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Don Quijote y Santos Degollado

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Don Quijote y Santos Degollado

Don Quijote y Santos Degollado

Saúl Rosales

Cómo podría explicarse la conducta de ambos paladines en urgencia de sastre.

Don Quijote de la Mancha, quien a lo largo de la novela de Miguel de Cervantes anda diciendo que salió al mundo en busca de aventuras en pro de los menesterosos, al final de aquella en que vagó por el cosmos a bordo del caballo de madera de pronto se encuentra sin su sirviente Sancho y con sus calzas arruinadas porque se les fueron una docena de hilos como le ocurre a las pantis de las mujeres.

Don Quijote se aflige “en extremo” porque piensa en su imagen de caballero desastrada por el accidente de la prenda de ropa que ahora llamaríamos mayas. Eso le hace evocar a Sancho, quien ha partido para gobernar la Ínsula Barataria. Si estuviera, piensa don Quijote acostumbrado a ser servido, “tomara los puntos aunque fuera con seda de otra color”.

Como hidalgo y señor feudal acostumbrado a ser dueño de tierras y almas, don Quijote piensa que el accidente de sus calzas lo pone en “una de las mayores señales de miseria”, tal vez porque no tiene a la mano una prenda sustituta y, como dice Cide Hamete Benengeli, se ausentó el criado que se encargara de remendarle los trapos.

Al releer el episodio gracioso y patético (patético, del griego patheetikós: conmovedor, vehemente, doloroso, triste, melancólico; bueno, eso significa patético en español), al releer aquello, decía, me vino a la decadente memoria un patético pasaje de la vida de uno de los muchos grandes hombres del periodo de la Reforma, Santos Degollado, cuyo nombre real es José Nemesio Francisco. “Santos” era apodo.

Santos Degollado, general de los ejércitos liberales que luchaban por los ideales de la Constitución de 1856-57, disponía de ayudantes. Una noche, dos de ellos lo condujeron para que la pasara donde se atesoraba un montón de costales llenos de oro y de plata rescatados de los explotadores para financiar los gastos de la guerra.

A la mañana siguiente los ayudantes se inquietaron al ver que el general no salía. Uno de ellos se asomó por la entornada puerta “y con los ojos humedecidos y balbuciente” hizo que su compañero también atisbara. El general, narra el cronista, “zurcía sus pantalones, sus eternos pantalones negros, que lo mismo le servían para las recepciones como para los caminos y las batallas.” Humildad de los héroes y políticos liberales.

La escena y su personaje principal son asombrosos: al lado de un enorme caudal, no un general con uniforme bizarro con charreteras y tachonado de brillos cruzado de relucientes arneses sino un austero comandante, Santos Degollado, remendando su prenda de vestir. Este suceso de la historia de México me hizo recordar aquella escena de don Quijote sufriendo su “miseria” y añorando la presencia de su sirviente remendón.

Cómo podría explicarse la conducta de ambos paladines en urgencia de sastre. Don Quijote es un personaje que la sociología ubicaría en el feudalismo renacentista, dueño de vidas y haciendas. En contraste, Santos Degollado fue un idealista en guerra contra la explotación, la injusticia y la miseria, es decir, contra un orden social que despojaba a los pobres.

Santos Degollado peleaba por los ideales de la Revolución de Ayutla, revolución que Francisco Zarco, otro de los grandes héroes de la Reforma, explicaba así: “Una de las causas principales del Pronunciamiento de Ayutla fue la pobreza y opresión del pueblo bajo la dictadura de Santa Anna. Porque una de las causas capitales de las revoluciones políticas en todas las naciones ha sido la dura suerte del obrero, la esclavitud del jornalero, la pobreza y miseria del pueblo bajo […]”

Leer permite mirar escenas como la de Santos Degollado y don Quijote aquí re-tratadas. Para acercarse al héroe Santos Degollado se puede leer el tomo 1 de La gloria y el ensueño que forjó una patria, de Paco Ignacio II, recientemente publicado.

Escrito en: Quijote, Santos, Degollado, piensa

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