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Anton Chéjov, lectura de su cuaderno de notas

LETRAS DURANGUEÑAS

Anton Chéjov, lectura de su cuaderno de notas

Anton Chéjov, lectura de su cuaderno de notas

ÓSCAR JIMÉNEZ LUNA

La reciente lectura del Cuaderno de notas, libro traducido por primera vez al castellano en el 2010 y publicado en México un año después, nos remite nuevamente a una de las obras más notables -en sus formas narrativas y teatrales más bien breves- de la literatura universal. Anton Chéjov, su autor, permanece así, siempre vivo, en la sensibilidad de sus numerosos devotos en todos los idiomas. El médico-escritor que apenas llegó al siglo XX descubre en esta obra parte de su taller literario: las frases súbitas y resplandecientes, las reflexiones muchas veces provistas de la sencilla sabiduría, las descripciones extraordinariamente poéticas.

Si Tolstoi retrató la sociedad de su tiempo y Dostoievski pudo descender a los infiernos profundos del hombre, Chéjov logró tocar el corazón de aquellos seres atrapados en sí mismos, en sus debilidades tan particulares y a la vez tan generales ¿por ello la continua multiplicación de seguidores del cuentista ruso en el mundo entero?

Entresacamos, a manera de muestra disfrutable, algunas líneas de los escritos recuperados en cuestión:

- "Le gustaba la literatura que no lo molestaban: Schiller, Homero, etcétera.

-Si usted teme a la soledad, no se case.

-Fausto: Necesitas aquello que no sabes. Lo que sabes no te sirve de nada.

-Si hablas con autoridad, te creerán aunque mientas.

-Tan solo como estaré en la tumba: así de solo estoy en la vida.

-El hombre ruso sólo tiene una esperanza: ganar 200,000 rublos.

-Cada persona lleva algo escondido.

-Sólo cuando es infeliz el hombre abre los ojos.

-¡Qué insoportables son, a veces, las personas felices, exitosas en todo!

-Era ya un hombre mayor cuando se casó con una jovencita; a su lado, ella se marchitó y murió.

-Cuando llegue al otro mundo, querría pensar esto de la vida: no han sido más que maravillosas visiones".

Tales citas chejovianas, y otras tantas del Cuaderno, recuerdan muchos de sus personajes y pasajes más conocidos. "La sala número seis", "La dama del perrito", "El beso", "La boticaria", "Campesinos". Digamos dos o tres cosas a propósito. El primer cuento es verdaderamente inolvidable, por su anécdota -por supuesto-, pero también por sus aportaciones creativas, que dos maestros posteriores, Kafka y Joyce, aprovecharán para desarrollar sus propias historias. Andréi Yefímych es con claridad un precedente de Josef K., ambos cautivos de un laberinto sin escapatoria, uno por el lento avance de la locura, el otro por el gradual sometimiento a las burocracias judiciales, y los dos en suma enfrentados con la fuerza de la razón al absurdo atrayente. ¿Quién es el loco, el médico o el paciente? Hay momentos en que no lo sabemos. Pero sus diálogos son, subrayo, memorables. Vale la pena, por lo mismo, acercarse un poco más a "La sala número seis":

"La vida es una trampa enojosa. Cuando un pensador alcanza su plenitud y llega a la madurez de su conciencia, se siente entonces como quien ha caído en una trampa de la que no hay salida. De hecho, resulta que, en contra de su voluntad y por cualquiera de las casualidades, se vio llamado del no ser para la vida…¿Para qué? Quiere saber el sentido y el fin de su existencia y no hay respuesta a esto, y si la hay es un disparate; llama a una puerta y no le abren; llega después la muerte, también en contra de su voluntad. Y así, del mismo modo que los hombres en la cárcel, unidos en su común desgracia, se sienten mejor cuando están juntos, así también en la vida la trampa no se nota cuando los hombres inclinados al análisis y a las abstracciones se reúnen y pasan sus ratos intercambiando ideas audaces y libres. En este sentido la inteligencia es un placer insustituible."

Y por otro lado, mujeres como Ana Serguéyevna y la boticaria -que irradian el erotismo más contenido- anticipan el mundo sin horizontes de los célebres Dublineses. ¿Y "El beso"? Ha sido suficiente, incluso recibido equivocadamente en una terraza obscura, para cambiarle la vida al nostálgico soldado.

Inmejorable educación sentimental, práctica de vuelo sugerente y edificante, la lectura de maestro decimonónico es ahora una magnífica oportunidad para iniciar el 2014. ¡Cuánto de lo que dijo sigue vigente, porque procede de sus viajes por el alma humana, luces y sombras, en movimiento continuo y auténtico. Un libro nos trajo otros libros. Anton Chéjov ha recibido páginas memorables de Edmund Wilson, Marc Slonim, Vladimir Nabokov y, entre nosotros, Sergio Pitol. Hay una frase de Vlady Kociancich en su Introducción al pequeño volumen reseñado, palabras que sintetizan el espíritu del cuentista magistral: "uno siente que nos quería". Chéjov nació en 1860 y murió en Alemania 44 años después.

Escrito en: LETRAS DURANGUEÑAS trampa, hombre, otro, lectura

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