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Somos el rayo que tampoco cesa

LETRAS DURANGUEÑAS

Somos el rayo que tampoco cesa

Somos el rayo que tampoco cesa

ÓSCAR JIMÉNEZ LUNA

La partícula gira y gira, sin cambiar nunca de color, por los infinitos. Se colisiona durante siglos y milenios de milenios, avanza a grandes velocidades en el espacio obscuro, sin rumbo definido.

De pronto cae, sube, una y otra vez, en líneas circulares o rectas, incesantemente ¿cuánto lleva así? Alguien lo sabe.

Un día especial, en un instante, el punto de materia se detiene, flota en el firmamento.

Se oye una voz, venida de todos los tiempos.

Brilla como estrella única, mientras se siguen claras las palabras. Se trata de una invitación. Te propongo que cambies de forma, que seas una semilla llena de voluntad y energía.

Yo te doy el principio y el final.

Lo demás será tu elección.

Pero antes, es bueno que sepas lo que se espera de tu metamorfosis.

Al momento mismo de tu nacimiento podrías morir, sin llegar a sentir un rayo de sol. Y de continuar adelante, entre los amaneceres y los anocheceres, disfrutarás muchos regalos, si aprendes a descubrirlos y a valorarlos. Te alimentará la dulce leche materna, te animará la alegría de caminar y de correr por verdes prados; la fuerza del cuerpo le dará poder y dominio a tu alrededor. En el aire fresco, el olor de las flores, el sabor de las frutas y del pan, tendrás la cercanía de mi presencia.

Y en tus veredas podrás encontrar un libro, una guitarra o un dibujo.

Conocerás el trabajo que rinde, el esfuerzo que levanta las paredes de tu casa. Te cobijarán las buenas compañías, y ayudarás a otros con tu brazo de amistad. Sabrás del beso de tus abuelos, de tu hijo y de tu pareja. Tu corazón y tu entendimiento se pintarán de esperanzas.

Vivirás los resplandores de las mariposas, los oros del verano, la resignada caída de las hojas y las sensibles nieves navideñas.

Lentamente llegará el cansancio. Sufrirás la pérdida de tus mayores, a veces el dolor de la desilusión y la ingratitud. Te preguntarás si hiciste bien las cosas. Te acostumbrarás entonces a mirar más hacia atrás que hacia el porvenir. Harás tus cuentas. Y a una hora no te reconocerás en el espejo de la soledad y la vejez. Habrás cambiado tanto, que tu cara y tus manos te parecerán ajenas. La enfermedad cumplirá también su cita. Y padecerás las zozobras de tu partida irremediable.

Sin embargo volverás a ver en el recuerdo y en el sueño al que fuiste y a tu gente. Ahí estarán los paisajes de tu infancia, el calor de tu familia y el espíritu indomable que te alumbraba. Lo mejor de tus jornadas y lecciones se resolverán al final en las hermosas glorias del consuelo. El camino andado te quitará todos los miedos, porque somos el rayo que tampoco cesa.

Y regresarás a ser esa partícula de humanidad, maravillosa, que sin saber nada de sí, seguirá moviéndose eternamente entre millones de galaxias.

Tranquilamente dormirás. Y así esperarás de nuevo a mi llamado.

¿Quieres despertar en la tierra?

Escrito en: LETRAS DURANGUEÑAS rayo, partícula, hacia, tampoco

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