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La batalla de los libros de papel y electrónicos

LETRAS DURANGUEÑAS

La batalla de los libros de papel y electrónicos

La batalla de los libros de papel y electrónicos

ÓSCAR JIMÉNEZ LUNA

Como cada año, los encargados de las bibliotecas públicas mexicanas se reunieron recientemente en una ciudad sede -ahora en 2016 fue en Morelia, Michoacán- para revisar y evaluar sus servicios en beneficio de las comunidades a las que pertenecen. Si bien es cierto que estos congresos casi siempre siguen un mismo formato (conferencias magistrales por especialistas en cada subtema, mesas de discusión en las que se intercambian experiencias y se da participación abierta al público asistente, sin olvidar igualmente la puesta en marchas de diversos y dinámicos talleres), también es verdad que en las sucesivas sesiones de trabajo son ya usuales la innovación teórica y los inéditos enfoques prácticos sobre el quehacer bibliotecario y sus enormes desafíos. Desde hace una década, la atención se centra -con justa observancia- sobre la revolución del mundo digital y sus efectos, un fenómeno cultural que comparan los comunicólogos al sucedido a mediados del siglo XV cuando Gutenberg inventó la imprenta.

Parece que ya nadie puede escapar a la necesidad del manejo de las nuevas tecnologías. El avance de la informática y de las supercarreteras del internet, cobran una gran importancia en la vida cotidiana. La consulta de información -todavía junto al acceso de larga costumbre, hay que decirlo- va modificando velozmente los paradigmas de los usuarios.

Así, en la tierra de José Rubén Romero, las listas programáticas del evento nacional fue clara: el e-book, del ipad, el uso del twitter, las plataformas de cine mexicano, del facebook, de la tableta, y sus aplicaciones a la escritura y la lectura, ya son parte inequívoco de nuestro presente. Vendrá muy pronto, como la montaña a Mahoma, el despliegue de la biblioteca móvil (la del Congreso de los Estados Unidos, por ejemplo, ofrece ya su servicio de préstamo a través de la red). La cultura del libro llamado ahora "tradicional" permanecerá, sin duda, todavía un tiempo prolongado, pero tendrá que convivir con los extraordinarios soportes electrónicos y su asombrosa capacidad de almacenaje.

Un punto sobresale al paso. En el increíble caudal informativo que ahora se nos presenta, es necesario aprender a encauzar la búsqueda del mismo. Seleccionar, escoger y de esta manera darle un sentido cualitativo al conocimiento. La cantidad de datos rebasa cualquier necesidad inmediata; en cambio el ejercicio del criterio filtra lo estrictamente útil. Y como se ha señalado tantas veces en materia de lectura: la mejor la lectura es la bien hecha, atenta, y no las páginas apresuradas que no logran llevarnos a la comprensión. No la prisa, sino la palabra que nos acerca a nosotros mismos y nos abre anchos horizontes.

La era digital, en contraparte complementaria, posibilita las oportunidades del hipertexto. Se puede, en unos minutos -si no es que en unos instantes- leer en la pantalla, por ejemplo, "El proceso" de Franz Kafka, acudir al diccionario integrado, ver en Youtube la escena en la que vamos en la película correspondiente, revisar en otra lado la etapa histórica en que fue escrita la novela, vincularla con la biografía del autor y, sin llegar al final de todos los recursos, apoyarnos en algunos comentarios de tratadistas del asunto literario que nos ocupa.

Habrá que hacer, pues, mucho más en las bibliotecas (con los apoyos institucionales de los tres niveles de gobierno). Los sonidos, las imágenes fotográficas y los videos, ya son una de las maneras de leer -la de las mayorías- en el siglo XXI. Allá nos dirigimos. Se tendrán que apreciar los beneficios de lo digital, fomentando su verdadera aportación cultural y educativa. Y enseñar las ventajas de las redes sociales si se saben usar convenientemente. El lector digital ya está aquí, las bibliotecas no se pueden quedar atrás. En México hay cuarenta millones de usuarios de internet. La democracia de la web es un magnífico sitio para encontrarnos con los demás, más allá de espacios y de tiempos. El libro electrónico, como por siglos lo ha sido el de papel, también puede ser un buen amigo.

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