Una marea blanca inunda el anexo deportivo del Tec de Monterrey, Campus Ciudad de México, espacio que también sirve de estacionamiento y al que la comunidad estudiantil apodó "Disney" hace más de 10 años.
A este espacio en el que hay un campo de fútbol, una pista de atletismo y una cancha de voleibol de playa, llegan cientos de alumnos, ex alumnos, docentes y personal del ITESM ataviados de blanco para dar el último adiós a los cinco jóvenes que perdieron la vida el martes pasado, todos universitarios, cuatro estudiantes de ingeniería y uno de Relaciones Internacionales: Juan Carlos, Édgar Michel, Alex, Rubén y Luis Manuel.
Media hora antes de que inicie la ceremonia, los grupos de amigos se reencuentran, se abrazan, se dan consuelo, algunos se arrepienten de haber tomado a broma el simulacro del 19 de septiembre, porque una hora después, cinco de sus compañeros quedarían sepultados por los puentes que cayeron entre Aulas 3 y Oficinas II, ese edificio en el también se ubica una cafetería.
Están aquí para honrar a los que fallecieron pero también para celebrar el rescate de otros, como es el caso de Montserrat Ojeda, quien estuvo bajo los puentes que se derrumbaron.
Sentada en primera fila, la joven lleva un collarín, una férula en el pie derecho y un parche en la nariz; su frente tiene golpes y rasguños. Ha traído a la ceremonia palabras de aliento, que no las pronuncia ella, las hizo suyas el presidente del Tec, Salvador Alva.
"Nos gustó tanto su carta que le pregunté si podía hacer mío su escrito y compartirlo con ustedes. Emocionada me dijo que sí, así es que comparto con ustedes lo que ella siente. Es lo que sentimos todos en el Tec:
"Tecnológico de Monterrey, no eres una universidad, no eres instalaciones, no eres un lujo, eres la esperanza de que podemos ser mejores, superarnos de manera honesta, mediante el trabajo, la dedicación y el esfuerzo. Eres inspiración, sentido humano, eres hogar, eres familia, eres la promesa de un México mejor. Buscaremos que cinco ángeles vean desde arriba y con orgullo, cómo juntos reconstruimos nuestra escuela y nuestra casa".
Cuatro de las cinco familias que perdieron a uno de los suyos están presentes, sentadas también en primera fila, rodeadas de los amigos de sus hijos, tratando de contener el dolor y las lágrimas, pero no pueden, y por el contrario, contagian.