Editoriales

Derecho a estar informados

Consinsentido

MIGUEL FRANCISCO CRESPO ALVARADO

Qué difícil es en verdad el manejo de información en estos tiempos. Por un lado, tenemos una cantidad inconmensurable de datos, cifras, declaraciones, relatos y opiniones fluyendo constantemente desde y hacia todos los lugares. Por otro, una incapacidad creciente para discernir, sopesar y discriminar la información, así como para ordenarla y sintetizarla en unidades congruentes que nos permitan tomar decisiones con sentido.

Es claro que, ante situaciones como las vividas en estas semanas con los sismos, se experimenta una necesidad muy humana de enterarse de lo acontecido y de hallar explicaciones que permitan entender esos fenómenos y, también, que den luz respecto a la manera en que es posible ayudar a las víctimas. Sin embargo, queremos al mismo tiempo narrar desde nuestra propia experiencia lo acontecido -por muy lejana que ésta haya sido- lo que nos convierte en una fuente más de ese enjambre de información que conduce al caos por necesidad.

La multiplicidad de versiones sobre un mismo hecho parece cada vez estorbarnos menos. Le damos el mismo valor a lo expresado por alguien que está allí, trabajando entre los escombros, que a lo dicho por otro que se encuentra a cientos de kilómetros. Vale igual la afirmación de un experto que la de un "youtuber". Las consecuencias: confusión y pérdida de eficiencia en nuestro accionar.

Me tocó ver, por ejemplo, cómo las personas que de manera admirable coordinaban algunos de los centros de acopio en la Ciudad de México, suplicaban que ya no llevarán más comida preparada porque se les estaba echando a perder. Mientras, en las redes sociales, corrían mensajes solicitando más alimentos para exactamente esos sitios que no la requerían. De ninguna manera pienso que quienes publicaban en sus cuentas requerimientos de ayuda que no era necesaria lo hicieran de mala voluntad; como otros, eran simplemente víctimas de la desinformación. Habrá, por supuesto, quienes sostengan que "más vale que sobre". Yo estoy convencido de que, en casos de emergencia, lo mejor es ser estratégicos. La calidad de información que se posea es indispensable para serlo.

Las televisoras no son tampoco de gran ayuda. Ávidas por sostener los niveles de audiencia que las tragedias les otorgan -y que son cada vez más extrañas con su programación habitual- magnifican los hechos y fomentan el escándalo. No permiten que se dimensione el desastre de manera justa, lo que, en el caso del sismo del 19 de septiembre, hizo que la ayuda a las comunidades de Puebla y Morelos, muy afectadas por el evento, se demorara demasiado. Vende más la Ciudad de México que el resto del país.

Vivimos tiempos de gran confusión y por lo mismo, tenemos que ser bastante más responsables de lo que comunicamos. Sumarse al ruido no es opción. A veces, nada es más necesario que el silencio de los que no estamos directamente involucrados en el problema. Algunas de las personas que fueron rescatadas de entre los escombros lo saben perfectamente. Más que pelear por el derecho a expresar libremente nuestras ideas, deberíamos luchar por el derecho a estar bien informados. Nuestras vidas dependen de eso.

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