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Carlos por triplicado

El fundido a negro de un superfilme

Carlos por triplicado

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Redacción S. N.

Ilich envió una carta con reclamos a su compatriota: “¿Por qué, Édgar, aceptas el distorsionar la verdad histórica? ¿Por qué te prestas a la propaganda contrarrevolucionaria difamando al más famoso de los Ramírez?”

Ilich Ramírez Sánchez, nacido en Venezuela, en el seno de una familia acomodada, fue terrorista, mercenario y es, desde mediados de los noventa del siglo pasado, un preso de los servicios penitenciarios de Francia.

Su nombre de batalla y su apodo son más famosos, tanto Carlos como el Chacal, juntos o por separado. Sumados al de nacimiento forman una especie de trinidad que ilustra, con atractiva parcialidad, la complejidad de las paradojas geopolíticas sin solución.

Una lectura menos complicada, y es esa justamente por la que apuesta el director francés, Olivier Assayas, se guía por la transformación del joven que quiere hacer la revolución por la vía armada en el adulto que acaba por ofertar su marca registrada como agente desestabilizador, cuando no simplemente asesino, a sueldo.

La historia comienza a principios de la década de los setenta, cuando Ilich era miembro del Frente Popular para la Liberación de Palestina y vivía en Londres.

En los años siguientes el venezolano se convirtió en uno de los terroristas más buscados del mundo, acusado de perpetrar atentados, secuestros y homicidios. En 1994, fue arrestado en Jartum, capital de Sudán. Los tribunales franceses lo juzgaron y sentenciaron, a cadena perpetua, por el homicidio de dos agentes de seguridad y un informante. En tiempos más recientes se le han adjudicado otro par de condenas.

Mientras en países como Israel y Estados Unidos es considerado un terrorista, en destinos como Libia, Argelia, Irán, Siria y Palestina no le faltaron elogios por sus actos a favor de la causa árabe. Él mismo se ha definido como un “revolucionario profesional”.

TRES VECES ESTRENADA

En 2010, en el Festival de Cannes, fue presentado el metraje completo realizado por Assayas sobre este personaje venezolano.

Dicha versión dura 330 minutos, cinco horas y media de un recorrido por más de dos décadas de historia reciente. El cineasta galo pretendía realizar un 'superfilme'. No lo consiguió, pero sí armó un buen producto.

El objetivo era combinar el lenguaje televisivo con el cinematográfico. La muestra más clara de ello es que, entre escena y escena, el director hace transiciones con fundido a negro, hecho que sin duda agradeció la productora televisiva que figura en los créditos de la cinta.

Hablar de Carlos, pues, también implica hacer mención de las otras dos versiones existentes: una serie televisiva con tres episodios de hora y media de duración, y un corte para salas de cine de 160 minutos.

La obra consiguió generar buena acogida y algo de desconcierto; de la primera es responsable el protagonista, el venezolano Édgar Ramírez; el segundo se anota íntegramente en la tarjeta del francés.

El director galo, que tiene en su historial Clean (2004) y Boarding gate (2007), no pudo salvar detalles como una que otra laguna narrativa en la singladura de un personaje oscuro que, desde el presidio, se quejó de lo que hicieron con su vida.

En el balance a favor se encuentra la toma de decisiones raras dentro del cine convencional, como la duración inusual o el hecho de que el protagonista no fuera una estrella de renombre.

Otro punto positivo es el de la ambientación, la puesta en escena de una época. En este rubro la atención al detalle fue sobresaliente.

El metraje adaptado para cine fue el más perjudicado, las tijeras tuvieron mucho que ver en dejar nudos sin atar, en personajes sin desarrollar, en partes de la obra conservadas a medias, en la pérdida notoria de ritmo narrativo.

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Foto: Photo Numérique Canal +

FUGA

Muy temprano en su carrera, Carlos el Chacal se convirtió en fugitivo, En junio de 1975, en la Ciudad Luz, Ilich tiene una fiesta con unos estudiantes sudamericanos en un apartamento. Al lugar llegan unos policías que tienen bajo custodia a un supuesto aliado de la causa palestina. El chivato identifica a Carlos quien, como buen pistolero, anda armado. El guerrillero sorprende a los agentes de la ley, dos de ellos mueren, el informante también queda tendido.

