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21… 22… 23… 24… Navidad

LETRAS DURANGUEÑAS

21… 22… 23… 24… Navidad

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Armando Blancarte Villarreal

La simple expectativa de la Navidad me pone nostálgico, así me ha pasado los últimos años entre más avanzo en el tiempo (es la forma filosófica de decir que estoy envejeciendo); además la luna llena de octubre siempre me atrae, no por nada poetas y músicos le cantan; yo mismo lo hago. Vuelvo a pensar en vampiros, hombres lobo, hechizos de luna. Pienso en la Navidad celebrada en una fecha, pero yo ahora mismo la siento, la encuentro en todo, la luna llena renace, los nogales vuelven a dar su fruto, todo es cíclico: después de dormir, despierto, o debería decir revivo o renazco. Veo en internet la imagen de satélite; es un rehilete de colores girando. Cada uno define una condición del clima, frio, lluvia, calor; son como los ciclos de la vida, que me arrastran o me acarician.

De un tiempo acá me había sentido como dentro de un recipiente, me sentía estar en el ojo del huracán, con un velo de angustia, de inconformidad, por ver que todo sigue siendo lo mismo desde siempre. A pesar de mi esfuerzo tenía la impresión de no dejar un mundo mejor del que recibí.

Ya se le enfrió el café maestro, parece que está pensando en la luna, me dijo León, mi joven amigo estudiante de medicina de octavo semestre ¿cómo ha estado?

Ese toro enamorado de la luna por las noches abandona la manada diantre de muchacho decía mi abuela Pepa solo los tontos y los locos son felices… y los lunáticos luna lunera cascabelera octubre de luna llena esa circular ventana de luz por la que se fue mi unicornio azul al otro lado de la noche.

Nuestras conversaciones entre el "Sanasana" (como le apodaba) tenían continuidad, como capítulos de novela; la última vez nos quedamos en la observación que le hice, al mencionar la sentencia emblemática adoptada por los médicos: "Quitar el dolor es obra divina", del filósofo griego Hipócrates. León, retomó la idea: La neta no había pensado en eso; con la carrilla del estudio y las prácticas ya es bastante. Considera, le dije, que si la medicina se sostiene en esta frase, merece ser reflexionada con profundidad por quien ejerce la medicina, o pronto lo hará. Si, tiene razón, y agregó, el otro día vi por casualidad un capítulo de una serie de tv donde los egipcios antiguos tenían a los médicos como sacerdotes. Le confieso que mi ego se fue al cielo. Nombre, más todavía, Lo que no me agradó fue que tenían de esclavos a los hebreos.

Pues así es, en realidad de entonces al presente no ha habido cambios significativos. Es en esencia, lo mismo. El hombre dominado por el hombre. El mismo tiempo, el ahora extendido, creciente.

Los operadores de las maquilas atados a las máquinas con grilletes los chavos limpian parabrisas con saliva y manos sucias niños comen y respiran humo de ladrilleras muchachitas polveadas con la boca pintada y tacones altos buscan el sustento perros flacos husmean mis pantalones gente apretujada en los camiones hombres vacíos marchan en conglomerados grises agachados arrastran los pies viejos enjutos bajo techos de cartón matachines danzan a San Juditas peregrinaciones cantan desafinadas a la Virgen.

La música me satura, el angosto lugar sembrado de sillones mullidos se perfuma del aroma del café, escucho los violines cantar junto a su voz pausada, rítmica, armónica, de profundo contenido sensible, inconfundible. Es Leonard Cohen, de feliz memoria. Los músicos son poetas, los poetas filósofos. Estoy sorprendido por los últimos acontecimientos de cambio. Bob Dylan premio Nobel de literatura. En política el rechazo por referéndum de la amnistía de la FARC en Colombia, y también la salida de Inglaterra de La Unión Europea; y aquí en Durango, lo que mantiene en mí una sonrisa permanente como la de La Gioconda de de Vinci: la debacle del partido político que se mantuvo por 74 años en el poder. Al fin mi voto valió.

Ya son muchas cosas importantes que ocurren en el mundo, para mí que tienen relación. Es tiempo de cambios: despertar de la conciencia. Un pequeño rayo de luz atraviesa las tinieblas. El pueblo decide su presente, su destino.

