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El reality show

Jaque Mate

SERGIO SARMIENTO
"Se necesita un siglo para formar un estado y una sola hora para convertirlo en polvo".— Lord Byron

Pasamos del día del presidente y del besamanos a las interpelaciones y las máscaras de puerquito. Otro día cerraron las puertas del Palacio Legislativo y no se permitió al presidente entrar al Palacio Legislativo. Después los legisladores le abrieron las puertas, a condición de que no pronunciara palabra. Vino el día en que el mandatario empezó a mandar a un mensajero de lujo a entregar el informe, en una ceremonia que ya no fue objeto de atención ni de los medios ni de los propios legisladores. El presidente empezó a ofrecer su mensaje a la nación en otro lugar, como el Auditorio o el Palacio Nacional.

Este primero de septiembre llegaremos al día en que no habrá ni siquiera un mensaje a la nación. El presidente mandará por la tarde el informe al Palacio Legislativo con un "propio" y en la noche tendrá una tertulia informal con integrantes de la sociedad, especialmente jóvenes, con los que hablará sobre los logros de su gobierno.

Alguien en la oficina del presidente, quizá el propio mandatario, ha convencido al resto del equipo que la mejor manera de reconstruir la imagen presidencial es presentar a un presidente en un ambiente de mayor informalidad. Creo, sin embargo, que están cometiendo un error.

Las formalidades son importantes para un estado. Generan respeto y unidad, por eso se mantienen en las democracias más longevas y estables. El mensaje del estado de la unión del presidente de los Estados Unidos no elimina las discrepancias de una nación dividida, como tampoco el discurso de apertura del Parlamento de la reina de Inglaterra, pero preservan la visión de un estado con instituciones que trascienden las diferencias de partidos y políticos.

La ceremonia del informe fue siempre criticada, y con razón, por quienes veían en ella las estructuras de una presidencia imperial. Los legisladores y ministros de la Suprema Corte que aplaudieron a rabiar al presidente José López Portillo cuando el 1º de septiembre de 1982 anunció la estatización de la banca mexicana eran fundamentalmente los mismos que un año después aplaudieron las medidas de Miguel de la Madrid para iniciar la reprivatización de la banca.

Pero, así como el sistema político fue cambiando, dio voz a las oposiciones y abrió las puertas a la alternancia, así pudimos haber mantenido la ceremonia del informe con los elementos que los padres de la república establecieron al entender que un presidente tiene que rendir cuentas al Congreso, al poder judicial y a la nación.

El informe era una ceremonia de rendición de cuentas que los constituyentes de 1824 tomaron de la legislación de Estados Unidos. La ratificaron los del '57 y los del '17 a pesar de sus diferencias. Hoy, sin embargo, se convierte en parodia. El presidente no acude al Congreso. El informe se convierte en un reporte administrativo que se manda por mensajero, y sólo porque todavía no es legal enviarlo por correo electrónico o por WhatsApp. La dilución de la ceremonia de rendición de cuentas asegura que el público ya no se interese por la res publica, por los asuntos que nos conciernen a todos.

El presidente ya no se atreve a ofrecer un discurso formal en Palacio Nacional que preserve, cuando menos parcialmente, la ceremonia republicana. Organiza un reality show (Ignacio Marván Laborde dixit) en que los participantes serán seleccionados para permitir el lucimiento del protagonista. ¡Cuánto criticamos a Donald Trump, cuánto seguimos sus lecciones!

"Ratificamos la continuidad de la jornada de lucha con acciones unitarias y sincronizadas que golpeen a los empresarios con acciones contundentes." Ésta es la estrategia definida por la Asamblea Nacional Representativa de la CNTE ayer. ¿Se vale en México golpear a inocentes?

Twitter: @SergioSarmiento

Escrito en: Jaque Mate presidente, ceremonia, informe, Palacio

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