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El TLCAN y el paraíso en La Laguna

Yo río libre

JULIO CÉSAR RAMÍREZ

Hace 23 años, a la región de La Laguna también le dijeron que con el Tratado de Libre Comercio de América del Norte llegaría al primer mundo.

En estos pueblos del norte central de México sólo había sufrimiento para la gente empobrecida; aunque en ellos también fijaban su penetrante mirada banqueros, políticos e industriales.

Riqueza y pobreza coexistían con altos contrastes en aquella Laguna de 1994. Y aunque la inmensa mayoría de los habitantes de los dieciséis municipios resentían una prolongada crisis, eran especialmente las mujeres de las comunidades rurales quienes más la padecían.

Los seres humanos también son criaturas extraordinarias que hacen que, a pesar de todo, el desierto ejerza una extraña fascinación. Si para las plantas y los animales no puede ser fácil sobrevivir en este medio ambiente de tan extremada climatología, resulta más sorprendente observar cómo el ser humano se adapta al desierto, se aferra a su tierra y sobrevive en condiciones tan extremadas como el inhóspito medio en que transcurre su existencia, con el río Nazas seco. Habiendo ayudado a producir desiertos, han aprendido a vivir en ellos.

Mas dentro de aquellas devastadas comunidades campesinas, las mujeres eran quienes más resentían la carencia de infraestructura para el abasto, el comercio, la salud, la educación y el trabajo asalariado. Más cuando la lejanía de las poblaciones obligaba a multiplicar los esfuerzos para satisfacer las más primarias necesidades.

Sobre ellas caía como pesado fardo la sobrecarga que representaba la extensión de la jornada doméstica para atender a la familia en alimentación, salud, educación, higiene; administrar la economía familiar en crisis, participar en el suministro de dinero, abastecer lo básico para la sobrevivencia, recorrer incluso grandes distancias, y colaborar en las tareas agropecuarias.

Así, en La Laguna de Coahuila, la pobreza más aguda se localizaba en Viesca, sin dejar de manifestarse en San Pedro de las Colonias, Francisco I. Madero y Matamoros.

Pero aun cuando el empobrecimiento creciente se vivía en la mayoría de los municipios laguneros, era en la porción duranguense donde los pobladores sobrevivían en las más severas condiciones de pobreza, reflejadas en un crecimiento social negativo y en elevada expulsión de población.

En La Laguna de Durango el bienestar económico y social disminuía drásticamente en Mapimí, Tlahualilo y Cuencamé; y llegaba a niveles alarmantes de pobreza extrema en el sur: San Juan de Guadalupe y General Simón Bolívar; y al occidente: Nazas, San Luis del Cordero, San Pedro del Gallo y Rodeo.

A Durango se le empezó a llamar el Chiapas del norte.

El alto contraste en La Laguna era producto del modelo económico aplicado hasta entonces, reflejo del llamado patrón nacional de desarrollo, que había privilegiado a la industria, al comercio y a los servicios aglomerados en dinámicos centros urbanos, y a las actividades que se consideraban modernas y económicamente rentables, en detrimento de las áreas rurales y ejidales, y de las actividades agropecuarias necesarias para la subsistencia campesina, dispersas en decenas de comunidades rurales, excluidas junto a los pobres de las áreas urbanas, de los beneficios económicos y sociales de la región.

La población pobre era atraída en números cada vez más crecientes hacia las fronteras o hacia las zonas más altamente productivas, Torreón-Gómez Palacio-Lerdo, convertidas en importantes centros de producción industrial y de acopio agropecuario, en polos de actividad comercial, de intermediación financiera y de consumo, así como en asentamientos de los principales servicios educativos y de salud, y de las estructuras políticas y administrativas de La Laguna.

Hacía allá de dirigían los campesinos "golondrinos". Miles de mujeres salían desde temprana hora de sus comunidades a emplearse o a subemplearse a cambio de ínfimas remuneraciones en los trabajos "para mujeres" abiertos en sus ejidos o en los llamados centros de atracción de población.

Como hormigas iban y venían, de un lado a otro. Pero ninguna de estas actividades era valorada ni reconocida por la sociedad. Mujeres reducidas a una relación de subordinación y sometimiento; susceptibles de hostigamiento y violencia sexual.

Fuerza de trabajo abundante, joven, barata y desprotegida.

Hacia ellas miraban banqueros, políticos e industriales; para maquila, por ejemplo.

Había entrado en operación el Tratado de Libre Comercio.

@kardenche

Escrito en: Yo río libre Laguna, comunidades, pobreza, mujeres

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