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De Política y Cosas Peores

ARMANDO CAMORRA

Simpliciano, mancebo candoroso, casó con Pirulina, muchacha pizpireta. Al empezar la noche de las nupcias el desposado se sorprendió al ver que su flamante mujercita sacaba de su neceser una regla de medir. "¿Para qué la quieres?" -preguntó extrañado. "Ven acá -respondió ella-. Es para una estadística que llevo". Doña Panoplia de Altopedo, señora de buena sociedad, le dijo a su buena amiga Gules: "Mi esposo me es absolutamente fiel". "A mí también -contestó la otra-. El que me falla mucho es mi marido". Pancho el mexicano se sacó el premio mayor en la Lotería de Texas. No se enteró de su buena fortuna: temeroso de perder el "tíquete" se lo había dado a guardar al padre O'Malley. El buen sacerdote se inquietó: si le daba la noticia de repente Pancho podía sufrir un síncope. Así, lo llamó a la oficina parroquial y le preguntó como quien no quiere la cosa: "Dime, hijo: si te sacaras la lotería ¿qué harías con el dinero?". Respondió Pancho: "Primero que todo le compraría una casa a mi santa madre. La pobre viejecita vive en un jacal de adobe en México. Luego le compraría otra casa a mi adorada esposa. Ahora vivimos en un tugurio miserable. A usted le daría una cantidad, padre, para las obras de la iglesia. Lo demás lo pondría en el banco a fin de asegurar el futuro de mis hijos y la ancianidad de mi mujer". Le dijo el sacerdote: "Pues te felicito. Podrás realizar todo eso; te sacaste el premio mayor de la lotería". Al oír tal cosa Pancho lanzó un grito jubiloso: "¡Aijajay! ¡Agárrense, cantineros, putas y tahúres! ¡Van a ver cómo gasta el dinero un mexicano!". Un peatón es un hombre que tiene dos coches, una esposa y un hijo. Don Astasio llegó a su casa después de su jornada de 8 horas de trabajo como tenedor de libros. Colgó en la percha su saco, su sombrero y la bufanda que usaba aun en los días de calor canicular y luego encaminó sus pasos a la alcoba a fin de reposar un momento su fatiga. Lo que vio ahí lo dejó estupefacto: doña Facilisa, su mujer, estaba sola en el lecho conyugal, sin la acostumbrada compañía del sujeto con quien solía refocilarse carnalmente. En vez de eso la señora se hallaba jugando Candy Crush. Eso turbó sobremanera a don Astasio. Era hombre de costumbres, y cualquier alteración de su rutina lo sacaba de quicio, lo alteraba. "Consuetudo est altera lex", decían los romanos. La costumbre es otra ley. El hecho de que su esposa se hallara sin compañía en la cama, y practicando aquel inofensivo juego en vez de estar entregada a los meneos y arrempujes del in and out, constituía una flagrante transgresión de las leyes que rigen el orden de las cosas y la armonía del universo. Desolado, don Astasio pensó que ahora no podría ir al chifonier donde guardaba la libreta en la cual solía anotar dicterios denostosos para enrostrar a su mujer cuando la hallaba en trance adulterino. Eso era una gran pena, pues últimamente había registrado tres vocablos muy sabrosos, asonantes los tres: "pendanga", "ribalda" y "herbolaria", calificativo este último que se aplica a las personas alocadas y sin seso. Le preguntó con tono de reproche: "¿Por qué no estás ahora con tu querindongo?". Contestó ella sin separar la vista de su iPad: "Le tocó el Hoy no Circula". "¿Y por qué no tomó un taxi?" -quiso saber el cuco. "No tenía dinero -explicó doña Facilisa-. Depende del que yo le doy aquí". "Habérmelo dicho -replicó el -. Yo habría ido por él en mi automóvil". "Ay, Astasio -le dijo la señora-. Eres capaz de cualquier cosa con tal de tener ocasión de decirme esas palabras raras que encuentras no sé dónde. ¿Qué vas a hacer ahora?". "No sé -dudó él-. Quizás empiece otra libreta con adjetivos para el señor Mancera". "No es mala idea -reconoció doña Facilisa-. Tendrás muchas oportunidades para usarla". "Seguramente -se animó don Astasio-. Aun así te pido que no descuides tus deberes. Tengo que usar también la libreta con vocablos para ti". "Se hará lo que se pueda" -prometió doña Facilisa. Y volvió a concentrarse en el juego. Salió don Astasio de la habitación y fue a la cocina a prepararse un sándwich de jamón y queso. Eso le serviría de consuelo ante la desgracia de no haber sorprendido a su mujer poniéndole los cuernos. ¡Ah, la fuerza de la costumbre!... FIN.

Escrito en: De Política y Cosas Peores Astasio, doña, libreta, buena

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