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Un gasto ineficaz

Opinión - Jaque mate

Un gasto ineficaz

Un gasto ineficaz

Sergio Sarmiento

Cuando un político crea puestos en la administración para sus amigos y seguidores genera una base de apoyo que le resulta muy útil a la hora de promover sus aspiraciones.

La entrega de los presupuestos es el acto más importante de un gobierno. Después de todo, los gobiernos existen con el fin de administrar los recursos que los ciudadanos aportan a la realización de actividades para la vida comunitaria. Por eso la Ley de Ingresos y el Presupuesto de Egresos son tan importantes.

Nuestras autoridades siempre prometen ejercer el gasto público con austeridad y honestidad. Hablan también de la eficiencia en el uso de este dinero. No sorprende. Nadie votaría por un personaje que no asumiera estos compromisos. Pero la verdad es otra. El gasto tiene su propia lógica y crece para beneficiar no ya a la comunidad sino a una clase burocrática que se multiplica por razones ajenas a las necesidades de quienes pagan los impuestos.

La erogación en el aparato gubernamental era muy pequeña en los inicios de la república. Los ciudadanos contribuían y se financiaba un pequeño equipo administrativo que cuidaba de la seguridad de la población y mantenía un ejército para enfrentar retos externos. Hoy alcanza una cuarta parte del producto interno bruto, esto es, la suma de los productos y servicios generados en nuestro país. Los impuestos se han multiplicado. El que grava la renta, o ingreso, de los mexicanos se eleva ya a 35 por ciento. También hay una carga fiscal de valor agregado de 16 por ciento sobre las transacciones de productos y servicios. Se cobran además gravámenes especiales a productos como los refrescos, las golosinas, las gasolinas y las bebidas alcohólicas.

Todos estos impuestos, más la contratación de deuda del gobierno, han hecho que el gasto gubernamental se acerque ya a los 5 billones de pesos al año, cifra que rebasa lo que cualquiera hubiera podido imaginar en los tiempos en que Benito Juárez defendía la necesidad de tener un presupuesto austero.

Cada nuevo programa de ejercicio de los recursos ha sido instituido con la idea de que resolverá algún problema público. La experiencia nos dice, sin embargo, que no hay relación entre estos programas y la solución a las demandas de la sociedad. En la última década, por ejemplo, la partida destinada a seguridad ha sido una de las que más han crecido. La inseguridad, sin embargo, en vez de bajar ha aumentado. Lo mismo ha sucedido con las estrategias de combate a la pobreza, han crecido 20 veces en las últimas dos décadas, pero cuando la estrechez se mide con los mismos criterios conserva el mismo nivel.

El gasto público se ha convertido más bien en un instrumento para sostener las carreras de los políticos. Éstos saben que los subsidios y las dádivas sociales no reducen la pobreza, pero sí compran votos. Por eso es cada vez mayor la cantidad de dinero que se dedica a los programas sociales. Los políticos, por otra parte, utilizan una creciente cantidad de dinero público para engrosar las burocracias. Cuando un político crea puestos en la administración para sus amigos y seguidores genera una base de apoyo que le resulta muy útil a la hora de promover sus aspiraciones.

No en todos los países del mundo la erogación de los recursos aportados por la ciudadanía es tan ineficaz. En las naciones desarrolladas la distribución del ingreso mejora una vez que se aplica el gasto público ya que los subsidios ayudan a quienes se ubican en los estamentos más bajos de la escala social. En México el gasto público empeora la desigualdad porque favorece a quienes tienen más ingresos.

Correo-e: @SergioSarmiento

Escrito en: gasto, público, productos, estos

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