Hemos ido a la vera del arroyo a buscar menta. Así se llama aquí una hierba pequeñita y aromada con la que se hace un té que, dicen, calma los nervios alterados y ayuda a conciliar el sueño.
Sabroso es ese té, ya sea solo o con añadidura de un poquito de leche. Bebido a tragos lentos hace más placenteras las pláticas en la cocina después de la comida o de la cena.
Yo amo a esta hierbita. Me trae reminiscencias de la infancia. Perfuma mis memorias y embalsama mis olvidos. Entro a la casa. Desde la cocina me llega su aroma y tranquiliza al punto mis afanes. Por la noche bebo mi té de menta, y con él me llega el sueño, y los sueños me llegan también.
Demos gracias por estos dones, tan grandes a pesar de ser tan pequeñitos. Demos gracias a quien creamos que debemos dar las gracias: a Dios, a la vida, a la naturaleza. A quien sea, pero demos gracias. No seamos menos que esta pequeña hierba que nos regala, con su perfume y su sabor, el regalo precioso de dormir y soñar.
¡Hasta mañana!...