Ilich sale pirado a Yemen del Sur, donde en unos meses se organiza la incursión en la sede de la Organización de Países Exportadores de Petróleo, perpetrada en diciembre de ese mismo año. En ese evento, uno de los más grandes éxitos de su carrera, tuvo como rehenes a todos los ministros de petróleo de los países miembros, los subió a un avión y consiguió escapar.

El activismo violento le venía bien. No era un maestro criminal, sus acciones a veces no salían como estaban planeadas, pero sí se consolidó como un símbolo de las alteraciones causadas por los cambios políticos alrededor del mundo.

El responsable de encarnar al terrorista fue su compatriota Édgar Ramírez que después de este filme consiguió consolidarse en la industria fílmica estadounidense. Antes había aparecido en El ultimátum de Bourne, con Matt Damon a la cabeza del reparto, y Ché, la película biográfica en la que Ernesto Guevara fue encarnado por Benicio del Toro.

Para los críticos más extremos, el trabajo de Édgar es lo que salva a la cinta de dirigirse inexorablemente al despeñadero.

Con él en el papel principal, indican, el 'superfilme' de Assayas obtuvo el Globo de Oro a la Mejor miniserie hecha para televisión y ganó la distinción de mejor rodaje extranjero del Círculo de Críticos de Nueva York. Sin Ramírez, opinan los más radicales, la historia sería otra.

Al actor nacido en San Cristóbal se le reconoce, en primera instancia, lo que hizo con su cuerpo, subir y bajar de peso para representar las diversas etapas en la vida de su paisano, así como las varias transformaciones del personaje, no sólo de aspecto.

El de Ilich es un perfil de hombre de acción al que no le interesa descansar, busca la acción y le enfadan los tiempos muertos; con sus jefes palestinos la relación no llena sus expectativas porque le ordenan esperar y estar tranquilo. A Carlos le va la marcha, una plena de osadía y con una fuerte determinación que haya excelentes complementos en el sexo y las armas. Una vez instalado en la fama, el revolucionario radical alcanza otra fase en la que su proceder ideológico ya no es tan rígido y se da la oportunidad de sacar provecho de su arriesgada profesión. La transformación no es complicada, no hay dudas ni arrepentimientos, el mundo ha cambiado y él cambia con él, se adapta a las nuevas circunstancias de un juego geopolítico incluso más peculiar que aquel en el que se hizo de un nombre.

MARCA

Retratar a un personaje de la historia reciente que ha dejado su marca siempre es, en alguna medida, una apuesta riesgosa.

La reconstrucción hecha por Assayas, sin embargo, ya avisa desde su duración que es más completa de lo normal. Se puede ver ya sea como una serie de televisión o bien como una película muy larga, con algunos altibajos mas atractiva.

El comienzo de la cinta es frenético, de entrada hay un primer bombazo contra un objetivo palestino, enseguida aparecen las ansias de acción por parte de Carlos y su frustrado intento de asesinato de un empresario judío. Unos minutos después ya estamos con el Chacal en su incursión en la OPEP.

El apodo en cuestión fue extraído de una novela del británico Frederick Forsyth, El día del Chacal, en la que un sicario acepta el encargo de asesinar al presidente francés, Charles de Gaulle.

El 'superfilme' de Assayas tuvo una repercusión de puño y letra del revolucionario-mercenario. Ilich envió una carta con reclamos a su compatriota: “¿Por qué, Édgar, aceptas el distorsionar la verdad histórica? ¿Por qué te prestas a la propaganda contrarrevolucionaria difamando al más famoso de los Ramírez?”

El actor ha reconocido que Carlos le cambió la vida. No es para menos, el Chacal tenía ese efecto en cualquiera que se cruzaba en su camino.

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Foto: Photo Numérique Canal +

Escrito en: Carlos, Ilich, historia, unos

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