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YAMIL DARWICH

Debió pasar más de medio siglo para que los gobiernos mexicanos -todos en ese lapso- llegaran a comprender que: "sólo a través de la educación del pueblo se puede llegar a aspirar a superar sus condiciones de vida".

En nuestro caso, llegar a cumplir el objetivo nacional, manoseado por todos los politiqueros de los últimos sexenios: educación de calidad para todos, como rampa para la movilidad social.

La confrontación del gobierno federal, con las barreras que impiden lograr el cambio ha sido el tema de los últimos años; buscar una educación de calidad, finalmente fue comprendida como el pilar fundamental para abandonar la pobreza.

Las posturas filosóficas de teoría educativa son variadas y los pensadores mexicanos saben qué se tiene que hacer, pero desgraciadamente no se ponen de acuerdo en el cómo y a ello habrá que agregar los intereses particulares, que buscan -a toda costa- bloquear cualquier posibilidad de cambio.

Como consecuencia, se ha generado conflicto con profesores, sindicatos y diferentes agrupaciones que ven lesionados sus intereses y conveniencias, sumado a la incapacidad del estado para imponer orden. El reto es grande.

Para nuestro infortunio, los responsables de la educación nacional no han sabido cabildear, negociar y hasta convencer -no vencer- a los profesionales de la educación, de ahí que el problema sea aún mayor. Excuso escribirle el desprestigio -como autoridades- cuando hablan de "la importancia de ler (sic)" corrigiéndoles una estudiante de primaria; o cuando utilizan frases desafortunadas, tratando como novedad el concepto de "aprendiendo a aprender", postura educativa manejada en México y el mundo desde mediados del siglo anterior.

Desde el siglo pasado vivimos el método magisterial -el maestro dice y el alumno escucha, anota y aprende- para evolucionar, deficientemente, a modelos participativos, en donde el profesor llevaba al estudiante a interesarse por conocer y analizar información.

Todo eso lo aplicamos con la carencia de medios: instalaciones inexistentes o inadecuadas, materiales y equipamiento escaso o nulo, profesores mal capacitados, algunos sin dominar en niveles de información y suficiencia las materias que enseñan y estudiantes con deficiencias en antecedentes de conocimiento -insistir en enseñarles matemáticas, por ejemplo, sin dominar las operaciones fundamentales- y otras graves, como las de desnutrición y deficiencias con el apoyo familiar.

Sume el ambiente educativo politizado, cuando es más importante sostenerse en el puesto e incrementar el ingreso personal en base a "no hacer olas", pero cumpliendo con los propósitos sindicales o reglas indocumentadas de trabajo -leyes no escritas existentes en cada escuela, zona, región o estado federal-.

Contra todo eso hay que luchar por el cambio y ahora se proponen objetivos educativos que requieren de maestros capacitados: capacitar a 620 mil docentes en 2017 y a otros 300 mil en 2018. Para ello habrá un sistema de formación y actualización profesional que deberán asumir con responsabilidad.

Desafortunadamente, en lo correspondiente a planes de estudios, se habla de aplicar el "aprender a aprender", cuando debemos ponernos al día en la conceptualización internacional y buscar el desarrollo de competencias para la vida: persona, familiar, social, laboral y cívica -incluyendo la participación en la política-. Dar al estudiante elementos para el desempeño humano, como dijera el profesor Pedro Rivas: "pinzas y desarmador que les permitan a los muchachos ser productivos de inmediato".

En el caso de la adaptación de inmuebles y equipamiento, por desgracia se presenta una disminución presupuestaria en relación al 2016, del 6.12 %, lo que equivale, en términos reales y en pesos a $ 2,140,568 millones de pesos.

Por otra parte, se ofrece la elaboración de manuales de trabajo -2017-2018- para las escuelas, que incluyan la adaptabilidad a cada región y hasta escuela; buena idea que permitiría ser incluyentes, particularmente en zonas indígenas y altamente marginadas de los estados más pobres de México.

Estos nuevos mexicanos deben ser capaces de competir en el mundo globalizado, para lo que se requieren particularidades que les den capacidades, tales como adecuado manejo del idioma, desarrollo de pensamientos lógicos y matemáticos, conocimiento en el manejo de la computadora, dominio de un segundo y hasta tercer idioma -el inglés como lengua internacional- conciencia ecológica, solidaridad y subsidiaridad social.

Usted haga sus cálculos y piense si estamos en condiciones de lograrlo con las instalaciones de inmuebles y muebles; profesores mal capacitados y sin la actitud adecuada para el trabajo; deseducación familiar-social de los estudiantes y mala formación académica del grado escolar inmediato anterior; y sin facilitadores -antes denominados profesores- verdaderos líderes educativos.

Ahora toca comprender a autoridades y educadores, que la solución debe ser integral y requiere la comprometida participación de todos.

Es un "hueso duro de roer" y habrá que empezar bien y por el principio; desde la educación básica hasta los estudios de posgrado -hablamos de 24 a 26 años-. ¿Podremos ponernos a trabajar y hacerlo en serio?

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Escrito en: Diálogo educación, siglo, mexicanos, estudiante

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