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Coahuila: mal augurio

Consinsentido

MIGUEL FRANCISCO CRESPO ALVARADO

Casi le doy la razón al nuevo gobernador de Coahuila, Miguel Riquelme, cuando afirma que la entidad lo tiene todo para prosperar; casi, porque hay algo de lo que lamentablemente el estado carece: una clase política decente. Con excepciones, porque claro que las hay, el estado -y el resto del país- está lleno de politicuchos que ven en el servicio público un botín. Y que conste que no me refiero sólo a los que militan en los partidos, sino también a muchos que hacen polítiquería desde las Cámaras empresariales, los medios de comunicación, la academia y hasta la sociedad civil. Es esa carencia la que impide que Coahuila -y México- despliegue todo su potencial.

El discurso de toma de protesta de Riquelme es clara muestra: lo que interesa, lo que está en primer lugar, son los pleitos partidistas y no el bienestar de los coahuilenses. La división que el gobernador hizo entre "los que queremos la unidad" y "los que nos quieren dividir" es por demás desafortunada; máxime, cuando es el primer asunto al que se le presta atención en el discurso de quien se supone "nos gobernará a todos por igual".

Pero más allá de las formas, lo que demuestra es un pésimo diagnóstico de lo que ocurre en Coahuila -y que prácticamente puede ser extendido a todo México-. Tal como lo dicen los resultados electorales -que Riquelme se jacta en respetar- Coahuila ya está dividido. Precisamente es la elevada fragmentación de la sociedad coahuilense lo que le permite a alguien llegar a ser gobernador con poco más de una tercera parte de los sufragios. Y es muy mal augurio que quien va a ejercer el cargo más relevante en la entidad desconozca esa realidad y se ponga a hablar como si en verdad lo apoyara una mayoría y no la minoría más grande.

Miguel Riquelme no es el único que vive en ese error -por si le gusta eso de los males de muchos- la clase política mexicana en su conjunto no ha terminado por entender que el país está altamente dividido y que eso representa un claro impedimento para la gobernabilidad. En el caso de Coahuila, precisamente ese fue el error de quienes llegaron a suponer que, estar en contra del PRI, era estar a favor de ellos. Incluso la supuesta unidad que se conformó de manera posterior a la elección no tenía mayor argumento que el antagonismo hacia el PRI; pero no había en el fondo nada más que los uniera y le diera sentido a su acción política.

Un mal diagnóstico conduce por necesidad a una mala prescripción. Si Riquelme -y quien gane la Presidencia de la República en el 2018- no parten de reconocer la realidad y de tratar de en verdad comprender las causas de nuestras diferencias para ponerse decididamente a atenderlas, todo lo demás estará perdido. Se seguirá actuando unilateralmente, porque nada más se reconoce como "buenos" a los que están a favor (sólo el 39% de quienes fueron a votar que únicamente son 6 de cada 10 ciudadanos en el padrón); y se seguirá dejando sin voz a los que "nos quieren dividir"; grupo al que pertenecen todos aquellos que piensen distinto.

Díganme si no es un mal augurio.

Escrito en: Consinsentido Riquelme, Coahuila, gobernador, quien

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