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Tiempo de nacionalismos

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Tiempo de nacionalismos

Sergio Sarmiento

Hay un nacionalismo sano. Representa el orgullo por las tradiciones lingüísticas y culturales de una comunidad. Pero su opuesto no sólo es nocivo sino perverso.

Vivimos tiempos de nacionalismos. El parlamento de Cataluña ha votado por separarse de España y el gobierno de Rajoy ha respondido tomando el control de la Generalitat catalana. En Europa han adquirido vigor los movimientos y partidos nacionalistas de extrema derecha, como el Frente Nacional de Francia y Alternancia por Alemania, que se oponen a los inmigrantes. En Estados Unidos, Donald Trump logró su elección por sus posiciones nacionalistas: el rechazo a los inmigrantes mexicanos y al Tratado de Libre Comercio de América del Norte.

Hemos crecido en un mundo en el que el nacionalismo ha sido cultivado por los gobiernos para justificar su poder. Los seres humanos siempre hemos desconfiado del extraño. En prehistóricas jornadas las comunidades estaban constituidas por familias, clanes y tribus que combatían de forma constante a otros grupos. Con el paso del tiempo se convirtieron en pueblos, definidos por su lengua, raza y cultura, que consideraban natural invadir otros asentamientos o resistirse a las invasiones.

Sin embargo, la nación-Estado moderna es producto de condiciones contemporáneas. Sólo así puede entenderse que países con decenas o cientos de millones de habitantes, muchas veces con lenguas y culturas distintas, se mantengan como unidades políticas. Para preservar la unión los gobernantes han inventado mitos patrióticos y los ritos del nacionalismo. La idea es que, si se rechaza al extranjero, la sociedad podrá ser más coherente, más pacífica y más próspera.

Hay un nacionalismo sano. Representa el orgullo por las tradiciones lingüísticas y culturales de una comunidad. Pero su opuesto no sólo es nocivo sino perverso. Es el que culpa al extranjero, al diferente, de todos los males de la sociedad, como ha hecho Trump con los mexicanos. Los nacidos de éste lado del Bravo caemos con frecuencia en la misma actitud. De hecho, el mexicano ha sido tradicionalmente más nacionalista y discriminador que el estadounidense. Esto se refleja en nuestras leyes migratorias, más restrictivas que las estadounidenses. En 2010, el 12.9 por ciento de los habitantes de Estados Unidos había nacido en el extranjero. En México, la cifra correspondiente era de sólo 0.5 por ciento.

El porcentaje de extranjeros no parece tener nada que ver con el rechazo a los diferentes. Cataluña es una región que desde hace siglos ha sido parte de España, pero una parte significativa de los catalanes quiere la independencia. El rechazo a los migrantes del sur en Estados Unidos ha venido incrementándose a pesar de la gran cantidad de ciudadanos de origen mexicano que ya vive en ese país. De hecho, esa misma población es la razón del rechazo.

Mientras se generan estas corrientes proteccionistas, el mundo se encuentra en una clara tendencia globalizadora que será muy difícil detener. Los nacionalistas rechazan alimentos como las hamburguesas o fiestas como el Halloween, que consideran extranjeros, mas el comercio, los medios de comunicación y las redes sociales nos acercan cada vez más. Poco a poco va surgiendo la convicción de que todos somos seres humanos, sin importar idiomas, razas, costumbres. Esta convicción puede tener consecuencias positivas importantes para la humanidad.

“Imagina que no hay países”, cantaba John Lennon en 1971, “No es difícil de hacer. Nada por lo que matar o morir (…). Espero te unas a nosotros algún día. Y el mundo será como uno solo”.

CONTACTO: @SergioSarmiento

Escrito en: Sergio Sarmiento nacionalismo, sido, rechazo, mundo

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