una invasión que viene del sur. Donald Trump ha amenazado con terminar con el Tratado de Libre Comercio y de imponer un impuesto de 35% a los productos que se fabriquen en México. El acuerdo comercial con México y Canadá ha sido desastroso, dice Trump. Lo mismo dice (y casi con las mismas palabras) el otro proteccionista de la temporada: Bernie Sanders. Mientras tanto, las defensas del arreglo comercial son débiles, casi vergonzantes.

Es cierto que México debe tomar una posición frente al ascenso del narcisista que puede hacerse de la candidatura republicana, pero sobre todo, debe hacerlo frente al discurso antimexicano y proteccionista que va mucho más allá de Trump. Debe promover las perspectivas de México en Estados Unidos de un modo que no lo ha hecho desde la negociación del Tratado de Libre Comercio. En aquel momento se desplegó una estrategia compleja y ambiciosa que fue mucho más allá de los canales estrictamente diplomáticos. Fue una inserción exitosa en las muchas dimensiones de la vida política de Estados Unidos. Fue un diálogo con las distintas ramas del poder, una actuación decidida en la política local que significó también una presencia activa en los medios y en el mundo cultural. Una determinación de participar, de actuar, de exponer la voz de México en Estados Unidos.

Tengo la impresión de que hoy pagamos, en cierta medida, el abandono de esa experiencia. Si somos una piñata tan barata para golpear en las fiestas electorales es porque no fuimos capaces de continuar esa estrategia y defender la voz de México en Estados Unidos para formar una imagen más justa de nuestro país y nuestra gente. Abandonados esos canales de comunicación, es imposible reanudarlos en tiempos de emergencia. Renunciamos a tener voz en el norte.

La reacción del gobierno mexicano ante los desplantes de Trump no solamente es tardía, es miope. Se personaliza el problema como si se tratara simplemente de la ignorancia y el fanatismo de un hombre popular. Apenas un murmullo provocó la declaración del presidente Peña Nieto al comparar a Trump con Hitler, notaba un editorial favorable a la posición mexicana del New York Times. La evocación del holocausto es, desde luego, una desmesura, pero es una desmesura que revela el desinterés del presidente mexicano por hablar donde importa hoy. Hoy es urgente hablarle al vecino. A pesar de que se denuncie la retórica de Trump, el gobierno mexicano no es capaz de defender una asociación que tiene beneficios para los dos países y que les presenta también, desafíos complejos. No se trata de dispararle calificativos al agresor. Se trata de aportar razones a quienes pueden detenerlo.

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Escrito en: JESÚS SILVA-HERZOG Estados, Trump, México, Unidos

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