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El plebiscito de los mártires

Luis F. Salazar Woolfolk

La beatificación de trece mártires de la persecución religiosa que ensangrentó a nuestro país entre los años veinte y treinta del Siglo Veinte es un acto de reconocimiento para los nuevos beatos y un ejemplo para las generaciones actuales.

En un acto masivo celebrado en la ciudad de Guadalajara, el cardenal José Saravia Martins, prefecto de la Congregación para la Causa de los Santos del Vaticano, precedió la ceremonia en la que, entre otros, fue beatificado Anacleto González Flores, hombre de pensamiento, palabra y acción, que como líder social encabezó la lucha por la libertad religiosa frente al maximato callista.

Anacleto nació en Tepatitlán en la región de Los Altos de Jalisco en el año de 1888, de una familia en cuyo seno aprendió los oficios de herrero y tejedor de rebozos. Abogado, profesor, músico, orador y escritor, "El Maestro" como le llamaban sus seguidores, divulgaba sus ideas en la prensa regional, católica y secular, y en el periódico El Universal de la Ciudad de México.

Participó como dirigente de la en la Unión Popular de Jalisco, organización cívica de masas y resistencia pacífica, alternativa a la versión armada que la misma persecución del Gobierno generó como causa del levantamiento cristero. En su repudio a la violencia decía: "no necesitamos más que organizamos, respaldar nuestra opinión y nuestros derechos con la fuerza moral, cuya gravitación resquebraje las espaldas y los puños de nuestros verdugos".

Anacleto militó en la Asociación Católica de la Juventud Mexicana y a su muerte, los integrantes de la ACJM tomaron su ejemplo como modelo a seguir. Su mensaje está dirigido a la juventud a la que dedicó sus mejores esfuerzos. Considera que "la juventud, más allá de una edad o etapa circunscrita en tiempo, consiste en una actitud moral que se caracteriza por una fuerte y viva confianza en la realización plena del bien y de la verdad…".

En su libro "El plebiscito de los Mártires", González Flores hace una crítica devastadora del régimen imperante en función de su autoritarismo y falta de respeto por los derechos humanos.

Denuncia la burla de los procesos electorales que le tocó vivir, en los que "hemos estado viendo subir regímenes sobre la punta de las bayonetas y a pesar del voto del pueblo..., que ha sido víctima y testigo de todas las profanaciones del voto..."

Concluye que frente a ese estado de cosas "para el cristiano la única vocación cierta es el martirio" y convoca al sufragio cotidiano que implica la lucha social en la que se vota día a día a riesgo de la propia vida, frente al escarnio de la democracia formal y el fraude electoral sistemático.

Cuando González Flores se convirtió en una amenaza para el tirano y el Gobierno comenzó a sacar de sus casas a los disidentes para matarlos, le llegó su turno. El día 1º de abril de 1927 los sicarios le echan mano junto con los hermanos José y Ramón Vargas González, que acompañan a Anacleto en la lucha, el martirio y hoy, en el camino a los altares de Dios y de la patria.

La beatificación en este caso también es un acto de justicia, porque Anacleto González Flores, calificado por José Vasconcelos como "un hombre que México no merecía", fue condenado junto con su causa al ostracismo social, la incomprensión y el anonimato, y su nombre y su gesta fueron vetados en los libros de historia.

En medio de la celebración que implica el acto religioso que es objeto de comentario, no falta un elemento de confrontación, que como pelo en la sopa corre a cargo del diputado priista Manlio Fabio Beltrones.

La crítica apunta a la fecha de la beatificación, pues la fiesta de Cristo Rey que corresponde al último domingo del año litúrgico y que fue escogida para la celebración indicada, coincide este año con el 20 de noviembre, aniversario del inicio de la Revolución Mexicana.

Esta coincidencia providencial debe tomarse en sentido de reconciliación de los mexicanos con nosotros mismos. La revolución de Francisco I. Madero, convocada bajo el lema Sufragio Efectivo no Reelección, tuvo por objeto poner fin a una dictadura de treinta años.

Ningún sentimiento antirreligioso animó los inicios del movimiento de referencia y sólo después, una vez que la revolución maderista fue aplastada y sacrificado su autor, la purga burocrática y la guerra por el poder que sobrevino produjo una vertiente que se extravió por el cauce del despotismo y derivó en un conflicto religioso absurdo y criminal, que debemos recordar para que no se repita.

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Escrito en: González, acto, José, Anacleto

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