Patrimonio arquitectónico ignorado
Lo histórico se me revela por sus líneas y sus planos que, cuando lo he comentado con algunas amistades, lo han clasificado como habitacional de cuarto redondo, es decir, de una sola pieza.
Existe (todavía) en Torreón, Coahuila, un edificio de apariencia modesta pero brillante de significado estético e histórico. En estas páginas y en otros variados ámbitos he llamado la atención sobre su presencia y no por mis palabras sino por designios ignotos no ha desaparecido, cosa loable.
Por mi vocación cívica, por mi formación cultural y por mi aprecio de la historia, veo a ese edificio como pieza estética e histórica valiosa. Es una obra de arquitectura neoclásica, es decir, se le observan rasgos de los órdenes clásicos de Occidente y su ornamentación es sobria y discreta.
Lo histórico se me revela por sus líneas y sus planos que, cuando lo he comentado con algunas amistades, lo han clasificado como habitacional de cuarto redondo, es decir, de una sola pieza. Esto quiere decir que se invirtió algún patrimonio en vivienda popular.
Si así fue, podemos preguntarnos en qué condiciones sociales alguien pudo haber pensado en alzar vivienda popular de apariencia estética cuidada. ¿Sería en condiciones de bonanza social? ¿Y cuándo acompañó esa bonanza a la ciudad de Torreón (y sus entornos)? Respuesta: hace alrededor de un siglo.
Desde finales del siglo XIX y hasta avanzado el XX, o sea, cuando nacía y empezaba a desarrollarse Torreón, fue notable la bonanza económica. Esto me hace pensar que el inmueble referido fue fincándose simultáneamente. Ahora es una huella histórica, un patrimonio arquitectónico ignorado.
Se le puede observar en el cruce de Galeana y Ocampo. Si se le mira desde la esquina suroeste se aprecia su sugestiva perspectiva de una planta construida con toda la voluntad de armonía, equilibrio y claridad de la estética neoclásica. Tiene no la belleza aparatosa de los pasteles y los vestidos de las quinceañeras del pueblo sino la sobriedad imperial de la belleza conquistada, dominada y controlada por la razón, no sin algunos toques de caprichos del instinto que querría desbordar sus impulsos.
La construcción despliega hacia el oriente y hacia el norte sus claras y armónicas líneas de voluntad neoclásica con las que sorprende la vista morosa. Uno puede imaginar lo magnificente que luciría a principios del siglo XX con sus luces y sombras de ladrillo en las que se amalgaman los cromatismos rojizos, anaranjados y amarillos de la tierra recocida.
Para la vista aplicada en los detalles, por la Ocampo resalta el ritmo ondeante de 19 arcos recortados que con su simetría coronan la secuencia de las alternadas puertas y ventanas; es interrumpido por una puerta mayor, más alta y más ancha a la mitad de la ondulación como un acento del estilo. Por la Galeana nada interrumpe la línea ondulante.
Un arquitecto con la cultura de su formación profesional podría describir desde la línea del sencillo pretil hasta el rodapiso entre los que la mirada descubre ornatos en relieve, como una moldura de ángulos de ladrillos esquinados. Esta recorre el ancho de la finca y bajo ella, también ornato en relieve, a manera de zapatas que la soportan, pirámides invertidas de tres ladrillos.
Hacia abajo, la vista se desplaza con gozo estético siguiendo un vasto plano sostenido por la ondulación de las cornisas de puertas y ventanas; ya dije, en el lado de la avenida Ocampo, interrumpido por la curva mayor del arco de tres puntos de la puerta más alta y más amplia.
De todas las cornisas cuelgan, en relieve como los otros adornos, pendones de ladrillo con dos de éstos dibujándoles una punta-remate. Ya comenté: un arquitecto redactaría mejor descripción de este edificio modesto, pero significativo para la ciudad y que ahora es policromo alojamiento de negocios, gentes y descuidos por no tener apariencia de barroco pastel.