Estimado amigo, le dije a León, estarás de acuerdo en que curar el dolor de nuestros semejantes debía ser un deber humano Sí, sí señor, y que el dolor no solo se refiere a la salud. Como es eso. Pues si mi "Sanasana", toda miseria humana, el hambre, la guerra, la explotación del hombre.

Lo vi muy ensimismado; ¿no vas a pedir café, ni a saludar?, ¿cómo va la escuela, mi león del desierto? Me dirigió una vaga mirada. Hoy estuve en la visita de práctica a los pacientes en el Seguro, y un viejito me sacó de onda. Cómo, porqué. Él tenía la mirada azorada como de niño, nunca lo había tomado en cuenta, y solo lo veía como un paciente más de los que les queda poco tiempo de vida, casi desahuciado pues; me jaló de la bata cuando ya salía con el grupo de practicantes, y me dijo: Doctorcito, ¿es cierto que el nuevo presidente de los gringos va a echar pa fuera a todos los paisanos, y que a los viejos y enfermos los va a quemar en hornos? Ah caray, y qué le dijiste. Pues él me miraba con ojos de angustia, las arrugas se le juntaban semejando gruesos gusanos aceitosos, una mueca como de dolor a punto del llanto, sus manos flacas y venosas temblaban. Dígame… dígame la verdad doctor. Casi gritaba como suplicando, lo miré por un instante, y estuve a punto de decirle que eran puras tonterías con mí acostumbrada frialdad; le dije pausadamente: no señor, nada de eso va a pasar. Él suspiró. Es que mis hijos viven allá, dijo triste. En otras ocasiones solo le preocupaba su propia salud. Me preguntó apretándome la mano, me voy a morir. No claro que no, a usted todavía le queda mucha cuerda. De veras. Si don Juanito le dije y sentándome en la cama a su lado abracé su huesuda espalda. Es que… es que, decía con sus ojos brillantes, abiertos, emocionados, sonrientes, dicen que mis muchachos van a venir pa la Navidad, y ya va pa veinte años que no los miro. Pa entonces toy ya bueno y sano vedá?. Hasta el color le volvió a sus mejillas. Va a ver que sí, le dije sonriendo. Y haciendo la señal de la cruz dijo: Primero Dios y La Virgen Santísima.

Ya iba por mi segunda taza de americano cuando llegó, lo noté cambiado, con un brillo en su rostro, alegre, diferente, pues por lo general siempre andaba falto de sueño por sus desveladas, estudiando. ¿Qué cree que hizo Juanito?, dijo sonriente. Lo viste de nuevo, Pues si, ahora me ha dado por visitarlo, cómo ve. Válgame, un doctor sentimental; creo que vas a ser un buen médico. Pues resulta que consiguió permiso y entre todos los pacientes de esa área pusieron un arbolito de Navidad, chiquito, pero muy adornado sencillo con lucecitas de colores y un Nacimiento. Aah qué bien, para que se levanten el ánimo. Pero espérese; que ahora todo el hospital ha adornado con arbolitos cada cuarto, hasta los de terapia intensiva, y hasta en urgencias tienen uno en el pasillo.

La Navidad me había traído ya su regalo, percibía un cambio que motivaba mi esperanza por un mundo mejor, ya no era tan solo la visión poética filosófica de mi intento cotidiano por ser feliz; los acontecimientos mundiales y de mi tierra eran reales objetivos, vivos, palpables.

Nuestros últimos capítulos de conversación se habían centrado en la figura de Juanito. Cuando León hablaba de él se le veía excitado; me contó: voy llegando, y el parecía estar esperando que apareciera, y me grita, con su vocecita que parece un quejido: doctor… doctorcito, respiraba agitado, cálmese, cálmese Juanito, Que sí vienen… que sí vienen, el mero día 25, fíjese el mero día de Navidad vienen mis muchachos, y vienen todos, y, y… solo faltan… empezó a contar con los dedos. 20… 21… 22… 23… 24… 25…cuatro días, gritó.

Diciembre de 2016.

Escrito en: LETRAS DURANGUEÑAS solo, Navidad, luna, dije

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