El señor hizo al colibrí.
Con el barro que le sobró hizo al elefante.
A la ballena.
Al hipopótamo.
Al rinoceronte.
Al búfalo.
Al bisonte.
A la jirafa.
Al tigre.
Al león.
Luego hizo al oso.
Y exclamó, preocupado, el Espíritu:
-¡Ah! ¡Ya se metieron los rusos!
¡Hasta mañana!...