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De Política y Cosas Peores

ARMANDO CAMORRA

Uno de mis cuatro lectores, CLLV -sus iniciales parecen cifra en números romanos-, me dice en un mensaje: "Usted ha sido paladín de los matrimonios igualitarios. Un grupo de sus lectores le pedimos que en sus cuentos incluya a parejas homosexuales, con esa picardía que lo caracteriza. Eso nos gustaría muchísimo". Procuraré obsequiar su solicitud, igualmente igualitaria, y para tal fin narro hoy la siguiente historietilla. Un joven homosexual decidió salir del clóset. La primera persona con quien habló al respecto fue su mamá, pues pensó que encontraría en ella comprensión y apoyo. Ambas cosas halló -toda madre ama sin condiciones a sus hijos-, pero no sin pagar un inesperado precio. Cuando le dijo: "Soy gay", ella le preguntó: "¿Quieres decir que eres de los que se llevan a la boca la cosa de su pareja?". "Sí, mamá -contestó el muchacho-. En la intimidad hacemos eso, además de otros actos con los cuales nos expresamos nuestro amor, tal como hacen las parejas heterosexuales". Al oír aquello la señora tomó una cacerola de peltre de la prestigiada marca Cinsa, hecha en Saltillo, y con ella le dio a su hijo un tremendo cacerolazo en la cabeza. El ruido que hizo el golpe llegó hasta La Chingada, que así se llama el rancho de López Obrador. "¡Madre! -exclamó con acento dolorido el chico-. ¿Me diste ese tremendo cacerolazo por ser gay?". "No -replicó la mamá-. Respeto tu preferencia sexual, y en mí hallarás siempre apoyo y comprensión. El cacerolazo te lo di por todas las veces que me has dicho que mi comida tenía un sabor raro". A la prima Celia Rima, versificadora ocasional, se le ocurrió un travieso epigrama en el cual comenta la creación en el PRI de una comisión anticorrupción. Dice esa cuarteta: "La comisión mencionada / -me atrevo a pensar así- / entre todas las del PRI / será la más ocupada". Ciertamente el presidente nacional del partido tricolor, Enrique Ochoa Reza, ha probado con hechos su intención de combatir los casos de corrupción cometidos por miembros de su partido. La ciudadanía, sin embargo, se muestra escéptica y desconfiada, pues aún no ve en la cárcel a ningún culpable, y observa que no a todos se les persigue por igual. Un gran esfuerzo tendrá que hacer el dirigente priista para disipar la incredulidad de los ciudadanos antes de las elecciones del próximo año y el siguiente. Himenia Camafría, madura señorita soltera, se aburría en ocasiones. Eso es malo: quien se aburre tiende siempre a aburrir a los demás. Hay gente tan aburrida que nunca habla de ti cuando conversa contigo. Mal muy común es ése; hasta los altos lores son víctimas del esplín, escribió el señor Peza. Y don Abundio el del Potrero opina: "Un hombre que se aburre es capaz de cortarse las gandumbas, nomás pa' desaburrirse". (Gandumbas son testículos). A fin de aliviar su tedio la señorita Himenia solía asistir a los juicios orales que presidía el juez pedáneo de su localidad. Eso de "pedáneo" significa que la jurisdicción y competencia del juzgador eran pequeñas, como de un pie. Ahí escuchaba los alegatos de las partes al tiempo que hacía labores de croché. Cierto día un gendarme le presentó al juez un raterillo. Le informó: "Este individuo abre con ganzúa las puertas de casas y negocios, y luego los roba". Ordenó el juzgador: "Que muestre el instrumento con que comete sus delitos". Presentó el caco su ganzúa, y el juez lo condenó a sufrir un año de prisión. En seguida el policía presentó a otro sujeto: "Éste, señor juez -dijo-, es violador". "Pasará 30 años en la cárcel -decretó, severo, el funcionario judicial-. Llévenselo". "Señor juez -preguntó desde su asiento la señorita Himenia-: ¿a ése no le va a pedir que muestre el instrumento con que comete sus delitos?". FIN.

Escrito en: De Política y Cosas Peores juez, señorita, ella, cacerolazo

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