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¿Gobierno dividido... o inútil?

Sobreaviso

SANTIAGO CORCUERA CABEZUT

Si el electorado ensayó desde 1997 el gobierno dividido -el Ejecutivo en unas manos y el Legislativo en otras- a fin de equilibrar el ejercicio del poder y obligar la construcción de acuerdos, veinte años después, muy probablemente es menester preguntar si el ejercicio no derivó en un gobierno inútil. Del pacto pasó al impacto.

Entre omisiones, errores y perversiones políticas, el Ejecutivo y el Legislativo debilitan las instituciones y juegan con variables ajenas a su control que, en un descuido, podrían provocar una calamidad económica y una rabia social superiores a las prevalecientes.

Lo saben y lo entienden. Empero, en juego el poder, el interés nacional es un interés inferior.

Pueden plantarse al centro de la escena como presuntos hombres de Estado el senador Emilio Gamboa y el diputado César Camacho, pero no negar el sobajamiento al que, en combinación -dicho con elegancia- con el Ejecutivo y la oposición en el Congreso, han sometido al Poder Legislativo.

En el afán de consagrar las reformas estructurales en la Constitución, descuidaron, maltrataron u olvidaron su legislación y reglamentación. Hoy, muchos de los problemas relacionados con las reformas derivan de ver la Constitución como anhelo y la legislación como pesadilla.

Son muchos los campos donde estallan esos problemas y, a ellos, en el colmo de la perversidad, el Ejecutivo y el Legislativo agregan complicaciones y eluden tareas porque, en el fondo de su preocupación y desesperación, destaca no la obligación de cumplir con el deber, sino el afán de posicionarse del mejor modo posible de cara a las elecciones en puerta.

El interés electoral por encima del nacional.

Si el Ejecutivo descabezó el viejo modelo de procuración de justicia que, desde hace más de un mes, dejó encargado, el Legislativo desmantela y maltrata al nuevo modelo, invirtiendo el armado de piezas: primero el fiscal electoral, luego el general y el anticorrupción y más tarde, si se puede, la estructura de las fiscalías.

Si el Ejecutivo, desde hace más de un año, sabe de la inminente vacante en la gubernatura del Banco de México, la propuesta del reemplazo no le apura, la lleva hasta el límite en atención al interés electoral. Si el entorno económico tiene volando bajo al peso, qué importa añadirle un ingrediente político a la volatilidad de la moneda. Y, claro, el Legislativo aguarda en silencio al Ejecutivo. Ojalá y envíe su propuesta la próxima semana, es la mayor crítica que se atreven a formular los dóciles o los cómplices parlamentarios. Qué importa la política monetaria frente a la política electoral.

Las finanzas públicas y la moneda nacional se someten a la política electoral oficial y, si por desgracia, la política comercial deja de tambalearse para finalmente caer, que a la cuenta de Donald Trump se cargue el desperfecto. No a la cuenta del PRI que, en estos días, festeja con orgullo y disciplina, bombo y platillo, el avance hacia el pasado, la reposición de la liturgia política antes sintetizada en el dedazo.

Son sesenta y cinco los nombramientos que el Senado debe sancionar o realizar -sin contar al Auditor Superior que corresponde a los diputados- y son menos de treinta días los que restan al periodo ordinario. A un ritmo de dos nombramientos por día, tendrían que resolver los senadores, pero, hombre, siguen sesionando dos veces por semana. ¿Cuál es la prisa?

Si tanto les importa a los promotores sociales terminar el armado del Sistema Nacional Anticorrupción o del nuevo modelo de procuración de justicia, pues que se cambien de país porque, aquí, las cosas de Palacio (Legislativo o Nacional) van despacio, sujetas al interés coyuntural y no al estructural. Si tanto ofenden a la sociedad los índices de criminalidad, delincuencia y violencia, pues que también haga maletas porque, aquí, las iniciativas legislativas relacionadas con el problema se resolverán cuando se logre estabilizar el Congreso y no es ésta la hora. Con tanto muerto y desaparecido, unos más no cuentan.

En ese rejuego por el poder, donde se han insertado el Ejecutivo y Legislativo a costa y sacrificio de las instituciones, la oposición parlamentaria no desentona: se endurece y reblandece, conforme al canje y el reparto de las posiciones.

La oposición cierra y abre los ojos, parpadea frente a la arbitrariedad o la ilegalidad, según la recompensa. Si Alberto Elías Beltrán cumple o incumple con los requisitos para encargarse de la Procuraduría, los senadores cierran los ojos y la boca. Si el depuesto fiscal Santiago Nieto fue víctima de extorsión política, cuál es la novedad, ni que esa práctica fuera monopolio criminal. Es lo de menos, lo de más, lo importante, es ganar posiciones en el juego.

Si el planteamiento de la renegociación del Tratado de Libre Comercio fue equivocado desde su origen -mejor visto y entendido por la Secretaría de Economía que por la de Relaciones Exteriores- los senadores no ven por qué llamar al canciller Luis Videgaray porque, él mismo lo dijo, llegó a aprender.

Hoy, el Congreso de la Unión no legisla ni parlamenta y mucho menos acuerda, transa. Hoy, el Ejecutivo no ejecuta ni decide. Ambos poderes no ven la utilidad de gobernar.

El momento mexicano es muy distinto al originalmente anhelado, el gobierno dividido resultó un gobierno inútil. Venga la liberación del precio de la gasolina, a ver si no se inflama e incendia la República.

El socavón Gerardo Ruiz

Siempre tan cumplido, el Secretario de Comunicados y Tergiversaciones (no es error) ya respondió las observaciones hechas por la Función Pública al Paso Exprés de Cuernavaca. Qué dijo, quién sabe, no lo transparentó. Pues, cómo lo iba a hacer.

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Escrito en: Sobreaviso Ejecutivo, Legislativo, interés, política

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