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'Frida Sofía', la manipulación y el periodismo

JESÚS CANTÚ

 U Na de las actividades profesionales que más se ha transformado con el advenimiento de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, aunque muchos de los que estamos en el medio nos resistimos a asumirlo, es el periodismo; hoy, el principal paradigma del periodismo: dar la noticia, ha sido totalmente rebasado; hoy prácticamente cualquiera con un aparato inteligente en sus manos puede dar la noticia, puede ser el emisor de la misma -los servidores públicos o cualquier actor de un hecho con cierto valor noticioso--, pero también puede ser el testigo voluntario o involuntario del acontecimiento, el espectador casual o el trasmisor inconsciente de algo que posteriormente cimbra a una comunidad.

Todos estos comunicadores o periodistas ciudadanos, no tienen la responsabilidad y la obligación de comprobar la veracidad de lo que están transmitiendo; el periodista profesional sí y eso se vuelve particularmente relevante en los momentos en el que la ciudadanía requiere tener referentes confiables, frente a la diarrea informativa que todos recibimos.

Los periodistas profesionales sí tenemos la obligación ética y profesional de revisar la veracidad, falsedad, alteración, manipulación o inclusive invención total de un reality show o un evento que jamás ocurrió; debemos ser una especie de "certificadores" (lo pongo entre comillas, porque no se trata de ejercer una censura previa o emitir una constancia) del cúmulo de información que hoy circula en la red.

Esto no inicia con las nuevas tecnologías o las redes sociales, hay muchos casos de resonancia mundial de historias inventadas por periodistas profesionales de grandes medios de comunicación. Una de las que más conocidas es la de Janet Cooke, periodista del reputado diario norteamericano The Washington Post, que en 1981 fue ganadora del Premio Pulitzer (reconocimiento equivalente al Premio Nobel para el trabajo periodístico) por una historia de un niño de 8 años, al que ella bautizó como Jimmy, sin embargo, todo era obra de su imaginación.

En México la principal televisora mexicana, Televisa, ha estado envuelta en los últimos años, al menos, en dos montajes que han sacudido a la opinión pública mexicana y mundial. Primero cuando el entonces secretario de Seguridad Pública, Genaro García Luna, recreó (aunque la recreación no correspondía con lo ocurrido en la realidad) la detención de una presunta banda de secuestradores entre los que se encontraba la francesa Florence Cassez, para que el noticiero matutino Primero Noticias, lo difundiera supuestamente en vivo. Y, el segundo, en estos días posteriores al terremoto del pasado martes 19 de septiembre, en el presunto intento de rescate de la niña de 12 años, bautizada como Frida Sofía.

En ambos casos, la televisora ha pretendido responsabilizar a las fuentes oficiales de sus errores; particularmente, en este segundo caso tras un forcejeo inicial, el Oficial Mayor de la Secretaría de Marina, José Luis Vergara, y el subsecretario de Marina, Almirante Ángel Enrique Sarmiento, ofrecieron públicamente disculpas y asumieron que ellos habían difundido la información con base en los informes de voluntarios civiles.

Los dos hechos son claros ejemplos de manipulación informativa, en la que se ven involucrados autoridades oficiales, periodistas profesionales y medios masivos de información; en los dos casos, los montajes tenían intenciones de incidir en la opinión pública, con intenciones específicas. En el primero, de proyección de la imagen de García Luna, el secretario favorito del sexenio de Felipe Calderón y de crear la sensación de triunfo de la fallida guerra contra la delincuencia organizada.

En el segundo, la de servir como distractor, aunque todavía es menos claro que es lo que se quiere esconder, pues en primera instancia parecía evidente que se quería mantener la atención en este rescate para ocultar otros eventos; pero el sábado por la mañana recibí un video vía WhatsApp de un presunto rescatista (que nunca se identifica con su nombre pero sí graba de frente a la cámara y es perfectamente reconocible) que afirma que sí existe Sofía y que la negación de la Marina es porque durante las maniobras de rescate cometieron un error que acabó con la posibilidad de encontrarla con vida, por lo cual prefirieron construir la historia de un montaje mediático que reconocer su equivocación.

La responsabilidad profesional de los periodistas es verificar absolutamente todas las informaciones que vamos a difundir, sin importar que provengan de una fuente oficial y reconocida, por lo mismo tampoco podemos admitir como cierta la versión de que nunca existió "Frida Sofía".

Hasta hoy, lo que es una realidad, es que todos los medios masivos de comunicación simplemente han difundido la información, sin una revisión crítica: primero, de la versión oficial, magnificada por la televisora mexicana, en la lógica de un posible rescate milagroso; y, después, aferrados a la declaración de la Secretaría de Marina para sumarse a la condena a la televisora.

Sin duda, la primera responsable de esta manipulación (que sin duda la hay) es la televisora por dejarse llevar sin cuestionar, por las declaraciones oficiales, a cambio del trato privilegiado que recibió en la cobertura del hecho (aunque tampoco puede descartarse que haya otra recompensa que hasta hoy no sea evidente); pero el resto de los periodistas no podemos simplemente aceptar, sin cuestionar, que "Frida Sofía" fue una invención. Hoy nuestra responsabilidad es desentrañar qué es lo que se ocultó o se pretende ocultar y, por ende, encontrar a los responsables de la manipulación y que paguen las consecuencias, que no tienen que ser necesariamente jurídicas, pues la opinión pública también puede sancionar muy severamente.

Escrito en: periodistas, manipulación, televisora, rescate

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