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Disminuye el terrorismo, pero no el terror

MAURICIO MESCHOULAM

MAURICIO MESCHOULAM

Dos semanas, ocho atentados, 247 víctimas, se titulaba un reporte del NYT en 2016. Acababa de ocurrir el ataque en Niza en el que un individuo arrollaba a cientos de personas con un camión; antes de eso el del aeropuerto de Estambul, y el de Orlando, entre varios más. Eran semanas en que cualquier nota o análisis hablaba del crecimiento y diversificación del terrorismo. Sin embargo, según la información estadística, el terrorismo durante 2016 no estaba subiendo, sino disminuyendo. La cuestión es que el Big Data no habla del miedo, sino de cantidades de ataques, de su ubicación y concentración, así como del número de víctimas por esos ataques, y el miedo no procede de las cantidades o intensidad de la actividad terrorista, sino del grado de conexión que esos ataques por pequeños o grandes que sean, logran hacer con la psique colectiva, con los medios de comunicación, con las redes; es decir, el grado en que cierto ataque consigue que la audiencia se sienta vulnerable o víctima en potencia. Así que van las buenas noticias y las malas, como parte de un mismo reporte que acaba de ser publicado.

El Índice Global de Terrorismo se emite una vez al año por parte del Instituto para la Economía y la Paz. La información señala que, en términos de número de muertes y heridos, el terrorismo alcanzó un pico durante 2014. Los dos años siguientes, ese tipo de violencia ha presentado disminuciones. De 2015 a 2016, el número de muertes cayó más de 20%. Sin embargo, como dije, esta no es la sensación que ha quedado últimamente. ¿Por qué?

Primero, la ubicación de los ataques. Las muertes por terrorismo han disminuido considerablemente en 4 de los 5 países que para 2015 concentraban 80% de muertes por terrorismo: Afganistán, Siria, Pakistán y Nigeria. En cambio, en países miembros de la OCDE las muertes por terrorismo suben brutalmente. Aunque su peso en el monto global de muertes es mucho menor (solo 1% del total), en 10 años se han incrementado 10 veces. Los ataques cometidos en ciudades como París, Londres, o Barcelona, son los que más cobertura mediática y redes sociales atraen, más fotografías y videos compartidos provocan, y, por tanto, más estrés propagado por todo el planeta producen. Segundo, el tipo de tácticas empleadas, sobre todo por parte de lobos solitarios, tales como atropellar personas o acuchillar transeúntes, mucho menos fatales, pero igualmente atractivas para medios y redes.

Adicionalmente, en 2016, el grupo más mortífero fue ISIS, quien es también el grupo más eficaz en estrategias de comunicación. Otros, en cambio, como Al Qaeda, Boko Haram o los talibanes, disminuyeron su fatalidad de manera considerable durante el año, pero su impacto mediático es mucho menor, por lo que esas reducciones no son percibidas de igual forma.

Por último, desde 2000, 99% de muertes por terrorismo ha tenido lugar en países que experimentan conflictos armados, o que padecen altos niveles de violencia cometida por sus gobiernos. En palabras simples: mientras más guerras, más terrorismo. De manera que, si pretendemos resolver esa clase de violencia desde su raíz, hay que entender que las soluciones pasan por resolver los conflictos que le nutren. De lo contrario, las cifras de disminución de actividad terrorista, como en 2016, pueden ser altamente engañosas, pues oscurecen el hecho de que mientras ciertas guerras, como la siria, parecen ceder, otras como en África Occidental, Yemen o Somalia, siguen ardiendo, y generan nuevos caldos de cultivo, nuevos refugios para el reclutamiento y actividad de organizaciones terroristas.

Twitter: @maurimm

Escrito en: MAURICIO MESCHOULAM muertes, terrorismo, sino, violencia

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